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Nadal crece para llegar a semifinales en París

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El final de curso, en una tendencia poco habitual, tiene sentido para Rafael Nadal, que encuentra en el otro París un aliciente que antes no tenía. Adora Francia y Francia, sí, también le adora a él pese a algún silbido patriótico este viernes, pero por una cosa u otra jamás se le ha dado bien el último Masters 1.000 de la temporada, uno de los tres torneos de la categoría que todavía no ha mordido (los otros, Miami y Shanghái). Esta semana, impulsado por el deseo y porque tiene grandes retos para el epílogo (después vienen la Copa de Maestros, tampoco conquistada, y la Copa Davis en Madrid), se gusta en París-Bercy y ya está en semifinal, la décima consecutiva, después de despachar al local Jo-Wilfried Tsonga por 7-6 (4) y 6-1 en una hora y 35 minutos. El sábado (16.30 horas, #Vamos) se mide con Denis Shapovalov, mientras que Novak Djokovic se cruza con el búlgaro Grigor Dimitrov (14 horas). No hay alardes en el juego de Nadal, pero tampoco grietas como para sufrir ante viejos enemigos como Mannarino, Wawrinka o Tsonga, todos por encima de los treinta y con estilos muy diferentes. El que no varía es el del tenista balear, al que no le quedaba otra que mejorar el porcentaje de primeros saques y tener más control sobre los puntos. Cumplió ambas premisas y entendió que Tsonga, algo alejado del estupendo jugador que fue (ahora es el 35 del mundo), le obligaría a tener paciencia, pues el francés se adapta a las mil maravillas a las condiciones de París-Bercy. Con 34 años, Tsonga, que incluso se apuntó a torneos menores para recuperar parte del botín perdido, se resiste a transitar en el pelotón de la ATP, castigado por las lesiones y reconciliado en este 2019 con los triunfos al conquistar dos títulos (Montpellier y Metz) para reverdecer su palmarés, que no está nada mal (18 trofeos acumula). Con un saque temible, se propuso que el partido no tuviera demasiado ritmo y acorraló a Nadal llevándole al tie break en un reñido primer set (ni una sola de break para nadie), zona peligrosa pese a las notables estadísticas del español cuando hay tensión. Ahí, como de costumbre, se expresó mejor el mallorquín, y eso que tuvo algún que otro desliz como una caña que se fue al cielo y una doble falta que alimentaron la esperanza de Tsonga y de su gente, más encendido el pabellón de lo normal por el deseo de ver triunfar a uno de los suyos. Después de casi una hora de debate, Nadal se apuntó el primer set, un paso de gigante hacia las semifinales. Principalmente porque supuso un durísimo golpe para Tsonga del que nunca fue capaz de levantarse, otro que cae en la trampa. Como el jueves ante Wawrinka, Nadal exhibió una eficiencia asombrosa y eso desmoraliza a cualquiera, imposible incluso el pensar en una remontada porque también es brutal el dominio del español una vez se pone por delante. Quedó confirmado en el inicio de la segunda manga, visto para sentencia el encuentro con el break que permitió a Nadal estirarse hasta el 3-0 con puntazos marca de la casa. Tsonga, con dos doble faltas consecutivas, ya estaba por entonces completamente rendido y solo le quedaba dignificar su despedida, únicamente consolado por haber vuelto a brillar en un Masters 1.000 (no ganaba un partido desde 2017). A Nadal le quedan dos pasos, y el de semifinales tiene su peligro si se tiene en cuenta que Shapovalov estuvo perfecto ante Monfils (6-2 y 6-2), al que, además, dejó fuera de la Copa de Maestros para que se cuele por primera vez el italiano Matteo Berrettini. Por el otro lado del cuadro viaja un encendido Djokovic, que subió de marcha ante Tsitsipas (6-1 y 6-2) pese a llevar varios días enfermo.
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