Las heridas que apartaron a Ricky Rubio del baloncesto y que, a día de hoy, aún le impiden volver a jugar
Salud mental - La imposibilidad de atender a su familia en momentos importantes, como el nacimiento de su hijo, le hizo replantearse el valor real de su carrera, al sentir que el baloncesto se estaba llevando demasiado de su vida privada
Las 5 revelaciones de Ricky Rubio a Évole en laSexta, con la gran duda por resolver: “Yo quiero jugar, pero no puedo”
Pensaba que algún día lo descubrirían. Que se darían cuenta de que no era tan bueno, de que se le habían acabado los trucos. Que todo ese talento que tantos alababan se desharía como si nunca hubiera existido.
Ese temor constante, instalado en la nuca, convertía cada partido en una prueba que debía superar para no ser desenmascarado. Durante años, Ricky Rubio vivió convencido de que su carrera podía desmoronarse en cualquier momento, justo en el instante en que dejara de estar a la altura de lo que los demás esperaban de él.
Asumir un papel que no le correspondía terminó por desdibujar su identidad
Ese pensamiento lo acompañó desde que debutó con 14 años, empujado a encajar en un molde profesional que le exigía más de lo que podía comprender. Lo que para otros era una vocación, para él fue una obligación desde muy joven. En la entrevista emitida en La Sexta, dentro del programa Lo de Évole, el base catalán explicó cómo la exigencia extrema fue minando su estabilidad emocional, hasta el punto de hacerle dudar incluso de sus propios límites.
En un momento de la conversación, recordó cómo se convirtió en una figura pública cuando ni siquiera había terminado de crecer: “Me tuve que crear ese personaje, aunque no quisiera”. Esa distancia entre el personaje que construyó y la persona que realmente era se acentuó aún más cuando dio el salto a la NBA. En Estados Unidos nunca llegó a sentirse parte de ese entorno. “Fui allí a trabajar. En ningún momento me enamoré de sus tradiciones”, explicó al referirse a su etapa en la liga estadounidense.
La presión por rendir, las numerosas lesiones, los contratos millonarios y la permanente exposición mediática acabaron desplazando cualquier rastro de naturalidad. Esa transformación lo llevó a mirar con escepticismo la deriva del baloncesto de élite: “Han convertido la NBA en un negocio. En la Euroliga ya pasa también, están llevando la Final Four a Abu Dabi. Se hace por dinero”.
Aquel pensamiento oscuro fue el aviso definitivo de que algo no iba bien
Pero la distancia emocional con el entorno deportivo no fue lo que más pesó. El desgaste real llegó cuando el baloncesto se llevó por delante parte de su vida privada. Uno de los momentos más impactantes de la entrevista fue el que dedicó a su hijo recién nacido.
Recordó que, con tan solo dos días de vida, tuvo que dejarlo con su pareja y los abuelos para irse a jugar: “A los 13 días dejo a mi mujer con mi hijo recién nacido con sus padres, con dos días de vida, porque tengo que jugar al baloncesto. Mirando hacia atrás digo: vaya salvajada”.
Ese ritmo, que no dejaba margen para parar ni para pensar, terminó por transformarse en un pensamiento fugaz, pero decisivo. Ricky Rubio confesó que, durante una noche de concentración, sintió que no quería seguir viviendo: “Un pensamiento muy difícil y no quiero magnificarlo, pero una de las noches en el hotel pensé: yo no quiero seguir con la vida”.
Esa sensación marcó un punto de inflexión. Decidió apartarse, suspender su contrato con los Cleveland Cavaliers y bajarse del Mundial de 2023. “Cuando paro para no ir al Mundial parecía que mi vida no tuviese sentido”, reconoció. La retirada no fue inmediata, pero sí inevitable. Aquel episodio puso en primer plano una serie de conflictos internos que llevaban tiempo acumulándose.
La muerte de su madre le enseñó a escuchar su instinto por primera vez
El otro gran golpe que lo empujó a revisar sus prioridades fue la muerte de su madre en 2016. Ricky llevaba tiempo preparándose para ese desenlace, pero la realidad se impuso con una crudeza difícil de digerir. En medio del All-Star, pidió permiso para volar a Barcelona. Lo hizo por intuición. “Veo a mi madre como nunca la había visto”, recordó al hablar de ese reencuentro breve.
La vuelta a Estados Unidos estaba programada, pero algo le dijo que no debía coger ese avión. La urgencia por regresar al vestuario se desvaneció en cuanto sintió que debía quedarse. “Pensaba: no tengo que coger este vuelo. ¿Por qué tengo que ir a jugar?”, señaló al rememorar aquel dilema interno. Finalmente, cuando su equipo quedó eliminado de los playoffs, volvió a casa y pudo acompañarla varias semanas. Su padre le dijo entonces una frase que lo marcó: “Pensaba que no la ibas a volver a ver”.
Así, la pausa que anunció el año pasado no venía motivada por una sola causa. Era la acumulación de muchas. Entre ellas, las dos que más han pesado en su trayectoria: la muerte de su madre y la fragilidad mental que lo empujó a replantearse toda su carrera. Por el momento no ha tomado una decisión sobre su futuro, aunque aseguró que cada día lo tiene más claro.