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Lydia Valentín: «Si te dopas dejas de ser deportista»

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«A lo mejor lo que se ve es que en halterofilia el más fuerte es el que más levanta y que vale todo para subir la barra. Pero quien crea eso que se meta en la Master class que haremos ahora», dice Lydia Valentín antes de mostrar a más de 100 alumnos su deporte por una causa solidaria llamada «Kilos de Sueños», que impulsa Bridgestone Europa. Se levantaron 2.500 kilos que se convirtieron en 2.500 euros para proyectos de la Fundación Juegaterapia. Entre los asistentes había gente aficionada que sabía a qué se enfrentaba. Los novatos comprobaron pronto que la fuerza es sólo una parte de la halterofilia. «Aquí hay un componente físico, porque es un deporte; una técnica, y un estado mental, porque lo tienes que hacer en el momento que te dicen, rodeado de gente, un gesto perfecto y con tu máximo. Si no, te puedes hacer daño. Otros deportes son de habilidad, pero aquí si no lo haces bien te haces daño», continúa la ganadora de tres medallas olímpicas, aunque sólo haya subido una vez al podio, por el bronce que logró en Río.

En Londres 2012 había sido cuarta y las tres primeras fueron sancionadas por dopaje. En Pekín 2008 pasó del quinto al segundo lugar por idéntica razón. Ya no caben más recursos. Quienes quedaron por delante hicieron trampas. Así lo ha reconocido ya la Federación Internacional. Pero Lydia no tiene todavía sus medallas. «No quieren devolverlas, pero yo prefiero unas a estrenar, porque considero que las personas que han disfrutado las otras no son deportistas. Para mí una vez que te dopas dejas de ser deportista», asegura. La plata de China ya está en el COE y se la entregarán en enero. «Iba a ser el 21 de diciembre, pero son las elecciones en Cataluña y hay gente que no podría acudir», anunció la haltera de Ponferrada. Para que le den el oro de Londres tendrá que esperar un poco más. «Están realizando controles a las que quedaron sextas o séptimas», desvela Valentín. El triunfo, eso sí, es suyo. «Quiero cerrar este capítulo», dice, en plena preparación para el Mundial de Anaheim, del 28 de noviembre al 5 de diciembre. «Estoy súper bien, muy motivada. Es una gran oportunidad», adelanta.

–Lo que nunca tendrá es el momento del podio...

–Cuando me enteré tuve una sensación rara, agridulce, porque se hace justicia y reconocen que soy la campeona en Londres y la subcampeona en Pekín, pero mucho después. ¿Frustra? Sí, pero me quedo con lo positivo. No va a volver el emocionarme o que la gente se emocionara, regresar a mí país como campeona o subcampeona, pero al final las medallas van a ser colgadas en mi casa. Las verdaderas medallas.

–Cuando compite, ¿sabe quién hace trampas?

–Yo digo que hay dos tipos de halterofilia: la limpia, la que se consigue con esfuerzo, la que se practica en España y en muchos países; y la oscura, en la que vale todo... Pero no vale todo.

La Federación Internacional, forzada por el COI, ya ha tomado una medida para luchar contra el dopaje. Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Moldavia, China, Rusia, Turquía, Kazajistán y Ucrania han sido sancionados durante un año sin disputar competiciones internacionales por haber tenido tres o más positivos de los 49 que salieron a la luz en los reanálisis de Londres y Pekín. Eso afecta ya al próximo Mundial. Tantas trampas pueden crear la sensación popular, como ha pasado con otros deportes, de que en halterofilia todos van dopados. «No es agradable que surja esa duda. Todos desconfían de todos y ésa no es buena imagen. Pero yo estoy como referente del deporte limpio», afirma Lydia.

El perjuicio de las medallas para la atleta leonesa no es sólo moral y deportivo. También es económico, porque ganar un oro supone, por ejemplo, una recompensa de 94.000 euros y lograr una plata son 48.000. «Cuando hablo con Alejandro [Blanco, presidente del COE] me dice que quiere ser justo y que se me entregará la medalla y lo que conlleva», dice Lydia.

El lanzador de peso Manolo Martínez sabe lo que es sufrir algo similar. Fue cuarto en los Juegos de Atenas 2004, pero al ganador, el ucraniano Bilonog, lo descalificaron por un positivo que se conoció en 2012. Un año más tarde hicieron el acto en el que le dieron su bronce. «Fue un homenaje póstumo porque era la medalla que me faltaba», explica. Una parte positiva y otra para reflexionar. «Te resarces en lo deportivo, pero en lo económico el resarcimiento brilla por su ausencia. Falta hacer un fondo de previsión, que se guardase una cantidad, que lo lleve la AMA [Agencia Mundial Antidopaje] y que se compense económicamente. Porque es una estafa», prosigue Martínez, que calcula, «por lo bajo», que dejó de ingresar «unos 200.000 euros»: «Está el dinero por las medallas o las becas provinciales y nacionales, la ficha en el club... Pero hay otras cosas menos tangibles como que si eres medallista tienes más patrocinadores o sube el caché para ir a competir».

La única vez que Valentín subió al podio fue en Río. Un bronce que le supo a oro porque llegó tras la preparación «más exigente» de su trayectoria por culpa de una lesión. Las sesiones con el psicólogo Pablo del Río fueron fundamentales. «El último ciclo de preparación es con cargas máximas y era ir día a día. Alguno no fue bien y había que sentarse, hablar... Porque si al día siguiente tampoco salía, teníamos “gripe”», cuenta Del Río. «Estaba acostumbrada a que la vida le sonriera y tuvo que entrenar en circunstancias que no eran las habituales. Había que convencerla de que pese a esa incertidumbre podía», sigue el psicólogo. Y Lydia pudo. Ahora piensa en el Mundial y en los Juegos de Tokio 2020: «Será la culminación de mi carrera. Después, se acabó el deporte de alto rendimiento».

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