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Sinner se olvida del codo y desinfla a Shelton para citarse en semifinales con Djokovic

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Había dudas, porque esa caída en el primer juego del partido ante Grigor Dimitrov había dinamitado su buen camino en Wimbledon. Había dudas, porque el codo había impedido que desarrollara su tenis con soltura. Y estuvo dos sets abajo. Y de repente estaba en cuartos de final porque el búlgaro sufrió un pinchazo en el pectoral. Pero Jannik Sinner se ha rehecho de todo y despeja las dudas de un manotazo a Ben Shelton, que será muy buen jugador, que se mueve ya muy bien en hierba, que tiene un gran saque y muchas ganas, pero el que le cuesta todavía ese escalón de concentración y constancia que tienen los mejores, como Sinner. El italiano se hizo una resonancia magnética el martes para ver qué había pasado con ese codo que dolía y dolía en el duelo ante Dimitrov. Y se por la tarde entrenó apenas unos minutos en las pistas bajo techo para probarse. Había dudas y dudas, pero saltó a la pista en el Aorangi Park (zona de entrenamientos de Wimbledon) y confirmó que, al menos de puertas para afuera, todo estaba bien. En la sobremesa, en la pista 1, ante Shelton, lo acabó de corroborar. Triunfo por experiencia y calidad que, con manguito protector no obstante, lo lleva a la semifinal. Hay pelea en el primer set. Shelton está ya aquí, armas en ristre de las de presagiar buenos momentos. Muy buena coordinación y movilidad en la hierba, altos porcentajes de primeros y con velocidad, y cortados que incrementan su peligrosidad en hierba por su condición de zurdo. Sinner es paciente, que solo tiene un año más que el estadounidense, pero ya ha cruzado muchos puentes como el que está atravesando en este Grand Slam. Aguanta con sus servicios, solo pierde un punto con el primero y solo otro con el segundo, y sobresale con el resto, aunque no le permite el estadounidense ni una sola opción de rotura. Tampoco las sufre. Y en la igualdad, el 'tie break'. Es un juego diferente, como si fuera otro partido en ocasiones, porque la dinámica de los juegos normales salta por los aires y entra de lleno la capacidad mental, la calma, el orden, la experiencia y la frialdad. Y es el escalón de diferencia en el que se mueven Sinner y Shelton. El italiano ejecuta su revés para desplazar al rival y a este le faltan piernas, y si las tiene, le falta prudencia para responder. Se van acumulando los errores y los nervios, y son dos dobles faltas en ese desempate que condiciona definitivamente el set. Sinner cierra el puño derecho, el del codo que parecía tener dudas. Ya no las hay. Quizá el calor, el bochorno que se ha apropiado de Londres en este miércoles, afecta de más al estadounidense, que no acaba de exprimir la potencia de sus golpes planos para intentar hacer daño al italiano, ni siquiera saca rédito del cortado y Sinner sigue a lo suyo, impertérrito de nuevo en esta última recta del torneo, que nunca ha disfrutado de una final en la Catedral y la ansía desde hace tiempo. Pone la directa Sinner en el segundo set y vuelve a favorecerse de ese saque que Shelton no acaba de leer. Y ni siquiera le hace falta al número 1 del mundo activar el modo mental del 'tie break' porque quiebra antes al estadounidense. Con 5-4 y al resto, en ese juego en el que Shelton debería haber lanzado un órdago de quien quiere ser el próximo campeón. Pero ahí le tembló la mano, pues concede ese segundo set con su gran servicio, con cuatro errores no forzados de su mano. No aprende Shelton de la experiencia y aunque se mantiene en pie con su servicio durante media hora más, vuelve a palidecer en el límite. Otra vez con 4-5 y saque, la obligación de arriesgar para alargar el choque puede con el estadounidense. Porque se revuelve con la primera bola de partido en contra, una buena derecha a la que no llega Sinner; y con la segunda, un 'ace' para devolver el juego al 'deuce', pero permite la tercera bola de partido con una doble falta. Y a la tercera, ante el resto de Sinner, la derecha no le aguanta. Sonríe Shelton tímidamente en su despedida de la Central, y se explaya un poco más Sinner. Todavía contenido porque el trabajo no ha terminado, pero con una buena victoria de confianza y resolutiva y para despejar las dudas sobre su codo. Sexto triunfo consecutivo del italiano sobre el estadounidense, y segunda semifinal en Wimbledon. Es, por ahora, su mejor resultado, pero olvidado el codo, el número 1 aspira Sinner a más, aspira a todo. «Cuando juegas un partido con mucha tensión, tratas de no pensar sobre eso (las molestias del codo). Ha mejorado mucho desde ayer a hoy. Ayer tuve un entrenamiento muy corto, 20 minutos con mis entrenadores. No es una excusa. No hay mejor escenario para jugar al tenis. Creo que lo he demostrado hoy. El ambiente me ha ayudado mucho. Gracias por el apoyo», comentó el tenista después. «Veremos». Como también veremos cómo reacciona Novak Djokovic después de un susto en el último segundo de su partido ante Flavio Cobolli. El serbio sacaba para ganar en su segundo punto de victoria y cayó de forma extraña, retorcida la rodilla y la Central se echó las manos a la cabeza, como su hijo en el palco. Hubo momentos de tensión, pero después de unos estiramientos, Djokovic se puso en pie. Pudo sacar, y mover a Cobolli de lado a lado para rematar la faena en la red con un remate suave. Victoria y al descanso porque el partido ha sido largo y todavía queda mucho por delante. El serbio suma su triunfo 102 en la Catedral, y son tres horas y 11 minutos más en sus piernas. Y todos los rivales lo saben, que incluso bromea después al decir «estoy muy fresco». Son 38 años y mil batallas como esta, que no le ha sido nada fácil aunque haya superado al italiano por pudor y porque, qué duda cabe, en esta pista hay que hacer muchísimo para derrotarlo. Hay pocos que estén a su nivel, por el momento, solo se augura Sinner y Alcaraz, quizá en ese orden si todo va como espera el planeta tenis. Pero es verdad que el serbio, que ha mostrado un nivelazo en estos días, se le nota más al ralentí que otras veces. Cobolli lo intenta, que tiene muy buena mano aunque no haya firmado grandes resultados hasta este momento. Es un jugador en crecimiento y lo hace con pulcritud, sin miedo, que ni siquiera tiembla en el 'tie break' donde el serbio solía ser maestro. Ya no tiene tanta frescura y palidece ante las derechas cruzadas. Hay piernas, pero también un límite en el depósito de gasolina. Pero es ganar el primer set y notar la premura de Djokovic, sus ganas de morder, de seguir aquí, de buscarse la oportunidad de un nuevo rugido a la historia, que sabe él y todos los demás que quizá esta sea la última oportunidad para un Grand Slam número 25. No por su nivel, que es superior al del 90 % como está demostrando, sino porque chocará en las rondas finales con los que, hoy por hoy, parecen no atender ni a leyendas ni a presiones, sino a una aspiración como la que tiene el serbio de ganarlo todo. El de Belgrado acelera en los siguientes sets y en apenas media hora se come a Cobolli en el segundo. Se recupera el italiano para plantar batalla, pero se enreda demasiado y concede todavía más en el tercero; sufre en los planteamientos largos donde el serbio se mueve con agilidad. Tiembla cuando no debe en el cuarto, con su servicio. Hay respeto por el rival y falta de esa consistencia que lo separa de los grandes momentos, por ahora. Todavía tiene Djokovic opciones para ganar antes, pero lo hace con su servicio. Y en ese último juego, en ese saque para el partido, se guarda un segundo la respiración por esa caída que en otros cuerpos quizá habría sido la rendición, que se venía del susto de Grigor Dimitrov. Pero en Djokovic, elasticidad, equilibrio y un cuerpo de goma a pesar de los 38 años, es un percance que no le impide triunfar después. Por ahora, en semifinales de Wimbledon. El viernes, contra Jannik Sinner.

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