Djokovic se queda sin trucos ante el imperial Sinner, que disputará la final de Roland Garros contra Alcaraz

Novak Djokovic es el mejor tenista de la historia, los números así lo dicen, y con sus 38 años buscó todas las maneras de ganar al actual líder de la ATP, el imperial Jannik Sinner, pero no fue suficiente. El serbio se queda en semifinales (6-4, 7-5 y 7-6 [7/3]) y Roland Garros tendrá la final que todos esperaban: Alcaraz contra Sinner, la rivalidad del momento, y para muchos años seguramente. El curso pasado se enfrentaron en semifinales, y esta vez será en la pelea por el título.

Djokovic afrontó el partido desde la inferioridad, algo que le honra, que dice mucho a su favor y de las ganas que tiene de continuar jugando. En el cuerpo a cuerpo, tenía claro que no podía competir. El poderío que él ha ejercido durante años contra sus rivales, lo tiene ahora el italiano. El revés del serbio, quizá el mejor de la historia, no puede con el revés de Sinner en estos momentos, y si los intercambios iban a ser largos, tenía todas las de perder. Novak intentó varias soluciones. Primero, jugarle mucho al lado de la derecha, bolas altas por esa zona por la que el italiano se puede equivocar más. Nole se llevó el primer juego con cuatro fallos de Sinner por la derecha. Parecía que podía funcionar, pero no.

Segunda opción: las dejadas. Contra Zverev fue el recurso que encontró, viendo que desde el fondo de la pista no podía doblegar al alemán. Pero Sinner no es Zverev. El pelirrojo de San Cándido juega dos o tres metros más adelantado que el germano, casi siempre pisando la línea de fondo, y llegaba a esos tiros flojos de su oponente, con solvencia incluso para cerrar el punto.

Así se desarrolló el primer set, un 6-4 más o menos cómodo para Sinner. Con su saque sólo perdió tres puntos el pelirrojo de San Cándido.

Djokovic aprieta

Djokovic tuvo que buscar alternativas y sólo había un camino: el riesgo. Desde el segundo set, se olvidó de las dejadas, al menos como plan, sí como alternativa, y empezó a pegar la derecha con todo, sobre todo la paralela, para cortar el ritmo. Ya había intentado también tirar bolas altas, pero si lo hacía sin mordiente, no funcionaba. Tenía que ser más directo. En el primer juego al resto ya llevó al límite al italiano, que seguía a lo suyo, con su tenis impecable, una máquina en la pista, sin apenas hacer un gesto ni cuando gana ni cuando pierde. El dominio seguía siendo de Jannik, que de nuevo se puso con su saque para llevarse el parcial, pero esta vez Djokovic sí encontró un pequeño resquicio y, una hora y 45 minutos después del comienzo del encuentro, se generó las dos primeras pelotas de rotura. La primera la salvó Sinner con un punto impresionante. En la segunda falló. El set seguía, Djokovic se animaba, pero no tardó en encajar una nueva rotura, que sí logró confirmar.

El partido parecía ya muy a favor del número uno. Djokovic mantuvo la agresividad, pero recurrió a un nuevo “truco”, que fue el de ponerse al público de su parte. ¿Era París o era Belgrado? La afición quería más tenis, animó con todo al tres veces ganador allí, que tuvo que ser tratado por el fisio por un problema en la pierna.

Fue encomiable la pelea de Novak, que llegó incluso a tener tres pelotas de set con 5-4 y 15-40 y después con la ventaja. El duelo ya se jugaba más de tú a tú, y en el desempate Sinner certificó su pase a su primera final de Roland Garros.

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