La huella de Nadal ya es eterna (de forma literal) en Roland Garros y la Philippe Chatrier
La huella de Rafa Nadal permanecerá para siempre en París, en Roland Garros y en la pista Philippe Chatrier. Ya lo estaba de forma metafórica, por las batallas que protagonizó ahí, por sus victorias, por su lucha, por su legado, pero ahora también lo está de manera literal: el colofón del homenaje que el Grand Slam francés le hizo al legendario deportista español fue descubrir una placa en el suelo con una pisada suya al lado de una Copa de los Mosqueteros y el 14 debajo, el número de títulos que logró ahí. No es algo circunstancial, esa huella forma ya parte de una de las pistas de tenis más importantes del mundo. Otra muestra más del amor que hay en Francia por el tenista de Manacor, al que ya le hicieron una escultura a las puertas de la Philippe Chatrier y lo eligieron como uno de los últimos relevistas de la antorcha en el momento cumbre de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos del pasado verano.
Nadal tuvo por fin un reconocimiento a la altura de su leyenda. Era el hombre del día en la primera jornada de Roland Garros 2025. Si Davidovich decía que le tenían que hacer un homenaje en todos los torneos, Aryna Sabalenka, la número uno del mundo, aseguraba que si se lo encontraba por los pasillos le iba a pedir un consejo para ganar aunque sea una única vez allí. Él lo hizo catorce. Rafa llegó a las instalaciones por la mañana, traje negro, zapatillas blancas, sonriente todavía, saludando y dejando otra de esas fotos que se harán virales, tomada desde el cielo, firmando autógrafos y rodeado de cientos de aficionados.
Poco después de las seis de la tarde, cuando acabaron los partidos de la jornada de día, llegó su momento. En la grada, casi todo eran camisetas rojas con el mensaje «Merci, Rafa» (Gracias, Rafa). La lucían incluso Iga Swiatek, que esta temporada busca su quinto título en París, Juan Carlos Ferrero o Carlos Alcaraz, que se rompió las manos aplaudiendo. Marc Maury, el clásico speaker del torneo, anunció al balear de la manera que se ha hecho ya inolvidable, recitando todos los años que Rafa ganó allí: «2005, 2006, 2007, 2008...», va diciendo, y el volumen de gritos de los aficionados crece en intensidad, mientras sigue: «2010, 2011, 2012, 2013, 2014....» Y ya todo es una locura: «2017, 2018, 2018, 2020 y 2022». Maury empezó a ser speaker en Roland Garros en 2004, el año en el que Rafa tenía que haber jugado, pero no lo hizo por una lesión. Fue en muletas, vio algunos partidos desde la grada, y soñó con triunfar alguna vez allí. No siempre, pero a veces los sueños se hacen realidad, incluso la realidad supera a los sueños.
Rafa entró en la Philippe Chatrier con traje, no en pantalón corto como tantas veces, y sin una raqueta en la mano. La primera ovación duró más de un minuto. Rafa saludaba y sonreía, pero no tardó en romperse por la emoción. Las primeras lágrimas cayeron con el vídeo de algunos de sus mejores momentos en pista. Mery Perelló, su mujer, también lloraba, con el hijo de ambos, Rafa, en brazos, y en su vientre el que está por venir en unos meses. Terminaron las imágenes de derechas, carreras y celebraciones, y nueva ronda de aplausos, y gritos de «Rafa, Rafa». La ovación paró porque Marc Maury lo pidió, si no hubiera durado toda la tarde, y a las 20:15 empezaba el turno de noche.
Rafa habló en francés primero, en inglés después y en español para referirse a su familia. En su repaso, se acordó del partido en su primera participación con Richard Gasquet, su gran rival de niño, que después, de mayores, nunca ha podido ganarle. Un aplauso extra tuvieron sus dos abuelas, de 94 y 92 años. Cuando recordó a sus abuelos fallecidos, a los que echa «de menos», se le quebró la voz. Equipo, entrenadores, primos, padres, hermana... Tuvo agradecimientos para todos. También para Mery, cómo no, con anécdota, porque estuvo rebuscando en sus apuntes y confirmó que había perdido justo esa hoja, confirmando la fama de desordenado y despistado que tiene fuera de la cancha, justo lo contrario que le sucedía jugando. «Eres mi mejor compañera de vida. No nos podíamos imaginar en 2005 que estaríamos hoy aquí como una familia. Espero hacerte igual de feliz que tú me has hecho a mí», dijo, recordando que el último año y medio de su vida ha sido duro (peleaba con las lesiones y la edad por volver a jugar), pero gracias a ella y a su hijo se hizo más llevadero.
Las palabras para su tío Toni, su mentor desde niño, también se entrecortaban por la emoción. «Eres la razón por la cual estoy aquí. No siempre ha sido fácil, pero sin ninguna duda ha valido la pena. Has sido el mejor entrenador que he podido tener», reconoció, recordando que hubo momentos buenos, entrenamientos, risas, pero que también le hizo sufrir y le llevó al límite, lo que le convirtió en el jugador que fue. «Ninguno de los dos somos de expresar nuestras emociones, pero quiero que sepas que siento una gratitud infinita por todo lo que has sacrificado por mí», concluyó, dejando entrever que si quedó alguna rencilla entre ellos, ya está olvidada.
La preciosa banda sonora de la película «Origen» dio paso al agradecimiento a todos los organizadores de las distintas áreas del torneo, y a otro de los momentos más espectaculares. El vídeo con las palabras de Federer, Djokovic y Murray, sus grandes rivales, se cortó... Porque los tres estaban en la pista. Casi le sirvió como paréntesis, como respiro, pues charló con ellos de forma distendida y simpática. A un jugador le hacen grande también los oponentes que ha tenido, y ellos tres le llevaron «al límite», como reconoció, antes de lanzar un mensaje: «El tenis es sólo un juego, lo que para mí significáis es mostrar al mundo que podemos ser buenos amigos siendo grandes rivales». Y añadió: «Después de todos estos años luchando por todo, es increíble cómo el tiempo ha cambiado la perspectiva de todo. Tú no lo sabes esto aún, Novak, pero Andy y Roger lo saben como yo», le dijo a Djokovic, el único del «Big 4» que sigue en activo. Los tres tenistas agasajaron al español, pero siempre permanecieron en un segundo plano.
A Nadal sólo le quedaba ver la gran sorpresa final, su huella inmortalizada en la pista, antes de dar una vuelta de honor al estadio mientras recitaba para sí mismo los «gracias» y los «merci», y saludaba y se llevaba la mano al corazón. Desde la grada, le pasaron a su hijo, y juntos abandonaron la Philippe Chatrier.