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Zverev se crece ante Thiem y jugará su segunda final en Madrid

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Alexander Zverev, 6 del mundo, impuso su tenis firme y de saaques imposibles ante un Dominic Thiem al que no le funcionó la estrategia ni de los cambios de ritmo ni de alturas. Y es el alemán, 24 años, quien jugará su segunda final del Mutua Madrid Open, después de ser campeón en 2018, precisamente, doblegando también al austriaco. Están condenados a encontrarse en las finales que dejen Nadal, Djokovic y Federer. Ya han protagonizado el último día del US Open 2020 como muestra de que impondrán su estilo y su tenis desde ya. En Nueva York, después de una tremenda paliza, fue Thiem quien enseñó antes los dientes, estupendo juego el suyo, con recursos de todos los colores. Y eso que era en pista dura, donde la potencia juega más a favor. Y parecía la tierra de Madrid más propicia para un buen resultado del austriaco, pues maneja la superficie con calidad de experto. Sin embargo, este Zverev, que tuvo dos sets arriba para ganar su primer Grand Slam en Flushing Meadows, ha dado un salto de calidad enorme y su tenis hizo lo demás en la altura madrileña. No era la final, pero se le pareció mucho, con una entrada muy aceptable en la Manolo Santana, y con puntos de los que se verán cada vez más a menudo. Apenas nueve puntos al resto logró Thiem, amenazado desde la altura del alemán y sus saques por encima de los 210 kilómetros por hora. Quiso cambiar la dinámica el 4 del mundo pero la muñeca no funcionó en las dejadas. Y, además, el viento se instaló en la caja Mágica para hacer más inaprensible el bote de la pelota. Una y otra vez golpeó Zverev, dueño de un revés paralelo que salía como un obús cuando el punto presagiaba largos intercambios. Y a Thiem se le atragantó demasiado la velocidad de la pelota. Nunca inquietó el austriaco, sin poder imponer nunca ese juego inteligente, de alturas, de precisión y a veces también de potencia, con el que sí venció a su oponente en Nueva York. Allí, en el US Open, evidenció Zverev que le quedaba ese pasito por dar, muy importante porque en la cabeza reside buena parte de las victorias, y dejó sin recompensa ese trabajazo en los dos primeros sets. Pero ya contra Nadal mostró ese crecimiento. Convencido de que podía ganar, no se dejó llevar por el vértigo de ganar, en tierra, a todo una leyenda. Ni siquiera se puso nervioso cuando el balear, coraje siempre, levantó tres bolas de break con 2-4. Se recompuso enseguida, frenó la ilusión de la grada por ver otra remontada de las made in Nadal y cerró a lo grande una victoria de categoría. En esta semifinal, atacó bien desde el resto, empuño las derechas hacia la línea de fondo y bloqueó cualquier alternativa ofrecida por Thiem, que incluso se atrevió, llevado por la desesperación de no poder desbordar a su rival desde el fondo, por jugarse algún saque red que no acabó de cuajar. El cuatro del mundo lo intentó todo, pero su saque no fue lo efectivo de otras tardes, solo un 55 % de efectividad, mientras su rival ganaba hasta un 75 % de puntos con ese golpe. Más allá de eso, tampoco cuando ataba la iniciativa lograba siempre recompensa, demasiados errores, lejos de esos maravillosos reveses que tan buena renta le han dado en su carrera, que alegraban el camino del alemán. Jugará Zverev la final en Madrid, segunda en su carrera, después de cortar una racha negativa de cuatro derrotas consecutivas contra Thiem, aunque aún va 3-8 en el cara a cara. No le ganaba desde, precisamente, la final del Mutua Madrid Open 2018, su primer título en Madrid, su tercer Masters 1.000. Este Zverev va muy en serio. Y con 24 años, en la final será el maestro ante un pupilo que pisará la última ronda de un Masters 1.000 por primera vez: Matteo Berrettini, quien también sigue su curso de crecimiento lento para seguro hacia la élite. El italiano venció a Casper Ruud por 6-4 y 6-4.
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