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Reto cumbre para Pablo Carreño

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De Nueva York a París, el mismo tenista de aspecto granítico, recuperado Pablo Carreño para las grandes ocasiones después de una desapacible travesía por el desierto por diferentes motivos y lesiones. En esta temporada de coronavirus, la mejor noticia ha sido el regreso del asturiano a la planta noble, otra vez cerca del top 10 (lo fue en 2017 y ya se ha asegurado al menos ser el 15) y en las rondas finales de los grandes torneos, expuesto hoy a un reto mayúsculo en los cuartos de final de Roland Garros. El cuadro ha querido que de nuevo, como en el US Open hace unas semanas, vuelva a cruzarse con Novak Djokovic (entonces fue en octavos), imposible olvidar cómo se resolvió aquel pulso histórico. Fue, para refrescar la memoria de los despistados, el del pelotazo colérico del serbio a un juez de línea después de un berrinche de los suyos, descalificado de inmediato por sus malos humos. Aún se habla en Francia de ello y se le pregunta a Carreño porque, a fin de cuentas, fue el gran beneficiado ya que se le dio automáticamente el pase a semifinales, en donde perdería contra Alexander Zverev después de tener dos sets de ventaja. Carreño, a quien en su día se le concedió el cartel de heredero porque se presumía que el epílogo de Rafael Nadal llegaría mucho antes, ya no es un niño pese a ese rostro angelical, cara de no haber roto nunca un plato. Tiene 29 años y, si bien es cierto que a veces se le ha cuestionado mostrar más el puño y sacar colmillos, es un competidor mayúsculo que le dificulta una tarde a cualquiera. La de hoy, contra Djokovic (19 horas, Eurosport y ABC.es), exige una versión superlativa y más viendo cómo se comporta estos días el número uno por París, ansioso por corregir aquel intolerable desliz de Nueva York. Carreño ya conoce el terreno porque en 2017 alcanzó los cuartos de final en Roland Garros, pero se tuvo que retirar casi sin ofrecer resistencia porque se lesionó en el abdominal cuando se enfrentaba a su amigo Nadal. Lo de hoy es muy distinto, pero al gijonés le vuelven a atormentar los fantasmas porque en el duelo de octavos, ante el alemán Altmaier, tuvo problemas estomacales y su estado físico es una incógnita. «Contra Novak necesito estar al cien por cien, estando como hoy (por el lunes) no tengo opción contra él. Necesito recuperarme. No voy a comerme la cabeza porque no me ayuda», resume el ahora 18 de la ATP. Para carga pilas, ayer durmió hasta las 12 en su hotel con vistas a la Torre Eiffel (su entrenador, Samuel López, está haciendo un cuadro del monumento a medida que su pupilo pasa rondas) y no pisó las pistas de entrenamiento, en las que Djokovic se exprimió dándole una y otra vez de revés. Djokovic, fino Pese a su estupenda trayectoria en el Bois de Boulogne, a Carreño, más allá del contratiempo físico, se le conceden poquísimas opciones porque Djokovic va como un tiro y apenas sufre en sus partidos, beneficiado también por las condiciones tan atípicas de esta edición. «Se siente cómodo jugando aquí, que la bola no pica tanto y la puede coger donde mejor le va. Pero a mi tampoco me vienen mal, si juego bien. Será una oportunidad de demostrarme a mí mismo el nivel que tengo, si consigo recuperarme bien y estoy al cien por ciento», señala Carreño, al que realmente le importa poco que apenas se le considere. «No me veo inferior a nadie si estoy al cien por cien. Si lo estoy tengo mis oportunidades, pero Novak viene jugando bien, ha ganado en Roma, está jugando con solvencia sus partidos en Roland Garros. Al menos espero poder hacer un buen partido y disfrutar. ¿Por qué no puedo ganarle?». Por poder puede, esto es deporte, pero Djokovic, seguramente el jugador más dominante cuando está en plenitud, presenta una hoja de servicios inmaculada, con la única mancha de la descalificación del US Open que le perseguirá de por vida. Cuenta como derrota, es obvio, y desmerece las 35 victorias de este extrañísimo 2020 en donde ha triunfado en el Abierto de Australia, Dubái, el Masters 1.000 de Cincinnati (se jugó en Nueva York) y el Masters 1.000 de Roma. «Carreño es un jugador muy completo», acepta el balcánico en la previa. «Ha progresado mucho en los últimos años. Él ha jugado las semifinales del US Open y ha ganado Grand Slams de dobles y, como todos los españoles, se ha formado sobre tierra. Las condiciones de este año en Roland Garros y que la bola no bote alto favorecen sus golpes planos y comete pocos errores», añade. En su memoria, el pésimo recuerdo de Nueva York, muy presente porque, esta vez de manera involuntaria y por un lance del juego, volvió a dar un pelotazo a un juez de línea en su encuentro de octavos ante Khachanov. «¡Dios mío, fue un déjà vu muy incómodo! Fui a ver si está bien porque vi que tenía un pequeño hematoma, como un enrojecimiento, en el lugar de la cabeza donde le golpeó la bola».
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