Roger Federer, quién lo iba a decir, catapulta a Rafael Nadal, que terminará la temporada como número uno del mundo gracias al excelente triunfo del suizo sobre Novak Djokovic (6-4 y 6-3) en la fase de grupos de la Copa de Maestros. Ganó Federer a su manera, imperial todavía con 38 años, y se quedó con el billete que llevaba a semifinales, dejando de paso al serbio sin opción alguna de pelear por el ático del tenis. Es propiedad de Nadal, quien por quinta vez en su carrera, y después de un curso que se antojaba dificilísimo en el inicio de primavera, cierra diciembre en lo más alto. Visto lo visto, se lo merece.
En cierto modo, Nadal estaba muy presente en el majestuoso O2, aunque él tiene pista reservada el miércoles a la hora de comer (juega ante Tsitsipas con el pase en juego). A Djokovic no le quedaba otra que alzar el trofeo de esta Copa de Maestros, pero chocó con un Federer intratable, una maravilla cuando está en este plan. El suizo sigue siendo arrollador en las distancias cortas y gestiona como nadie los duelos a tres sets en escenarios como este, vertiginoso para apuntarse los intercambios sin apenas aceptar debate. Es puro talento.
Achuchó desde el inicio a Djokovic, quien pudo escapar de la primera trampa, pero no de la segunda. Con un break a favor (en blanco, además), y en pista rápida y bajo techo, Federer es casi invencible, y se apuntó la primera manga con una superioridad asombrosa.
En realidad, no hubo pelea en ese parcial, pero nunca hay que fiarse de Djokovic, un depredador con mil vidas, orgulloso como nadie, obsesionado también con apuntarse al debate sobre quién es el mejor de la historia. Sus números le conceden todo el derecho del mundo, aunque da siempre la sensación de estar a la sombra del propio Federer y de Nadal, protagonistas de la rivalidad más hermosa del deporte. Y eso que Djokovic tiene los cara a cara con ambos a su favor
De nuevo, al balcánico, que con el marcador en contra empezó a evidenciar que le dolía el codo (la eterna sospecha de la duda), se le presionó en el segundo set desde el primer juego y salvó dos bolas de rotura, cuya consecuencia hubiera sido demoledora. En silencio, trató de encontrar una salida a la asfixia a la que le sometía el campeón de 20 grandes, e incluso se trabajó una opción de break, pero su cara no invitaba a pensar en proezas ni en nada por el estilo. En una hora y 13 minutos, asumió su destino y Nadal celebró el desenlace, el gran beneficiado del resultado.
Federer, que vengó así su traumática derrota en la final de Wimbledon (tuvo 15-40 al resto para ganar), espera ahora rival, que puede ser el español siempre y cuando el viernes supere a Tsitsipas y Medvedev derrote a Zverev. El suizo no caduca jamás mientras que el mallorquín, con 33 años, sigue siendo el rey.
