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El esplendor de los equipos mixtos

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A principios de año el mundo del tenis fue testigo de un partido histórico: un dobles mixto entre cuyos protagonistas estaban los dos mejores tenistas del mundo: Serena Williams y Roger Federer. Veintitrés y veinte Grand Slams, respectivamente. Un momento único de una disciplina que, por el momento, mantiene aunque sea de forma residual, los encuentros mixtos. Una fórmula eficaz para el desarrollo y la visibilidad del deporte femenino, que siempre ha vivido a la sombra del masculino y que reivindica las mismas armas para desarrollarse, la misma exigencia para ser mejores y las mismas recompensas para seguir creciendo. Como a falta de visibilidad es uno de los factores que combatir, los torneos mixtos adquieren una importancia capital también en otras disciplinas, como el golf. El pasado verano lo experimentaron Silvia Bañón y Noemí Jiménez en el Europeo de Glasgow. «A la gente le gustan porque combina los dos tipos de juego en un mismo partido. Incluso las experiencias de competiciones conjuntas, aunque cada uno juegue por su lado como la semana pasada en Australia, también funcionan muy bien. Acude más público que en los torneos convencionales. Salimos en partidos alternos y la gente va a ver golf, sin etiquetarlo de femenino o masculino», observa Bañón. Así ocurre en las grandes citas tenísticos de los Grand Slams y en algunos Masters 1.000, como el Mutua Madrid Open, donde se puede ver, sin distinción de pista, a Serena o a Rafa Nadal. «Lo que más me gustó fue la repercusión mediática. Las gradas se llenaron. Al final, también los patrocinadores se verán más recompensados, inviertirán más en nuestro futuro y conseguiremos que con las mismas horas de entrenamiento que los hombres, no recibamos la décima parte en premios que ellos», señala Jiménez. Bueno para todos En contra de lo que pudiera parecer, la categoría mixta no beneficia solo a las mujeres. Para el patinador Aritz Maestu fue una tabla de salvación a la que aferrarse para alargar su carrera deportiva. «A los veinte años me vi sin ningún futuro, porque tenía una estatura inapropiada y a una estrella con Javier Fernández por delante. Pero se me presentó la ocasión de patinar en pareja y encontré a la compañera perfecta». A pesar de los once años que les separan, el dúo que forma con Laura Maeso (17) ya suena a nivel internacional (fueron séptimos en el último Europeo) y dentro de dos semanas acudirán al Mundial. «Es una maravilla competir con él, me aporta mucha tranquilidad y experiencia y mejoramos cada día. No creo que yo sola hubiera progresado tanto. Vivimos en Italia, donde el patinaje es muy importante, y nos preparamos como auténticos profesionales», señala la madrileña. De cara a los próximos Juegos Olímpicos, hay varios deportes que tendrán modalidades compuestas por hombres y mujeres, aunque no necesariamente como «partenaires». En Tokio 2020 se van a poner de moda los relevos mixtos, como en sucederá en atletismo (4 x 400), natación (4 x 100) y triatlón. Será una oportunidad de convencer al espectador de que el esfuerzo es el mismo y de que unir, suma. Javier Gómez Noya defiende esta nueva opción de disfrutar del triatlón, «porque es muy espectacular y disfruto mucho viendo los relevos mixtos. Estas carreras son estupendas, porque son muy atractivas y bonitas de ver». Pese a ello, el gallego no está muy convencido con las reducidas distancias elegidas para Japón, ya que «pruebas de 17 minutos desvirtúan lo que significa este deporte de resistencia». No menos llamativo será el caso del judo, donde tres hombres y tres mujeres sumarán sus puntos para una categoría conjunta. En el programa de invierno también se utilizan todos estos métodos, desde los equipos (curling o patinaje), a los relevos (biatlón o luge). Subir de nivel Casi todos los deportes comienzan a practicarse sin delimitar los sexos. En multitud de actividades las niñas demuestran que pueden ganar títulos y es habitual que futbolistas de edades tempranas jueguen, compitan y ganen en ligas masculinas. Pero a partir de la adolescencia sus caminos se separan y luego la fórmula mixta no siempre es válida como norma. «Cuando empecé no había categoría femenina y gané a chicos que luego me superaron cuando éramos júnior –explica la surfista Garazi Sánchez–. Sobre una tabla lo importante es la toma de decisiones y la experiencia y eso no depende del físico. La competición mixta en este caso no creo que tuviera sentido, pero sí lo de fomentar la profesionalización de las mujeres. Subiríamos de nivel». Es más, hay deportistas que compiten desde siempre en una categoría mixta por costumbre, como en la hípica. De hecho, es que no hay separación entre hombres y mujeres en la clasificación y cada uno tiene la visibilidad que se merece. «No hace ninguna falta separarnos. Es un deporte de habilidad, técnica y sentimientos», zanja Beatriz Ferrer-Salat. «Me gusta mucho mi especialidad precisamente por eso, porque compites contra hombres al mismo nivel, sin ningún sentimiento de inferioridad. Aquí ser hombre no da ninguna ventaja. Gana quien lo hace mejor y punto». Ni se ve raro ni se observa con recelo la presencia de las mujeres y los hombres en la misma competición. Es la normalización más absoluta gracias al deporte.
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