Es complicado encontrar en la historia del Real Madrid un futbolista que haya generado sentimientos tan ambivalentes como Gareth Bale. Héroe de la décima Champions, junto a Ramos, y de la decimotercera, como mayores alegrías de su paso por el club. También una icónica carrera en la que aplasta por velocidad a Bartra y acaba marcando el gol decisivo en el 90 en una final de Copa contra el Barça, acción que estará para siempre en la memoria del madridismo. Estos y otros muchos momentos de felicidad le ha dado Bale al equipo blanco, pero sus últimos cuatro años, desde aquella chilena gloriosa en Kiev han ensombrecido, y mucho, no solo su paso por el Madrid sino su carrera.
Elegido para ser el sucesor de Cristiano, pronto dimitió de aquella misión. Su endeble musculatura, su fina línea de resistencia al dolor y la falta de apego hacia su profesión y hacia la empresa que le paga han ido dibujando un Gareth Bale antipático y alejado de los valores que debe tener un jugador del Real Madrid. Incluso hasta sus más firmes defensores, como el presidente Florentino, han acabado resignados. También la gran mayoría de sus compañeros, que han hecho todo lo que ha estado en su mano para sacar de Bale su mejor versión, dentro y fuera del verde, pero no ha sido posible. Introvertido y temeroso a la hora de hablar en castellano, le encanta Madrid como ciudad y todo lo que en ella se vive, pero el problema no es el dónde, sino el qué. La prioridad de Bale no es el fútbol, y solo se enfoca en él cuando está Gales de por medio. Un futbolista que se entrena, o se recupera de una lesión en el Real Madrid, y luego juega con Gales. Esa es la sensación que se tiene en la entidad merengue desde hace mucho tiempo.
En esta, su última temporada una vez que acaba contrato el próximo 30 de junio, el papel de Bale es el más triste de sus nueve años en el club. Apenas 193 minutos jugados, todos ellos en las primeras jornadas de Liga. No se viste de corto desde el 28 de agosto, en el Villamarín, ante el Betis. Esta tarde, 145 días después y varias lesiones y molestias por el camino, vuelve a estar en una lista: «Bale está bien y todo jugador que está en la convocatoria tiene posibilidad de jugar desde el principio, durante el partido o puede que no jueguen, pero él está listo para jugar», contó ayer Ancelotti en la comparecencia previa al duelo de octavos de Copa contra el Elche.
El italiano es el único que aún cree en el galés. Es bueno hasta para eso. Ancelotti confía en que aparque por fin sus crónicos problemas físicos y pueda, al menos, estar a su disposición estos últimos cuatro meses de temporada. La velocidad y el gol que atesora el galés es idónea para el estilo que está proponiendo Ancelotti en muchos de sus partidos. Es consciente que no es un modelo de profesional, pero el técnico blanco considera que la repesca de finales de marzo para ir al Mundial, momento en el que Galés se jugará su presencia o no en Catar, puede ser el acicate perfecto para que se ponga las pilas y, de ello, se pueda beneficiar el Madrid. La Copa, y partidos de Liga ante rivales menores pueden quitarle carga de minutos a ciertos titulares y, a la vez, rodar a Bale con el objetivo de sumarle a la causa común.
¿Y qué será de Bale a partir de verano? El propio jugador ha generado mucha intriga con su futuro y gente que le conoce no descarta que acabe colgando las botas si, finalmente, Gales no va al Mundial, pero nada se sabe realmente. Es imprevisible saber qué quiere hacer Bale con su vida profesional. De momento, de soslayo, entra en su recta final con el Madrid y, ya veremos, si con el fútbol.
