La Copa del Rey también pasa por encima de un Atlético inerme, de nuevo superado por su fragilidad defensiva, incapaz de reaccionar y sumido en una crisis sin precedentes en la era Simeone. Celebra en cambio la Real Sociedad, que tampoco necesitó echar mano de grandes alardes para someter a un rival desplomado. Con ambición y confianza tuvo más que suficiente. El equipo vasco estará en el bombo de los cuartos de final mientras que los madrileños afrontan otra semana complicada, obligados a revisar sus códigos internos por la increíble empanada mental que llevan encima.
San Sebastián dispensa un recibimiento hostil al Atlético, y no solo dentro del terreno de juego. La histórica enemistad entre las aficiones se hace evidente en la llegada del autobús de los rojiblancos, que es recibido a pedradas. El balance de daños incluye tres cristales rotos y un hincha en el hospital con una herida en la cabeza. Se suceden las cargas policiales y las carreras en los aledaños de Anoeta para recordar, una vez más, que el fútbol está lejos de librarse de los violentos.
Simeone, desafiante desde la parte delantera del bus, el primero en poner la cara cuando las cosas vienen duras, accede al recinto visiblemente enfadado por la encerrona. No son días fáciles para el argentino, a quien no le salen los números por muchas pruebas que haga. Y la de Anoeta es otro examen de altura. Obsesionado por el agujero defensivo que desangra a su equipo recupera una defensa de cuatro, entrega la batuta al mexicano Herrera y vuelve a confiar en la dupla ofensiva formada por Correa y Joao Félix.
No cuenta el escudo
Bajo los focos del remozado estadio guipuzcoano llama inmediatamente la atención la equipación completamente roja del Atlético, con una camiseta adornada con el escudo histórico que paseó el club hasta 2017 y que una buena parte de la afición colchonera pelea por recuperar. A muchos les entra la nostalgia y se les cae una lagrimilla al verla.
La novedad en el uniforme no espolea a los visitantes, a merced de una Real más viva en los primeros minutos. No se ve a ese Atlético rebelde y ambicioso que reclamaba su entrenador en la previa, con colmillo y picardía. El primer aviso lo dan los de Imanol con un disparo de Januzaj que sale rozando el palo y deja en evidencia la falta de autoridad de los colchoneros en su propia área.
Tampoco se impone el poblado centro del campo rojiblanco, donde impera el criterio de Mikel Merino. El internacional se basta y se sobra para mantener el control del juego, pero la Real no insiste en su acoso y permite estirarse a su rival. La réplica del Atlético llega con una carrera de Carrasco que sorprende a los centrales. El belga exhibe su regate antes de estrellar su disparo en el larguero. No hay mucho más en ese aspecto. Joao y Correa solo aportan su movilidad. Ínfimo bagaje para un equipo que no está para concederse según qué alegrías. No se observa un problema de actitud, sino de falta de ideas.
Los fantasmas del Atlético tardan media hora en hacerse presentes. El gol realista llega, cómo no, en un centro lateral. Es Zaldua quien la pone desde la derecha para que Januzaj imponga su cabeza. De nada sirve que el extremo realista esté rodeado por Vrsaljko, Herrera y Felipe, que apenas sí son capaces de estorbarse unos a otros. Es la tónica de un año traumático en el que los de Simeone han convertido su principal virtud en el mayor de sus defectos. Solo así se explica que a estas alturas lleve casi tantos goles en contra como en toda la temporada pasada. Ni una sola vez ha sido capaz de dejar su portería a cero lejos del Wanda Metropolitano. Su tembleque se aprecia a kilómetros de distancia. De ello estaba advertida la Real, que convierte cada balón parado en una batalla de empujones y codazos en el área, buscando resquicios, nervios y milímetros de más por ganar en la posición.
La reacción rojiblanca tras el gol no es tal. La Real da un paso atrás y solidifica su retaguardia para alcanzar el descanso con ventaja. Joao Félix aún es capaz de romper un zurdazo contra el palo de la portería de Remiro, pero en una acción ya anulada por fuera de juego previo.
El mazazo le llega al Atlético nada más volver de los vestuarios. Felipe cede ante la presión de Oyarzabal y comete otro error grosero que acaba aprovechando Sorloth para fusilar a Oblak.
Las carencias en el juego del Atlético imponen cambios y Simeone saca lo que tiene en el banquillo, que tampoco es demasiado. Salen de golpe Lemar, Suárez y Cunha en busca de una remontada que nadie cree. Imanol también mueve sus piezas y los cambios incluso parecen sentar mejor al equipo que va por delante. Rafinha, que ahora es Rafael en la camiseta, suple a Silva y da el empaque necesario para que los blanquiazules no sufran.
Languidece el duelo sin un arranque de orgullo en el Atlético y está más cerca el tercero de la Real. Acaba el duelo con la segunda decepción de la semana para la afición colchonera. Les queda la Champions, aunque visto el nivel actual de su equipo parezca una quimera, y la obligación de mantenerse entre los cuatro primeros de la Liga al final del curso. Les espera un calendario de aúpa.
