El legado de Paco Gento no queda solo en las seis Copas de Europa y doce Ligas, entre otros trofeos, que deja en las vitrinas del Real Madrid, al que siguió vinculado tras su retirada. El mito blanco tuvo también un papel institucional porque ejercía como presidente de honor desde octubre de 2016, cuando Florentino Pérez sometió a votación su nombramiento, aprobado por abrumadora mayoría. Tras la muerte de Di Stéfano (julio 2014), hubo un ‘impasse’ de dos años en los que la entidad no tuvo oficialmente a nadie en ese cargo, aunque oficiosamente era Gento quien ejercía como embajador en Europa, tarea que desempeñaba ya desde 2001.
«Más allá del palmarés, tú representas los valores del Madrid, eres parte de este escudo y permanecerás para siempre en el corazón de todos los madridistas del mundo. Sé que Di Stefáno estaría orgulloso de que tú asumas la presidencia y, por eso, propongo a Francisco Gento como presidente de honor del Real Madrid». Aquellas palabras de Florentino acabaron con una atronadora ovación y un sí aplastante. No ha estado demasiado tiempo en el cargo, poco más de cinco años, y la gran mayoría de ellos limitados por su delicado estado de salud, pero esos años han sido suficientes para comprobar el amor del madridismo hacia Gento, y viceversa. «Me apasiona el fútbol y el Real Madrid por jugadores como Gento, al que vi desde que era un niño con tan solo cuatro años cuando mi padre me llevaba al estadio Santiago Bernabéu», reconoció ayer Florentino Pérez en un sentido mensaje de despedida. Los jugadores de la plantilla blanca, clubes como el Barcelona o el Atlético de Madrid e instituciones como la FIFA, la UEFA o la Federación Española, mostraron a lo largo de la jornada su pésame por la muerte de un personaje de talla mundial.
Entre otros actos institucionales, a Gento se le recuerda en la entrega del último balón de Oro a Cristiano Ronaldo, en 2017, en el sorteo de entradas de la final de Cardiff, en la entrega anual de insignias de oro y brillantes, y en las comidas de Navidad junto a las plantillas de fútbol y baloncesto, pero poco más. El cántabro era una persona especial, que huía del foco y se resguardaba en la intimidad y privacidad de la familia y amigos. «No he sido nada presumido. Igual podía haberlo aprovechado mejor, pero como soy así, de pueblo, ahí me quedé. Ahora con esto del cargo parece que estoy jugando. Todos me saludan y ya me llaman presidente», dijo en una entrevista poco después de suceder a Di Stéfano.
La socarronería era una de sus virtudes. En mayo de 2016, en un acto con el Madrid, explicó con humor el motivo de las dos tarjetas rojas que recibió en su carrera, con más de 600 partidos defendiendo al Real Madrid. La primera fue en San Mamés, la segunda, en Atocha. «Irulegui me estaba sacudiendo, así que me volví y le di, pero luego le pedí perdón», desveló entre risas al recordar aquel partido ante la Real Sociedad.
Adoraba hablar de fútbol. A diferencia de Di Stéfano, cuya relación con los jugadores estaba más orientada a anécdotas de su época, a Gento le gustaba charlar de fútbol con ellos. El vestuario se quedó ayer impactado por su fallecimiento, como ocurrió hace siete años y medio con la muerte de Di Stéfano. Fue emocionante el minuto de silencio guardado en su memoria en Valdebebas, como también lo fue la capilla ardiente que ayer permitió al madridismo despedirse de Gento. Desde las 10.00 y hasta las 13.00 horas de este miércoles, todo aficionado que quiera decir adiós a la leyenda blanca puede acudir al Santiago Bernabéu para hacerlo. El entierro tendrá lugar posteriormente en su pueblo natal, Guarnizo, en la más estricta intimidad por expreso deseo de la familia.
