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El resurgir de Serena Williams

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«No es un secreto que tuve un parto muy complicado. Con una embolia pulmonar. Tuve cuatro operaciones. Esa fue mi rutina en esos momentos. Por todos los problemas sanguíneos hubo momentos en los que estuve a punto de no contarlo. Apenas podía llegar al buzón de mi casa. Ahora estoy en una final, pero hace menos de un año estaba pasando por muchas cosas. Fue y es muy duro mentalmente. Es curioso pero me costó más esa recuperación de lo que pensaba». Habla Serena Williams y enmudece la sala. Es el testimonio de unos meses muy oscuros de su vida que hoy ha sabido convertir en luz. De nuevo brillante en la pista, celebra con alegría desbordante protagonizar la décima final de Wimbledon de su carrera. La primera después de ser madre. La primera después de un proceso muy difícil del que ahora se siente orgullosa de haber luchado. «No sé si ha sido lo peor que me ha pasado nunca porque tuve a Olympia. Así que, por un lado es, de lejos lo peor, y por otro, de lejos lo mejor que me ha pasado en la vida». Esta edición de Wimbledon es el cuarto torneo que disputa desde su vuelta a las pistas. Ninguno de los anteriores pudo arañar mucho más que los cuartos de final de Roland Garros, donde se retiró antes de enfrentarse contra Maria Sharapova por un dolor en el pecho. Pero en la hierba del torneo londinense ha conseguido que su cuerpo, su tenis, su mente y su ambición se alineen en pos de un objetivo que mantuvo aparcado durante los dieciséis meses que se dedicó a ser mamá. Está en la final, donde se enfrentará a Angelique Kerber. Batalladora y experimentada también en Grand Slams porque ya tiene dos títulos: US Open y Australia, ambos en 2016, y este último, ganado, precisamente, a Serena Williams. Pero fue la estadounidense quien venció, curiosamente, la última vez que pisó la hierba del All England Tennis Club antes de quedarse embarazada. Ese mismo 2016 en el que conquistó su séptimo título en Wimbledon, el grande número 22 de su carrera. Williams todavía tendría tiempo de ganar uno, en Australia 2017, ya con 20 semanas de gestación. Otra lección más para recordar que la maternidad no está reñida ni con el éxito ni con la profesionalidad. «Me siento muy orgullosa de ser un modelo para los demás. Siempre he querido y quiero seguir siéndolo. Es uno de los objetivos de mi vida. Pero no me siento ninguna realeza en Wimbledon. Al final, solo soy yo. Es una actitud que siempre he querido mantener, algo que quiero enseñar a mi hija es a tener humildad». Esa humildad se le ha ido de nuevo en la pista, atronadora con su servicio y con su derecha, sigue sin necesitar moverse demasiado para doblegar a sus rivales: Rus, Tomova, Mladenovic, Rodina, Giorgi, Goerges. Nombres de ayer y de hoy que han pasado por su rodillo. Como siempre. Aunque ella no lo sienta así. «Escuchar a la gente decir que soy la favorita y que esto de llegar a la final es lo normal… para mí es algo increíble, para nada lo normal. Los últimos dieciséis meses he jugado cuatro torneos y he llevado a un ser humano durante la mitad de ese tiempo. Hace un año todavía estaba embarazada. Es increíble». Sobre todo si se subraya que en marzo la estadounidense estaba en el puesto 491, que aterrizó en Wimbledon como 181 del mundo -cabeza de serie número 25 porque el torneo mide como tradición el palmarés y no el ranking actual- y que, si gana, amanecerá el lunes en el puesto 19. Sobre todo si se observa que cumplirá 37 años en septiembre, con más de 20 años como profesional (desde 1995), 312 semanas como número 1 y 72 títulos individuales y 23 de dobles. En la final de un Grand Slam por trigésima vez en su carrera, está a un paso de alcanzar a Margaret Court con 24 títulos de Grand Slams. Y con muchas ganas de seguir sumando. «Solo son números. No pienso en llegar a este o a este otro. Yo lo que quiero es seguir y ganar todos los que pueda. No quiero limitarme», aseguró como amenaza. Recuperado el cuerpo, la confianza y el hambre, Williams sigue creciendo, en la pista y fuera de ella. Gane o pierda tendrá alguien que la abrace sin juzgar su partido. «Ser madres es genial, tienes un apoyo incondicional y lleno de amor. No puedo describirlo. No piensas lo que hay hasta que ocurre». Gane o pierda el estirón en el ranking y en la confianza la llevará en volandas a luchar en el US Open. Gane o pierda, el ejemplo que siempre ha sido multiplicará su valor, para el deporte, para las mujeres, para sí misma.
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