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Esto es lo que tiene que hacer Jon Rahm para ser número 1

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¿Qué significado tiene ser el número uno del mundo? En deportes como el fútbol, el baloncesto o el balonmano se podría equiparar con reinar entre un campeonato mundial y el siguiente; en otros, como el automovilismo, el triatlón o el motociclismo, terminar en cabeza en la clasificación anual. Sin embargo, para el tenis y el golf ser el primero del ranking tiene un valor especial, pues entran también en juego los resultados del año anterior (raqueta) o de los dos previos (palos). En lo que respecta al golf, la lista mundial tiene una vida muy corta en relación a la secular historia del juego. Se instauró en 1986 a raíz de la revolución surgida en el golf internacional desde hacía una década de la mano de Seve Ballesteros. Al sempiterno dominio de los estadounidenses le empezaron a salir aristas desde otras partes del mundo (Europa, Australia, Sudáfrica o Zimbabue) y tuvieron que idear una fórmula para empezar a evaluar lo buenos que eran los demás. Dado que las únicas varas de medida eran las listas de ganancias y que la movilidad entre los circuitos americano y europeo estaba muy restringida, los de este lado del Atlántico siempre estaban en desventaja a la hora de poder apuntarse a los grandes eventos de allá. Por ejemplo, una estrella de la época como Manolo Piñero (con nueve títulos europeos, dos mundiales y dos Ryders en su palmarés) solo puedo jugar una vez el Masters, y por invitación. El mejor, sin discusión Hasta esa época, la discusión acerca de quién era el mejor golfista del mundo se zanjaba por dos vías: o por el número de majors (lo que siempre favorecía a Jack Nicklaus) o por el que líder de ganancias estadounidense. Desde la instauración del nuevo sistema se le dio mucha más universalidad a la tabla al puntuar los campeonatos de todo el planeta. Y, con resultados ponderados de tres temporadas, resultaba mucho más justo. Así, los grandes nombres empezaron a aparecer en cabeza independientemente de donde compitieran, aunque la gran parte del pastel se dirimía en el PGA Tour. En los 34 años de funcionamiento del modelo no han sido muchos los nombres capaces de subir al trono y, mucho menos, de mantenerse en él mucho tiempo. Aunque el primero en aparecer fue Bernhard Langer, el gran dominador inicial fue Greg Norman, que lo ostentó durante 331 semanas, seguido de Nick Faldo (97), Ballesteros (61) e Ian Woosnam (50), demostrando el poderío de los europeos de la época. También asomaron Nick Price (44) y los estadounidenses Fred Couples (16) y Tom Lehman (1), los únicos capaces de defender el honor de su país hasta que llegó el fenómeno Tiger Woods en 1997. Desde entonces ha ocupado el primer puesto 683 semanas (más de trece años). El dominio del Tigre fue tan abusivo que muy pocos hombres se atrevieron a toserle. Sólo David Duval (15), Ernie Els (9) y Vijay Singh (32). Ha sido en los últimos años, ya con el mito mermado de condiciones, cuando se ha abierto la veda en una lucha semanal por el puesto. En estos tiempos han estado arriba nombres de estilos tan diversos como Dustin Johnson (95), Luke Donald (56), Brooks Koepka (47), Jason Day (51), Martin Kaymer (8), Lee Westwood (22) o Jordan Spieth (26). Hasta llegar al actual, Rory McIlroy (101), que consolidado en la tercera plaza histórica por detrás de Woods y Norman lleva tiempo haciendo honor a lo que decía el Tiburón australiano. «Ser número uno es mucho más que ser el primero del ranking. Significa ser el embajador del golf en el mundo y hay que cambiar tu vida para entregarte a ello», comenta cada vez que se le recuerda su época dorada. Como hicieron durante toda su vida, aun sin ostentar el galardón, los tres grandes del imaginario golfístico, Nickalus, Arnold Palmer y Gary Player. Esta semana, ocasión en Colonial Por eso tiene tanta importancia que Jon Rahm acceda al número uno cuanto antes. Puede ser esta misma semana si gana en Colonial y Rory acaba quinto o peor, o en las sucesivas. El plantel en Fort Worth es de lujo (con dieciséis de los primeros veinte del rankin jugando a puerta cerrada) y hay muchos puntos en juego. El vasco tiene clara su misión y sabe que está aquí para dejar su huella. «Ser número uno no es el objetivo, sino la consecuencia de haber hecho bien el trabajo; de lo que se trata de transmitir los valores de nuestro deporte y confiar en los niños, que son el futuro». Palabra de Jon y de su admirado Seve.
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