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La partida de ajedrez de la guardia pretoriana

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La partida se ha jugado hasta el minuto 93, con momentos de locura y de ansiedad. Hoy los partidos nos dirán quién ha ganado y quién perdido. Todo baladí, porque la respuesta final llegará el 10 de noviembre. Hoy nadie se fía de nadie. A partir del 11-N, veremos. La nueva política, Ciudadanos y Podemos, ha perdido claramente la partida. No ha asumido todavía que el 28 de abril y el 26 de mayo se llevaron la peor parte. Que su ansiado «sorpasso» ha quedado en agua de borrajas, aunque sus líderes vean manantiales de aguas cristalinas. Rivera, con nocturnidad y alevosía, presentó una nueva propuesta-trampa para salvar los muebles. Sus muebles. Iglesias ha jugado ser el David contra Goliat, pero David gana pocas veces. Normalmente, Goliat se lo lleva sin bajar del autobús.

Sánchez ha colocado a Iglesias y Rivera donde quería. En el regate corto, en el juego bronco. Y también donde quería Casado, que no se ha dejado engatusar por el canto de la sirena Rivera, y se ha posicionado con Sánchez. Unas nuevas elecciones hacen prever que el bipartidismo resurgirá de sus cenizas. A Sánchez le sonríen las encuestas. A Casado le sonrió Rivera y, como en el tute, arrastró y cantó las cuarenta, llevándose la partida postelectoral con un botín que no se esperaba tras el fracaso electoral de la nueva infantería popular. Su último golpe de efecto si hubiera visto la luz hace semanas le habría permitido evitar una crisis interna y dar todo el poder al que en teoría es su principal adversario. Hoy es un puro efecto de artificio, con mucho ruido y pocas nueces.

Sánchez planificó desde La Moncloa su estrategia. Ganó el 28-A y el 26-M. De forma insuficiente, pero ganó. Necesitaba un gobierno fuerte y con garantías para afrontar los tres grandes colosos que amenazan en el horizonte cercano. Brexit, sentencia a los presos del 1-O y recesión económica, que avanza con enormes zancadas si nos atenemos a los acontecimientos del Golfo Pérsico que pondrán en jaque la mermada caja del Reino de España porque el petróleo es ya caro, y lo será más. Y eso que la guerra comercial China-EE UU está en un momento de «impasse», pero amenaza con volver con mayores tensiones.

Su estrategia se basaba en constituir gobierno, cuanto antes, pero sin rémoras. Sin la necesidad de los independentistas por lo que pedía la abstención de PP y Ciudadanos. Hicieron oídos sordos ambos partidos porque daban por cerrado un pacto con Podemos. Sin embargo, Iglesias estiró más el brazo que la manga. Puso precio a su apoyo esperando que el PSOE cedería a sus pretensiones de formar un gobierno dentro del gobierno manteniendo una posición institucional al tiempo que lideraría todas las manifestaciones.

Pedro Sánchez no mordió el anzuelo. Su guardia pretoriana se mantuvo unida. Carmen Calvo, vicepresidenta, asumió en primera persona las negociaciones con Podemos. Algunos en la formación morada son taxativos: «Quizá el primer error de Pablo fue poner como negociador a Echenique. Era la garantía del fiasco», apuntan. Y si no que se lo digan a Calvo. Adriana Lastra, portavoz parlamentaria, que trataba de imponer sosiego y puentes abiertos con el resto de formaciones. José Luis Ábalos, al frente de Fomento y de la maquinaria del partido con el apoyo inestimable de Santos Cerdàn, su mano derecha y uno de los arquitectos del acuerdo en Navarra. María Jesús Montero, ministra de Hacienda, y a decir de todos, valor en alza que puede asumir más altas responsabilidades tras el 11-N.

Y, el hombre más denostado, más odiado, del entorno presidencial, Iván Redondo. El jefe de gabinete del presidente del Gobierno ha recibido todos los dardos, ha sido víctima de juego sucio, y ha recibido las peores críticas de los oponentes. Hasta se ha dicho que ha perdido la confianza del presidente. Si recibir llamadas de «Pedro» desde las siete de la mañana hasta entrada la noche es perder la confianza sí, la ha perdido. Para Iglesias es el gran culpable, pero Redondo no toma las decisiones en el PSOE, las toma el secretario general y las asume el partido. Iglesias, quizás, está acostumbrado a ejercer el poder de otra forma. Y Rivera no digamos, si tenemos en cuenta que su ejecutiva no tenía ni idea del golpe de timón del lunes.

El núcleo duro de Sánchez ha sorteado los ataques, firme su estrategia de ajedrez. El jaque mate es la última jugada y hasta entonces hay que mantener el sosiego y la destreza, para jugar el último minuto. Si ha sido acertada, la respuesta el 10-N. De momento, sale con la formación bien pertrechada. Otros han perdido la reina y las torres en la previa de la nueva partida que empieza hoy.

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