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Cuando Kelela amó al Primavera

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¿Cómo se rompen moldes? Haciendo que cualquier discurso clasista se venga abajo. Amaia entró en el Primavera Sound por la puerta de atrás y se fue por la puerta que le dio la gana, pues le hicieron la ola. Había dicho por la tarde que «hay que romper estereotipos» y que no había ninguna razón real para que «alguien salido de un talent show» no pudiese ir al Primavera.

Y luego lo demostró. Claro, el snobismo sólo queda bien para el ajedrez. Amaia, de ajedrez, ni idea, pero sí supo hacer suyo un repertorio tan hetereogéneo como muy suyo, pasando de la canción española a clásicos indie o los mismísimos Beatles, palabras mayores. Sentada en su piano, apareció sola con un standard bluesistico. «Bueno, es mi primer concierto y no sé bien que hacer. Bueno, yo canto y ya está», dijo y no tuvo que decir más, el público indie se rindió a sus pies. Luego apareció la Free Fall Band, cogió su guitarra, y se puso intensa y divertida para demostrar que en el año de la heterogénea, sí tenía su hueco en el Primavera.

Y si ahora nos ponemos flamencos, con jaleo, quejío y cachondeíto. Así arrancó ayer el festival, con el clasicismo de roca del Capullo de Jeréz gritando: «¡viva la música, caramba!».

Con formación académica, cajón, guitarra y palmero, el cantaor hizo un viaje por el corazón de los palos flamencos y consiguió que la anécdota se convirtiese en categoría. Oír a dos daneses y un chino gritar ¡oule! no tiene precio. Capullo de Jeréz es el cantaor de lo concreto, de esas historias de bar y sabiduría popular, y eso hace de su cante algo próximo y conmovedor.

No necesita a Lorca para ser el más poético de todos. «El hombre sin la mujer no es nada, aaaii, porque la mujer es la que manda», gritó en soniquete y las palmas del público del Auditori se oyeron hasta en la casa del hombre sin manos y sin mujer, que volvió a creer en los milagros y que siempre se burlaban de él. Empezar con gol por la escuadra siempre da mucha moral.

Psicodelia

Pero no sólo de flamenco vive el hombre y la primera jornada grande del Primavera lo dejó claro, de la psicodelia wah wah de The Zephyr Bones, al rock histérico de Ezra Furman.

No existe el rock histérico, por supuesto, esto de las etiquetas está cada vez más difícil, pero sí existe un histérico haciendo rock, así que... ¡¡¡¡Qué!!!! Nada señor Ezra Furman, que es usted un fenómeno, divertido, exagerado y megalomaníaco, como el hermano demente de Mika. Un buen concierto, en definitiva.

Y si nos ponemos ahora jazzeros, con gafas de sol, libertad, ritmo y reclamando formar parte de la leyenda. El Primavera volvió a cambiar de registro con Art Esemble of Chicago, emblema del free jazz de los 60.

El Auditori se llenó como en las grandes ocasiones, pero también se vació con rapidez. Una pena, porque lo que al principio parece música para atrapar moscas, un desordenado mareo instrumental, pronto va dejando las bases de un lenguaje propio que inmiscuya y acaba por hacerte partícipe, como uno de esos violentos ritos de iniciación en el que el joven se gana el derecho de formar parte de la tribu.

Así acabaron las mil personas que se quedaron hasta el final, salvajes y realizados, en una experiencia formativa de impacto. Los Art Ensemble of Chicago siguen siendo sumos sacerdotes.

Volver desde allí al rock cabaretero con tintes electro de Sparks, todos vestidos con elegantísimos trajes rosas y peluquines negros, parecía que hubieses sufrido una regresión temporal a una función escolar donde lo que toca es ser condescendiente y aplaudir. Morir por comparación es lo más triste que hay. Mejor estuvieron Twilight Sad y su indie pop emocional. No hay nada que exorcice mejor los demonios que llorar un poco al atardecer.

Todavía mejor estuvieron las californianas Warpaint, que hicieron toda una demostración de delicadeza incluso con un acomple de sonido que hizo que por un segundo aquello fuera Vietnam. Su rock lleno de sutileza demostró que las guitarras agitan más por dentro que por fuera. Su menos es más convierte cada punteo en un abrazo que invita a seguir adelante, pase lo que pase.

Y entonces apareció Kelela, diosa de blanco que convirtió su R&B hipnótico en una maravilla de la sutileza y arquitectura de abracadabra.

Su música es nocturna, de espacios cerrados, así que tocó demasiado pronto en un sitio demasiado grande, pero su poderosa voz consiguió abrir cúpulas y hacer que el eco de su voz te cubriese por completo.

Así se hizo de noche, antes de los esperados Björk y Nick Cave acaparasen todas las miradas. Hasta aquí flamenco, free jazz, Operación Triunfo, R&B, cabaret y claro, rock, pop y electrónica. Quién se sienta desplazado que levante la mano. ¿Nadie? Eso es bueno. La primera jornada grande del Primavera demostró que aquí cabe todo el mundo, o al menos lo parece, porque había una de gente... Si todos fueran cocos, serian tantos cocos, es divertido pensarlo.

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