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La ruta fantasma del embalse de Yesa

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Tres pueblos olvidados, una aventura en solitario y el susurro del Pirineo que aún resiste el paso del tiempo

Hay lugares que no aparecen en las guías, sendas que el tiempo ha borrado y voces que se apagaron sin hacer ruido. En esta ocasión, me lancé a descubrir uno de esos rincones que combinan historia, emoción y aventura sobre dos ruedas: los alrededores del embalse de Yesa, en la frontera entre Aragón y Navarra. Un lugar donde la belleza del paisaje convive con la nostalgia de los pueblos abandonados. Donde el rugido de una bicicleta rompe el silencio de décadas de olvido.

Este no era un viaje cualquiera. No buscaba simplemente trazar líneas en el GPS o coleccionar descensos. Buscaba conectar con algo más profundo. Quería pedalear sobre memorias olvidadas y escuchar lo que los muros derruidos aún tuvieran por contar.

El origen del silencio

Mi ruta comenzó temprano, con el sol apenas asomando entre las cimas del Pirineo. La niebla matinal flotaba sobre las aguas turquesas del embalse de Yesa, conocido por muchos como el “Mar del Pirineo”. Este mar artificial, nacido a mediados del siglo XX, anegó valles, alteró rutas históricas y forzó el abandono de varias localidades. Entre ellas: Ruesta, Tiermas y Esco, los tres pueblos que decidí visitar.

Estos núcleos, antaño llenos de vida, fueron sacrificados por un plan hidráulico que prometía regadíos y electricidad a costa de historia y raíces. Hoy, son esqueletos de piedra en pie que resisten como pueden al paso del tiempo.

Ruesta y su castillo
Primera parada: Ruesta, la fortaleza que no se rinde

Accedí a Ruesta desde una pista forestal que serpentea entre pinos y bojes. La subida no es técnica, pero sí exigente. Cuando por fin apareció ante mí la silueta del castillo medieval que corona el pueblo, sentí que había cruzado un umbral invisible. Aquí, el silencio es casi solemne.

Ruesta fue un punto clave en el Camino de Santiago. De hecho, aún se pueden ver los restos de la iglesia de San Pedro, y algunas casas rehabilitadas que dan servicio a los peregrinos más intrépidos. Pero más allá del turismo, hay algo magnético en este lugar. Cuenta la leyenda que en sus últimos días, antes del abandono forzoso en 1959, un grupo de vecinos organizó una última misa colectiva en la plaza, como forma de despedida de siglos de historia. Se dice que algunos se negaron a marcharse, resistiendo incluso con los pies en el agua mientras el embalse subía.

Tiermas y su Iglesia
Tiermas: aguas termales y recuerdos sumergidos

Continué bordeando el pantano, entre pistas de tierra gris y senderos poco transitados, hasta llegar a Tiermas. Aquí, la bici se convierte en testigo de contrastes: ruinas frente a las aguas tranquilas del embalse, árboles colonizando tejados, chimeneas que aún apuntan al cielo.

Lo más singular de Tiermas es que cuando el nivel del agua baja, afloran las antiguas termas romanas, y los locales de la zona acuden como si fuera un ritual. En sus aguas calientes, dicen, uno puede escuchar las risas de generaciones pasadas. En verano, los muros de la vieja balneario emergen como un susurro del pasado que se niega a desaparecer.

Montar en bici por estas calles cubiertas de maleza es como entrar en un museo a cielo abierto, sin carteles ni normas. Solo tú, tu bici y el eco de lo que fue.

Esco MTB y leyendas
Esco: el último bastión

Mi ruta terminaba en Esco, probablemente el más impactante de los tres. Situado en una colina, con vistas panorámicas del embalse, este pueblo parece salido de una película postapocalíptica. La vegetación ha invadido sus calles, pero muchas casas mantienen aún su estructura. Aquí, la bici me obligó a desmontar varias veces, no por dificultad técnica, sino por respeto. Sentí que debía caminar en silencio.

En una de las casas, entre escombros, encontré una antigua bicicleta oxidada. ¿A quién pertenecería? ¿Un niño que nunca volvió? ¿Un pastor que recorría estos montes? Aquella imagen, más que cualquier palabra, me recordó por qué monto en bici: para conectar con lugares, con personas, con historias que aún laten aunque nadie las escuche.

Search & Ride DAVID CACHON
La ruta fantasma del embalse de Yesa

Volví a la furgo con el alma llena y las piernas reventadas. La ruta no fue fácil: unos 45 km con bastante desnivel acumulado, tramos técnicos, senderos poco transitados y muchas emociones. Pero lo que me llevé no se mide en metros ni en vatios. Me llevé la certeza de que el MTB puede ser una herramienta para recuperar memoria, para dar voz a lo que el progreso silenció.

Si alguna vez pasas cerca del embalse de Yesa, te animo a desviarte, a perderte por estas sendas y a dejarte envolver por su magia. Porque hay rutas que no solo se recorren con las piernas, sino también con el corazón.

Fotos: Ismael Ibáñez

Texto & Riding: David Cachon

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