Sinner admite que pensó en dejar el tenis y desvela las molestas miradas de otros jugadores por su positivo
Jannik Sinner cuenta las horas para su regreso a las pistas, para poner el punto y final definitivo a su positivo por dopaje. Desde el lunes, en el Masters 1.000 de Roma, podrá volver a la competición, una vez cumplidos los tres meses de sanción que pactó. Ha admitido que él no quería, que es una injusticia, pero era un mal menor, además en un momento del curso en el que no se pierde ningún Grand Slam. La amenaza era que en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD) perdiera el caso y tuviera que cumplir uno o dos años, que era lo que pedía la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). El juicio iba a ser en febrero, pero unos días antes llegó el acuerdo.
Pensó en dejar el tenis
Sinner ha concedido una entrevista a la RAI en la que ha explicado cómo ha vivido todo este proceso. “Sí, sí”, respondió a la pregunta de si se le pasó por la cabeza dejarlo. El tenista italiano ya admitió que el curso pasado fue estresante. Su caso, producido en marzo, se llevó en silencio hasta que en agosto le perdonaron, aunque después quedaría otra vuelta de tuerca por el recurso de la AMA. Antes del positivo por clostebol (la defensa fue que la sustancia llegó a su cuerpo de forma involuntaria a través de la manos de un fisio), ganó el Open de Australia, primer Grand Slam de su vida, y el Rotterdam. En medio del proceso conquistó Halle y después del perdón, aunque ya con los rumores de que a la historia le quedaba otro capítulo, fue capaz de levantar el título en Cincinnati, el US Open, el Masters 1.000 de Shanghái, las ATP Finals y la Copa Davis. Fue el año de su vida, pese a todo.
Las miradas de los otros tenistas
“Antes del Abierto de Australia de este año, estaba muy descontento. No me sentía cómodo ni en el vestuario ni en el restaurante. Los jugadores me miraban diferente, y eso no me gustaba nada. Pensaba que vivir el tenis de esa manera era muy pesado”, admitió en la RAI. Fue capaz de repetir éxito en Melbourne, su tercer Grande, y ya no ha jugado más, porque llegaron los tres meses pactados de sanción. “ Lo bueno es que tuve gente a mi alrededor que me ayudó mucho. Creé mi propia burbuja donde nadie más entraba”, ha desvelado.
Le llega ya por fin el momento de jugar, y quiere coger ritmo de competición, ya que vuelve en Roma, pero antes de Roland Garros también se ha apuntado a Hamburgo. Eso sí, retomará la competición donde la dejó: como número uno del mundo, pues ni Alexander Zverev ni Carlos Alcaraz han tenido la regularidad suficiente para sacarlo del trono. Lo que no va a poder evitar el pelirrojo de San Cándido son las miradas de recelo de algunos compañeros.