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El Madrid tiene más de un problema

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PESTAÑA j20-mallorca-realmadrid-liga22/23 Crónica 4 El Madrid tiene más de un problema: se desinfla en Liga; siempre con algún fallo grave, le cuesta mantener la puerta a cero; no va sobrado de recursos ofensivos y su banda derecha es estéril; llegan las lesiones y se enfrenta, además, a un problema mayor en una Liga que, dominada por una cierta narrativa casi siempre adversa (pese a la abundancia palmeril), ha pasado súbitamente del tiquitaca (cuando había que proteger a Messi) al gusto por el bilardismo que puede representar, por ejemplo, un Aguirre. Todo es poco para parar a Vinicius, estigmatizado por bailar, sonreír, luchar y regatear. Porque regatear dejó de ser humilde. El Madrid empezaba, para colmo, sin Courtois, lesionado en el calentamiento. La sensación de debilidad aumentaba y pronto, en el minuto 13, un pase a Muriqi desde donde suelen hacer daño al Madrid , la jurisdicción del lateral derecho (ese punto en el que no queda claro si falla el lateral o el interior inexistente o los dos), un centro de Rodríguez hacia Muriqi fue rematado en autogol por Nacho, aunque la autoría 'intelectual' fuera del delantero por el buen movimiento cortando el área. Otra vez la defensa blanda blanca: Nacho no siempre cumple, pero es que estaban todos fuera de sitio: Rudiger de lateral y Carvajal de central… Concedido lo más importante, el Madrid se enfrentaba a Alcatraz. A partir de ahí, la fortaleza del Mallorca fue aun mayor. Su 5-4-1 cobró sentido. Durante unos minutos, el fútbol directo hacia Muriqi parecía más útil que el fútbol entero del Madrid cuando no cedía a la loca tentación de mandar balones a Rodrygo, el 'nueve' de la tarde. Era un fútbol previsible, interior, farragoso y sin extremo derecho, pues Asensio, titular de la plaza, se internaba en los adentros del área y la mediapunta. El Madrid parecía un mapa sin desplegar del todo. El 5-4-1 del Mallorca era, en realidad, un 5-5-1 porque el ya legendario Hernández Hernández permitía la repetición impune de faltas tácticas. Pasada la media hora sin peligro alguno, y agotadas las vías del toque razonable (los Nacho, Ceballos y Asensio de pronto no parecían tan renovables), el Madrid intentó otra cosa: Rudiger probó un chut desde Rudigelandia, Tchouaméni desde las lejanías del pivote y Valverde desde tan lejos como siempre. Sin éxito en ninguna de las tres ocasiones aunque el intento de Valverde, al menos, no impactó, como minutos antes, en las gónadas de Camavinga, que siempre parece estar pendiente de colocación. Otra opción, tiros lejanísimos aparte, eran los pases a Carvajal, esas aperturas tácticas tan previsibles y desesperantes como los discursos de Butragueño antes de los partidos. El Madrid no tiene nada en la derecha. No hay vida allí, no ocurre nada y para colmo también es un flanco débil en defensa. El Madrid llegaba al descanso comatoso, aunque recibió una banderilla que quizás le resultara estimulante: Vinicius, sin éxito hasta entonces, recibió una amarilla por una levísima falta que Maffeo exageró. Las faltas las había hecho el Mallorca, la tarjeta era para el Madrid. Tampoco esto era una novedad, ni fue una novedad la opción asumida en la segunda parte: todo por Vinicius. Por allí se cargó el juego y todo pasó por sus pies. Consiguió un penalti en el 57, cometido por Rajkovic , que luego, para sorpresa de nadie, le paró el chut a Asensio. Pero Vinicius siguió recibiendo un multimarcaje como si las Baleares se estuvieran jugando ahí el Estatuto de autonomía. Eso sí, la primera amarilla local fue vista en el minuto 60. El Madrid era Vinicius, pero medio Mallorca estaba encima de él, sin espacios, sin huecos, en uno contra todos, uno contra el mundo, con faltas y más faltas. ¿De quién es la ofuscación? ¿De Vinicius o del equipo? Aun así iba consiguiendo desbordar, reiterar, hurgar, molestar… Ancelotti optó por un movimiento paradójico, entraron Modric y Kroos para intentar un juego más preciso que debía desembocar en… Mariano. Ya parecía una excusa para que el recurso psicológico del centro no fuera del todo cómico. Para justificar lo que, de alguna forma, iba a suceder. Mariano volvió a nuestras vidas con una sofisticada coletilla, una filigrana capilar con la que parece querer impactar en el recuerdo del aficionado. En lugar de goles, complica, barroquiza su coletilla como si fuera una promesa o como si la dejara larga para escapar por ella, algún día, de su cárcel de oro en el Bernabéu… Precisión de los 'treinta y tantos' más Mariano era la oferta, pero aunque intentó un par de remates, nada pasó. El Madrid contuvo bien las contras locales gracias a un gran, paciente, y abnegado Camavinga , reubicado en el cinco y sin apenas peligro, con gran impotencia general, el Madrid, o más bien Vinicius, obtuvo el triunfo de consolación: que Maffeo, por fin, viera una amarilla en el minuto 86. Como era dudosa, o así se proclamó, aun se utilizará para alimentar la enésima polémica, convertido Vinicius, en muchos campos, en villano oficial de la Liga y 'problema' del Madrid. Qué país, Miquelarena...

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