El Barcelona, que venía de perder cuatro de sus últimos cinco partidos, salió victorioso del clásico ante el Real Madrid y se cura las penas a tres semanas de la Copa del Rey. Ganaron los azulgranas porque fueron mejores y porque supieron manejar los últimos minutos con mayor sabiduría que su rival. Un Real Madrid irregular, que por momentos pasó por encima de su rival, pero al que le faltó liderazgo en la fase final del partido.
Salió Jasikevicius jugando al despiste, con dos bases en pista de inicio y con toda su artillería en el banquillo. Era esperable lo de Mirotic, que no había podido entrenar en toda la semana por culpa del coronavirus, pero no tanto lo de Higgins y Davies. La jugada le salió bien a los azulgranas, más acertados en los primeros minutos merced a un Laprovittola valiente (cinco puntos para él) y a dos triples de Kuric (10-15, min. 6).
La reacción blanca llegó de la mano de Tavares, al que no se le notó la inactividad por el covid. El pívot jugó todo el primer cuarto sin descanso y se bastó para dominar la pintura. Un muro en defensa y una pesadilla en ataque. En sus manos creció el Madrid, que sumó catorce puntos consecutivos con la única oposición de un triple de Mirotic (24-18, min. 10). Era una apisonadora el Madrid, hasta que se paró el partido para el homenaje a Felipe Reyes. Le sentó fatal el tributo a su excapitán, ovacionado al fin por su afición, pues a partir de entonces fue el Barcelona el que llevó el peso del partido.
Los cambios no ayudaron al Madrid, que no superó la ausencia de Tavares en pista, pero tampoco la de Taylor y Yabusele. Sin ellos, el nivel defensivo se hundió y el Barcelona lo aprovechó para crecer de nuevo. El talento de Davies hizo mucho daño a los blancos. No solo por su puntería con el aro, sino por su habilidad para encontrar a sus compañeros. Se ha acostumbrado el pívot a brillar contra el Madrid, convertido en una especie de bestia negra ante la que nada le funciona a Pablo Laso. Ni Randolph, ni Poirier pudieron con su talento, sobre el que orbitó la firme remontada azulgrana.
Sanli, decisivo
El Barça se fue al descanso dos puntos arriba (40-42), que no fueron más por el pundonor de Llull. Ventaja merecida, que fue creciendo con el paso de los minutos. Porque en la reanudación siguió la exhibición defensiva de los azulgranas y el atasco blanco. El Madrid solo logró anotar cinco canastas en todo el período. Además, se encontró Jasikevicius con un Sanli desconocido, el mejor desde que aterrizó en el Barcelona. Los doce puntos del turco (muchos de ellos fabricados por un genial y motivadísimo Laprovittola en su vuelta al WiZink) en el tercer cuarto impulsaron a su equipo, que llegó a los últimos diez minutos con el partido en el bolsillo (54-63).
Habría sido así en cualquier otra cancha, pero no en la del líder. En la de un Real Madrid acostumbrado a creer siempre en la victoria. Aluchar por el triunfo hasta el último segundo. El espíritu que durante años espoleó Felipe Reyes y que volvió a aparecer en el día de su homenaje. Se lanzó a la desesperada el Madrid, que se encontró de repente con un parcial de 10-0 cimentado por Williams-
Goss y Poirier (66-68, min. 34).
Había igualado el choque el Madrid, que se vio penalizado por una antideportiva de Rudy Fernández sobre Mirotic. Se desquiciaron los blancos, más pendientes de los árbitros que de la canasta a partir de ese momento. Cinco tiros libres consecutivos de los azulgranas ampliaron su ventaja hasta los seis puntos (67-73, min. 38) haciendo casi imposible el triunfo del Madrid. Lo intentaron aún así los blancos, aunque nada pudieron hacer ya ante la experiencia y tranquilidad de los azulgranas, a los que les bastó con controlar las acometidas de su rival para terminar llevándose el clásico. Alegría inesperada que le permite olvidar los tropiezos recientes y mirar con ambición hacia la Copa, primer título importante de la temporada.
