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El Barça aburre y gana

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Entre la esperanza de Abu Dabi y la decepción de San Mamés, el Barça llegaba a Vitoria, donde se come muy bien y no hace falta ir a San Sebastián. Donosti es genial, no me malinterpreten, lo que digo es que si estás en Vitoria puedes permanecer y cenar estupendamente. El Barcelona cuando pueda tendría que dejar de vestir estas camisetas alegóricas, folklóricas, lugareñas de aldea y boina, sobre todo si pretende que todavía alguien se tome en serio a Cataluña. Todo lo que cabe -y ya no digamos lo que se exhibe- en una camiseta deportiva es cruelmente parodiable. Más bien la jornada se decantaba hacia el tedio, tremendo aburrimiento, Mendilíbar como siempre se defendía de lejos, presionaba arriba y no arriesgaba con el balón. Xavi con guantes, en la banda, exageraba un frío que no hacía. A mí me parece muy bien que la gente sea de Terrassa, pero no podemos ir dando estos espectáculos de provinciana debilidad. ¿Guantes de lana ayer en Mendizorroza? No tenía absolutamente ningún sentido. Piqué, Abde y Pedri también los llevaban. Más correr, más estar por lo que hay que estar, y menos hacer el ridículo. El Barcelona más o menos controlaba el partido pero con un tono muy mediocre. Abde perdió tantos balones durante el primer cuarto de hora (5), que Xavi con sus guantecitos mandó calentar a Briathwaite, como aviso. Todo era así, como un poco de broma. Volvía el Barça a los años fantasmagóricos de Valverde, Setién y Koeman, en que no se sabía a qué jugábamos ni había ninguna esperanza. No es que el partido pareciera perdido. Podía pasar cualquier cosa, pero todas tristes. Abde parecía haber extraviado el ángel de los primeros días. Esto es normal en tantos y tantos jóvenes que empiezan de promesa y acaban en el olvido. “Jazmín tuvo mucho, mucho lujo”, Fito Páez lo canta, “hoy empieza en un burdel”. Al aburrimiento y a la poca luz se le añadía la imprecisión, con el Barça viviendo únicamente del peligro que era capaz de generar en los córners. Pobre impresión, aunque el Alavés hacía tan poco que podía considerarse justo el empate. Ninguno de los dos equipos sufría en defensa, lo que como todo el mundo sabe, dice muy poco del nivel de fútbol. Lento el tiempo pasaba sin ninguna emoción, sin ningún interés, sin ningunas ganas de continuar viendo el partido. A veces hasta la humillación de una derrota abultada es mejor porque por lo menos te mantiene despierto y te llama la atención, todo lo contrario del peñazo de ayer, sin ningún propósito, sin ninguna intención, sin ningún camino. Fue tan inane, sosa, insustancial la primera parte que el cuarto árbitro no se vio en la necesidad de añadir nada. Triste como una mañana de Reyes en que no sólo no te han traído nada sino que se han llevado algo de lo que ya tenías, llegamos al descanso. La segunda parte empezó con el mismo triste espectáculo, descolgado, desangelado, con pases que parecían melones caídos del cielo, carreras infructuosas, dominios infructuosos, amor de cuerpos tocados sin deseo, jugaba tan mal el Barça que hasta los ataques del Alavés parecían peligrosos, aunque en realidad no lo eran y lo fallaban todo. Podían marcar pero no lo conseguían, porque son muy malos. Malos de verdad. Malos. Tímidamente el Barça se iba acercando, y aunque lo hacía con muy poca gracia, daba la impresión que la insistencia podía acabar dando algún resultado. Pronóstico éste, sin duda, aventurado, pero en un partido tan lamentable, el que es un poco mejor, suele aprovechar un rebote. De todos modos los locales no se acababan de dar por vencidos, aunque resolvían tan mal lo que generaban que hablar de “ocasiones” era excesivo. El absurdo tres cuartos que Xavi vestía demostraba que no se les puede dar tanto dinero a los futbolistas: si igualmente no van a saber qué hacer, es mejor que lo demos a los niños que tanto lo necesitan. Pedri intentaba hacer algo, la ausencia de Ansu pesaba, la noche de domingo de invierno empezaba a hacerse dura en Vitoria, pero no por el frío sino por el ridículo que los dos equipos hacían, y el triste modo que tenían de despreciar el fútbol. Lo más destacable de la velada fue una foto que don Alfonso Ussía colgó en Twitter, con un magnífico jersey rojo burdeos de lana, hablando por el teléfono fijo y con una frase que decía: “Hablando con Putin hace 5 minutos”. Yo me estuve riendo toda la segunda parte. Imagínense ustedes cómo estábamos. Se acercaba el final pero lo sabíamos más por el reloj que por la tensión o por las oportunidades. El Alavés tuvo algo pero como malos que son, fallaron. El Barça volvió a ser el equipo deprimente de cuando lo dábamos todo por perdido y no sabíamos a qué santo rezarle. Pero en una jugada de cierto mérito, en que Ferran entendió perfectamente el espacio, Frenkie de Jong pudo sellar la victoria de su equipo. Ganar es importante aunque sea durmiendo a las cabras.
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