Seguramente sin saberlo ni pretenderlo, Auger-Aliassime pronunció la frase que mejor resume lo que está ocurriendo en el US Open 2021. «La edad es solo un número», se aventuró a decir. Lo hizo en referencia a Carlos Alcaraz, el que iba a ser su rival en cuartos de final, pero es una tesis que, según lo visto en el cuadro femenino, no puede ser más acertada en el global de la competición. Y es que a estas alturas de la película, podría parecer que Leylah Fernández y Emma Raducanu, ambas nacidas en 2002, se pusieron de acuerdo para revolucionar el panorama tenístico en Nueva York, algo que sin duda terminaron de lograr con el billete para la final. Dos nombres que conviene seguir de cerca, pues están llamados a formar parte, quién sabe si a liderar incluso, la próxima generación del tenis femenino.
Fernández, canadiense de nacimiento, de padre ecuatoriano y de madre canadiense-filipina, eliminó a cuatro de las favoritas: Osaka, defensora del título, Svitolina, quinta del mundo, Kerber, exnúmero uno y campeona de tres Grand Slam, y esta madrugada a Sabalenka, la segunda favorita. «Desde muy joven supe que podía ganarle a cualquiera que estuviera enfrente», dijo recientemente, reflejo de la competitividad que empapa su carrera desde sus comienzos. En cuanto a Raducanu, es canadiense de nacimiento, nacionalizada británica, de padre rumano y de madre china. Y su trayectoria en Nueva York es, si cabe, más sorprendente que la de Leylah, pues llegó al torneo como invitada y se ha plantado en la final sin ceder ni un solo set. Su penúltima víctima fue Bencic, flamante campeona olímpica, y anoche la griega Sakkari, cabeza de serie número 17. «Tenía reservado el billete de vuelta al terminar la fase previa», confesó hace poco.
Un tenis seductor
Más allá de una juventud insultante y unos orígenes exóticos, son dos tenistas que se han metido en el bolsillo al público neoyorquino, no solo por lo que supone llegar a una final siendo unas adolescentes, sino gracias a una forma de jugar que, en palabras de Anabel Medina, capitana de la selección española femenina de tenis, «engancha al espectador». «Son dos jugadoras superjóvenes, en una final de un US Open, a las que ves jugar con una madurez que parece que han estado en esta ronda muchas otras veces. Es algo realmente impactante», analiza Medina en ABC. «Su juego es muy actual, son muy valientes y muy ambiciosas. Sus golpes, su juego agresivo desde el final de la pista, su condición física, su mentalidad ganadora en escenarios grandes... Da gusto verlas», añade.
Seguro que ninguna olvidará el salto que supuso este verano en su carrera profesional, pero lo cierto es que ambas tenistas ya habían dejado entrever anteriormente el talento que atesoraban. En 2019, Fernández se proclamó campeona de Roland Garros en la categoría júnior y fue finalista en Australia en la misma modalidad. Y en marzo de 2021, adelanto de lo que se venía, levantó su primer título WTA en Monterrey. Por su parte, Raducanu también llegaba con impulso al US Open tras su buena actuación en Wimbledon, cuando aprovechó la invitación del torneo para llegar hasta octavos, donde se retiró superada por la presión. «Estaba jugando el mejor tenis de mi vida frente a un público asombroso y creo que toda la experiencia me sorprendió. Al final del primer set, después de unos peloteos superintensos, comencé a luchar para respirar y me sentí mareada. El equipo médico me aconsejó no continuar y aunque fue lo más duro del mundo no poder cerrar mi torneo en la cancha, no estaba bien para seguir jugando», explicaría después. Un episodio que, a tenor de lo vivido en Nueva York, parece haberla reforzado.
En Flushing Meadows ha sido donde han alcanzado la cúspide en una carrera que no ha hecho más que despegar. Con su triunfo a Sabalenka, Fernández se convirtió en la jugadora más joven en llegar a la final del US Open desde Maria Sharapova, en 2005. Poco después, Raducanu, dos meses más joven que Fernández, hizo lo propio al eliminar a Sakkari en semifinales, confirmándose la revolución adolescente del verano en Nueva York. «Ya son el presente, pero tienen un futuro prometedor», sostiene Medina.
