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Griezmann inicia su catarsis rojiblanca

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El regreso de Antoine Griezmann al Atlético no contó con una presentación al uso. No hubo familiares emocionados en la primera fila ni palabras del presidente exaltando su sentimiento rojiblanco. Tampoco se agolparon los seguidores para recibirle en la Ciudad Deportiva ni el protagonista amagó con pedir perdón por sus pecados del pasado. Pero resultó una jornada absolutamente catártica, plagada de gestos con los que aplacar a una afición cuya ira, todo sea dicho, parece menguar con el transcurso de los días. El viento sopla a favor de Griezmann. Su llegada a Madrid se produjo horas después de su sensacional doblete a Finlandia con la camiseta de la selección francesa. Dos tantos muy suyos, a la antigua usanza, de delantero pícaro y con un catálogo de recursos casi infinito. Incluso los aficionados colchoneros más a la contra se relamían tras la exhibición. Desde que se supo del fichaje, el Atlético se ha esforzado por dulcificar su aterrizaje en el Metropolitano. Se han recordado sus logros de la primera etapa y unido su imagen a los grandes símbolos del club. Pero ni la mejor campaña de comunicación podría haber superado la aportación que realizó el propio Griezmann para empezar a poner los cimientos de la reconciliación. Algo tan simple como cortarse el pelo, una demanda de los hinchas colchoneros que comenzó como un juego y que tomó fuerza en las redes sociales hasta convertirse en mantra. Griezmann, al que le encantan ese tipo de juegos, tomó nota y aprovechó el cambio de club para estrenar también una nueva imagen. Nada mejor para pasar página, purificarse e iniciar una nueva etapa. «Llego con una sonrisa de oreja a oreja. Llevo diez días sin dormir esperando el momento». Fue una jornada ajetreada la del francés. A primera hora de la mañana acudía diligente a Majadahonda y se ponía la ropa de entrenamiento del Atlético por primera vez en más de dos años. Ahí mandó su primer mensaje: «Hola atléticos, ya estoy aquí», se le escuchó en un breve vídeo en el que aparecía muy sonriente. Después, saltó al césped solo por unos minutos, el tiempo suficiente para saludar a sus nuevos compañeros y al cuerpo técnico del Atlético. Gracias a los medios oficiales del club se vio su primer abrazo con Simeone, uno de los más satisfechos por recuperar al delantero. Más tarde, Griezmann se retiró al vestuario y acudió al gimnasio para ejercitarse de forma suave junto con Savic y Oblak, otros de los jugadores que volvieron ayer de sus compromisos internacionales. En casa Por la tarde, previo paso por la peluquería, llegó el plato fuerte. Griezmann volvió a pisar el césped del Wanda Metropolitano, el estadio que se inauguró con un gol suyo al Málaga en 2017. Justo dentro de una semana, un día antes del Atlético-Athletic, se cumplirá el cuarto aniversario de aquella jornada histórica. El francés, al que todo le resultaba cercano y reconocible, tuvo tiempo también para reunirse con Miguel Ángel Gil Marín, Andrea Berta y Enrique Cerezo. El presidente fue quien le entregó la camiseta con el dorsal número 8 que lucirá a partir de ahora, una elástica que se probó poco después en el interior de las instalaciones. Su último compromiso fue, de nuevo, con los medios del club, a quienes ofreció sus únicas declaraciones. No se esperaba ninguna palabra estridente, aunque sí hubo mensaje a la afición: «Teníamos una relación muy bonita y es algo que quiero volver a encontrar. Pasa por mí. Más que las palabras, serán mis actos quienes hablen. Lo daré todo por la afición». «Sabiendo que el Atleti me quería de vuelta mi parte era la fácil... El Atlético es el mejor lugar para que esté feliz», continuó el francés, que también se acordó de Simeone: «Le debo muchísimo. Siempre ha sido un apoyo para mí y mi familia». A Griezmann aún le queda por realizar un gesto más en el terreno de juego. Su rendimiento será el termómetro definitivo que determine si el odio o la indiferencia que le profesan una buena parte de los aficionados rojiblancos se convierte en un reconocimiento sincero. El domingo, ante el Espanyol, de vuelta a Barcelona, es casi seguro que tendrá la primera oportunidad para ello. «Lo primero es meter un gol y sentir el grito de la afición. Ojalá juntos podamos vivir muchas noches mágicas».
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