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El Madrid llega exhausto al final

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El Madrid necesitaba ganar, pero bastante hizo con sacar un punto que le debe a Courtois. Se doctoró Militao, y Modric conmovió como todocampista, pero el pinchazo en Getafe parece el principio del fin liguero. Empezaba el Madrid en Getafe sus once finales, diez más una. Once fueron los partidos de 'postemporada' que tuvo Zidane cuando retomó al equipo tras Solari; once los partidos al volver del confinamiento para ganar la última Liga. Y estos once se presentan como una cuenta atrás de partidos vitales, tesitura en la que el Madrid se ha encontrado siempre bien. El problema en Getafe era casi de quórum. No es que tuviera bajas, es que era difícl reunir un equipo. Los jugadores del Madrid se han puesto a lesionarse a la vez, como amigas que se embarazan y algunos positivos por Covid desmienten eso de que los futbolistas viven en una burbuja. Aun así, Zidane se las ingenió para dar descanso a Kroos y Benzema. Cómo estarán de tiesos... Sin ellos, y sin todos los demás, el Madrid perdía su hexágono de seguridad, eso que es mucho más que el pasillo del que hablaba Luis Aragonés. Para su fortuna, aun quedaba Courtois, que empezó evitando otro gol cantado (minuto 7) y Modric, que se convirtió en el cinco, el Casemiro, el centro de todo. Parecía la única neurona, un cerebro al que fueran todos los nervios. El equipo tenía tendencia a partirse: por un lado, Modric y la defensa; por otro, todos lo demás. El mediocampo del Madrid se constituía con mediapuntas y delanteros falsificados como centrocampistas, forzados impostores. Rodrygo se iba al centro para aprovechar su exquisito juicio en el toque corto. No eran medios pero hacían de medios. Tampoco eran claramente delanteros. Eran lo indefinible de un 4-1-4-1. El Madrid era, además, débil por alto, y no controlaba el partido como de costumbre, no tenía ese mazacote de fútbol experto, esa megaestructura de dominio en el centro, así que el partido salió liviano, ligero, ofensivo y hasta ingenuo, como sus jóvenes futbolistas. Un poco lo del chiste: tú no sabes, a mí se me ha olvidado. Hubo un gran intercambio al principio, idas y venidas, con más ocasiones del Getafe. Chust le sacó una muy clara a Mata, que después tendría un tiro al palo. En el Madrid, Militao estaba heteropatriarcal, y arriba se respondía al Getafe con balones a Mariano, que se quedó un par de veces en el 'ay' del gol, a muy poco, por un fuera de juego infinitesimal. El VAR tuvo que recurrir a tecnología espacial, al nanoarbitraje, a nanodistancias. Poco más tenía el Madrid, que se defendía como podía y salía brioso, pero sin peligro al contragolpe. Faltaba el apoyo de la izquierda. Isco y Marcelo, perímetros distintos, parecían boyas de un fútbol extinto, en intentaban reunir entre los dos, como calderilla, vestigios de jerarquía suficiente; Vinicius solo era reconocible en una larga carrera y Asensio quedaba latente el día en que tenía que romper. En la primera parte tuvo un poco más la pelota el Madrid, pero muy poco, la diferencia de alguna masticación de Isco, y el Getafe llegó más y con más peligro. Aleñá, por ejemplo, la mandó alta en el 45. El Madrid parecía frágil, pero a la vez protegido por algún escudo invisible, algún halo de potra indemostrable. No obstante, necesitaría algo más en la segunda parte. El descanso de Kroos y Benzema parecía mucho lujo. El Madrid se fue vertebrando en Militao, Modric y también en Isco, que iba entrando en calor. La velocidad de Vinicius no era explotable porque estaba Djené y Marcelo parecía ya un holograma de nostalgia perdiendo balones. Así que el Getafe seguía con aproximaciones regulares que encontraban a Courtois y sus escorzos de gigante. El portero, Militao y Modric respondían, habían respondido, faltaba importancia arriba. Así que entró Benzema, junto al debut de Blanco, mediocentro que recolocaba a Modric un paso por delante. Bordalás no era menos y sacaba a Ángel. Así queda la clasificación El partido se fue espesando, se puso muy serio. Cuando más se ansiaba el gol, más lejos parecía. Los cambios le sentaban bien al Madrid, que ya era más reconocible y pasaba a ocupar el campo ajeno, aunque sin peligro alguno. Fue mayor el efecto ofensivo de Ángel, un incordio fenomenal. Se jugaba la Liga el Madrid con un par de castillistas cansados, por raro que suene (jugaron el día anterior), varios suplentes crónicos y algún prejubilado y ni siquiera estaba claro que pudieran tocar la trompeta de zafarrancho final, la canción épica. No fue capaz de arañar la cara del Getafe. Ni tirando de orgullo y fútbol de riñones pudo encontrar algo digno de llamarse ocasión. La frustración fue dando paso en el descuento a un realismo exhausto: el punto era un punto meritorio. Lo habían luchado. El Madrid puede haber perdido la Liga, pero la sensación es que no ha sido en Getafe. Allí llegó ya en cuadro y exprimido.
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