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La Copa del Rey como bálsamo

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El ambiente festivo e ilusionante que se vivió en la final de Copa de hace dos semanas entre la Real Sociedad y el Athletic ha dejado paso a otro muy distinto, donde la urgencia por ganar y el miedo al fracaso palpitan más en el ánimo de los dos finalistas. Athletic, otra vez, y Barcelona disputan hoy la segunda final copera en quince días, una excentricidad producto de la pandemia que no resta un ápice de interés a un duelo con tintes históricos. De la anterior cita permanecen el conjunto vizcaíno y un escenario, La Cartuja, que en pocas horas podría ser designado por la UEFA como sede de la Eurocopa 2020. No deja de ser una perversión del destino que el conjunto rojiblanco se pueda coronar en el estadio que va a arrebatar el ornato continental a San Mamés. Es novedad, en cambio, el Barcelona de Koeman, que al igual que la Real del eufórico Imanol pretende ahogar en la orilla a su contendiente y dar lustre a su propia temporada con un título muy necesario para ellos. Si la final de hace dos semanas resultaba inédita pese a la cercanía y la rivalidad de sus protagonistas, la de hoy enfrenta a los dos equipos que más veces se han visto las caras por el título. Azulgranas y rojiblancos, que son también los clubes con un mayor número de trofeos en la Copa, 30 para el Barcelona y 23 para el Athletic, se juegan el título por novena vez. Del primer duelo, disputado el 2 de mayo de 1920 en el estadio de El Molinón ha pasado más de un siglo. Ganó el Barça (2-0), que desde entonces domina el balance particular entre ambos en las finales, con seis victorias por dos del Athletic. Para el último triunfo de los bilbaínos hay que viajar a 1984. Esa fue, también, la última vez que levantó la Copa el conjunto vasco. De aquella final permanecen en las retina las imágenes de uno de los grandes bochornos del fútbol español, una batalla campal al término del partido que involucró a Maradona, Migueli, Goikoetxea y Sola, entre otros muchos, y que fue un compendio de patadas voladoras, puñetazos y golpes mientras decenas de aficionados celebraban la Copa con cara de asombro sobre el césped del Bernabéu. El duelo, por tanto, se puede considerar un clásico. Y como ocurre en ese tipo de partidos, cualquier favoritismo resulta vano. Aun así pocos dudan de que el Athletic llega en una situación más complicada a Sevilla. El aterrizaje de Marcelino en el banquillo, justo antes de que se disputara la Supercopa, resultó un enorme revulsivo para los de Lezama. Pero aquel fulgor, corroborado con la consecución de ese título, precisamente ante el Barcelona, se ha ido apagando en las últimas semanas. La derrota ante la Real Sociedad fue un varapalo durísimo, pues aquella final se consideraba más asequible. Más allá de eso, el Athletic lleva un mes largo sin ganar un partido y ha dejado cierta sensación de aturdimiento en sus últimos choques. A favor suyo juega el ansia del vestuario por levantar el trofeo y que Marcelino le ha ganado al Barça sus dos últimas finales, la de Copa de 2019 con el Valencia y la Supercopa del pasado mes de enero. En el capítulo físico preocupa el estado de Muniain, que sembró dudas en la llegada del equipo al aeropuerto de Bilbao al descender del autobús con una evidente cojera. «Tengo alguna molestia, pero es lo habitual a estas alturas de temporada, soy optimista», decía el jugador, que acompañó a Marcelino en el encuentro con los medios de comunicación. El técnico, por su parte, fue muy expresivo al valorar su estado anímico por la Copa perdida hace dos semanas: «Estoy como un cañón», reveló. El asturiano cree que ante la Real el «miedo a perder» fue una mochila demasiado pesada. «Confío en que no nos vuelva a pasar». Piqué y Messi Tampoco quiere el papel de favorito el Barcelona, para quien hace muy poco esta final era el último asidero para salvar la temporada. Ahora, en cambio, ven posible hasta firmar un doblete. «Somos dos equipos que hemos sufrido mucho para llegar a esta final», admitió Koeman en la rueda de prensa previa. «No hace falta motivar a los jugadores antes de una final, saben lo que tienen que hacer, pero hay que poner mucha energía». El holandés, que vuelve a estar cuestionado tras perder el clásico ante el Madrid, se molestó cuando le preguntaron por su futuro, pues sabe que en gran medida depende de lo que ocurra en La Cartuja: «Que después de 19 partidos seguidos sin perder te pregunten por tu continuidad por haber sido derrotado en uno demuestra la presión con la que se vive en este club. Es raro tener que responder a este tipo de preguntas...». Las novedades en el cuadro azulgrana pueden ser la presencia de Piqué en el once y el regreso al 4-3-3 que mejoró la imagen del equipo en Valdebebas. Pero sobre todo se especula sobre si ésta puede ser la última final que juegue Messi con el Barça. La temporada se agota y el argentino sigue sin dar respuestas, quizá esperando la nueva propuesta que le haga Laporta.
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