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Vinicius resuelve en la confusión de los sistemas

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La alineación del Madrid permitía pensar en la evolución, ya apuntada, del 4-3-3 al 4-4-2. Aunque sólo sea porque los jugadores para este sistema (centrocampistas) parecen gustarle más a Zidane que los del 4-3-3. Acompañar a Benzema con Jovic, o Hazard cuando llegue, da esperanza al equipo, pues son dos jugadores que han marcado más de veinte goles por temporada antes de llegar al Madrid. Y eso es lo que se necesita. Salvo una transformación colectiva (una especie de iluminación) que produjera un incremento de goles per cápita, la única manera de que el Madrid opte a 20 tantos más esta temporada es que a Benzema le acompañe otro punta. El paso del 4-3-3 al 4-4-2, además, no debería suponer descontrol del juego o menos solidez. El cambio, si se prolonga, si Zidane persevera en ello, supone un aliciente para el espectador y le abre al Madrid una esperanza, pues las potencialidades del 4-3-3 parecen agotadas. Pero ese 4-4-2, en rombo, había que verlo. Y se vio algo improvisado y no muy bien ejecutado. La primera parte, jugada así, fue dura de ver desde el punto de vista madridista. El Valladolid dio imagen de consistencia. Si el Madrid no estuvo bien no fue por Jovic, de lo mejor y más presente en el ataque. En el minuto 10, Marcelo y Valverde pudieron marcar (paradón de Roberto) tras una acción suya (ah, sorpresa) bajando a recibir como el mismísimo Benzema. No solo eso. Baja a recibir y baja también lo que le echan por alto con buenos controles de pecho. Hubo pocos centros, pero Jovic podría revalorizarlos porque estando él parece que alguien puede acudir a rematarlos (la sensación, no obstante, es aún muy débil). Viendo el 4-4-2 se sentía cierta nostalgia. Es algo noventero. Sentimos como el desperezarse de un recuerdo futbolístico al ver el rombo. Lo que pasa es que de corona del mismo estaba Isco, lento hasta unos niveles sadomasoquistas. El 4-4-2 deja ver algunos problemas. Algunos quizás estructurales, otros por falta de práctica. ¡No le pidamos al sistema resultados inmediatos! Se percibe, por ejemplo, cierta debilidad defensiva tras los interiores y poca presencia por las bandas. Además, sin los brasileños parece que solo corre Valverde. Es el único jugador veloz. Suya fue la mejor ocasión de la primera parte, una contra que dejó al primer toque para Jovic, que remató con peligro demostrando saber correr los contragolpes. Pero el Valladolid estaba bien y pronto comenzó a estar aún mejor. Bien colocado y con alardes de buena presión. El Madrid se aplatanaba y los dos equipos parecían estar haciendo un homenaje futbolístico a Castilla. El partido era una entera meseta, gran planicie balompédica. ¡Ancho era todo, dominado por un vientecillo que llevaba y traía la pelota! De las porterías se olvidaron y, alguien lo dijo una vez, en fútbol lo que no es portería es propaganda. A la altura del minuto 30, el Valladolid tuvo una larga posesión. Parecía más dentro del partido, perdido el Madrid en su inopia. Da la impresión de ser un equipo atrapado entre el 4-3-3, que le deja sin gol, y estas nuevas formas que desnudan la lentitud de algunos de sus futbolistas. La síntesis podría ser incluir a Vinicius en un 4-4-2, de modo que ya hubiese dos velocidades, la de Valverde y la suya. Difícil. Comparado con la modernidad de un Liverpool, el eje Modric-Isco-Benzema parece un Hispano Suiza. La mesetización del partido era un hecho, una llanura infinita de fútbol monótono. El Madrid no hacía cosquillas, pero tampoco le llegaban. El primer chut visitante, lejano y flojo, fue en el minuto 36. Lo poco que hizo arriba lo hizo el Madrid con Jovic, que dejó impresión de poder sentirse algún día dueño del área. Al descanso, flotaba en el aire muy viva la cuestión Benzema: ¿cómo ha menguado el Madrid para someterse (cada día más) al liderazgo de un jugador que nunca fue la estrella? La segunda mitad comenzó con otro paradón de Roberto a un remate de gran clase de Jovic. Cabezazo con su cuello de piloto. Estaba mostrando varias facetas del delantero. A esa ocasión respondió el Valladolid con otra de Waldo. El Madrid es más poroso en defensa. Aún más cuando se quiso ir al ataque. Dejó espacios y Courtois le tuvo que salvar una ocasión muy clara a Weissman en el 54.<div style="display: block; position: relative; max-width: 100%;"><div style="padding-top: 56.25%;"><iframe src="https://playerclipslaliga.tv/embed?media=fsuqvGQt&user=5d4165e7ddb66776bb841408&playlist=false&autoplay=true&muted=true" allowfullscreen webkitallowfullscreen mozallowfullscreen style="width: 100%; height: 100%; position: absolute; top: 0px; bottom: 0px; right: 0px; left: 0px;" frameborder="0" scrolling="no"></iframe></div></div> Zidane, harto de su obra, volvió al 4-3-3 con un triple cambio. El Madrid volvió a su ser, a su forma acostumbrada. Se ocuparon las bandas y vimos por fin a Marcelo. Siempre que esto pasa resuenan aquellas sabias y sinceras palabras de Toshack y los «los mismos once cabruones de siempre». En el 60, quizás por contagio, hubo que cambiar el balón por falta de presión. El Madrid estaba ya mejor colocado, más en su sitio, más racional, más suyo, pero esto aún no significaba nada. Quedaba media hora, y como en Valdebebas los «minutis» también son «molto longos», una llegada al área de Valverde (gran tráiler del equipo) acabó en Vinicius, que la empujó en el área sin dificultad. No podía equivocarse (de haber podido...) <div style="display: block; position: relative; max-width: 100%;"><div style="padding-top: 56.25%;"><iframe src="https://playerclipslaliga.tv/embed?media=eyVIV7Z0&user=5d4165e7ddb66776bb841408&playlist=false&autoplay=true&muted=true" allowfullscreen webkitallowfullscreen mozallowfullscreen style="width: 100%; height: 100%; position: absolute; top: 0px; bottom: 0px; right: 0px; left: 0px;" frameborder="0" scrolling="no"></iframe></div></div> Más que el gol, Vinicius mejoró al Madrid por su posición y velocidad. Se imponen titularidades, evidencias (Vinicius es una), y Zidane tiene que enhebrarlas en algo, buscar un dibujo que las reúna. Tiene que inventar. Sin cerrar del todo el partido, con poco futbol, el Madrid pudo marcar en alguna contra, pero los goles, caros como el oro o como el azafrán, no los puede derrochar, los tiene contadísimos, y se quedaron para futuros «unos a cero».
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