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El Madrid se rehace con el retorno de los nueves

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La semana es un conjeturar sobre cuál será el toque maestro de Zidane. Y la zidanada fue sacar a Jovic de su ostracismo. No sólo a Jovic, también a Mayoral, y los dos rascaron cosas decisivas, aunque no goles. El gol definito volvió a ser de Ramos, aprovechando otra vez la justicia microscópica del VAR. Con Odegaard, más que un 4-4-2 era el mismo 4-3-3 de siempre convertido en 4-3-1-2, conmediapunta clásico y Benzema «bajando a recibir», que es lo que constituye, en realidad, el núcleo del sistema de Zidane: Karim bajando a recibir. Las bandas quedarían para los laterales, o eso pareció al principio, cuando Mendy llegó un par de veces. Demasiado pronto se citaba el artículo 1 de la Ley defensiva del Madrid: paradón de Courtois al bocajarro rematador de Sanabria. Y eso que el Madrid empezó a querer tocar como en San Sebastián. Odegaard parecía añadir un escalón a la combinación y el juego se hacía por momentos prometedor. Permitía fantasear con una evolución táctica hacía los cuatro medios, pero no con el juego flotante de Isco sino con algo más concreto y punzante. En ese rato llegó el 0-1, remate llegador de Valverde que había iniciado la jugada mucho antes y mucho más atrás, con intermedio y asistencia de Benzema hecho extremo. Siguió en eso tras el gol y desde el otro lado (la izquierda) metió un gran pase a Jovic que el ortodoxo «9» le dejó a Ramos par que fallara garrafalmente. ¿Qué hacía ahí el central? El olfato, cosas del olfato. En ambas jugadas hubo blandura en el Betis, una dulzura pellegrinesca que acabó ahí porque, ya en el 20, Fekir remató con peligro una gran jugada colectiva. Guido y Joaquín animaron el juego local y luego Canales se enseñoreó del partido. Hubo unos minutos verdiblancos con ocasiones de Guido, Sanabria y Fekir. El Madrid ya no era el de San Sebastián, ni mucho menos, y quedaba resumido en la mirada de Jovic, que es la mirada de un hombre que no ha conocido la socialdemocracia; un hombre incomunicado, solitario y un poco hostil, que mira como un portero de discoteca, pero no se sabe bien si a los defensas o a sus compañeros. Animado ya, Pellegrini lucía su pelazo. Tiene mucho mérito no tener un mayor ego con esa pelambre que le acompaña ya cerca de los setenta. Ya no eran unos minutos verdiblancos, era un partido verdiblanco. Mandaba el Betis y el Madrid iba adoptando una vida latente, adivinándose la intención de quedarse para vestir contras. Casemiro además renqueaba tras un golpe, perdía balones, y se dejó ganar la posición cuando Mandi, en el 35, subió a rematar con éxito un centro del brillante Canales. El Betis, sin oposición, siguió y en el 37 marcó el segundo en una llegada contundente y bastante libre de Carvalho. La alegría de las mediapuntas (Canales, Fekir y, claro está, Joaquín) se imponía a un Madrid monocorde y confuso como un discurso del ministro Illa. Malos minutos del Madrid hasta el descanso. Juega «a tocarla» y «a juntarse», que suena regular, pero no hizo ninguna de las dos cosas y además perdió a Kroos, sustituido por molestias. Al volver hubo reacción corajuda del Madrid: pase de Carvajal, al que se había visto poco, y gol de Emerson en propia puerta, legalizado tras la revisión del VAR. Entre Emerson y la justicia del VAR se le fue haciendo aciaga la noche al Betis. Del vestuario no había vuelto Odegaard, sustituido por Isco. Lo que hay en la alineación del Madrid entre el 4-3 inicial y Benzema es una incógnita absoluta. Son solo dos puestos (la BC caída de la BBC), pero todo está en el aire. Da la sensación de que si pudiese, Zidane jugaría con Casemiro-Modric-Kroos y luego, repetidos, Modric-Kroos y Benzema Con Isco, pero sobre todo con Modric, el Madrid mejoró, pero debe anotarse que había perdido esa solidez defensiva que fue el orgullo de la última Liga. Es como si la fuerza mental del conjunto hubiera conseguido por un instante en ese mes liguero hacer levitar un objeto, y que esa magia de la telepatía colectiva se hubiera esfumado. Con el Bayern fresco en las retinas, el Madrid da, por comparación, una sensación de antigüedad, de fútbol carrozón y demodé, lento y sobador, fútbol-ganchillo. Benzema siguió bajando a recibir y en una de esas dio un pase a Jovic de nueve-nueve. El VAR, como un surrealismo, objetiva el azar del fútbol, y esa jugada de Jovic, pelín estupefacto ante el portero, se convirtió en una especie de simposio. Como resultado, el Betis se quedó con diez (roja a Emerson). El nueve es elemento macho, poético, ¡polinizador! Algo había sacado ya Jovic, que sin embargo fue sustituido por Borja Mayoral, una de las extrañas expresiones del capricho zidanesco. Vinicius y Rodrygo miraban desde el banquillo como zipizapes de la alternancia. El Madrid fue quedándose con la pelota y Mayoral le sacó a Bartra, dilucidado por el VAR, un penalti que Ramos estampó con la contundente suavidad de sus «panenkas» El Madrid acabó con más seguridad de la que tuvo durante el encuentro. Zidane mete en el baile a los nueves olvidados y parece que el sistema quiere cambiar a otra cosa. Pero lo único claro en su ataque, lo que se dice claro, es que Benzema baja a recibir.
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