No a todos los deportistas de alto nivel (DAN, según la correcta terminología) les persiguen los seguidores por la calle, les asedian contra la pared o les dan trato de estrella. No son Messi o Cristiano en otra galaxia que no toca la Tierra, ni siquiera son Alejandro Valverde o Bruno Hortelano, los más conocidos en su especie. Son la élite en España y unos completos desconocidos para el gran público amante del deporte. Los días de deshielo para esta clase business, que marca por fases el coronavirus, se celebran entre polémicas y sensaciones agradables. Varios atletas fueron increpados por los usuarios de la vía pública sin saber que los deportistas tenían razón: los DAN están exentos de franjas horarias, pueden entrenar cuando quieran. Pero la mayoría vivió en la otra orilla: la sensación de libertad, sin polémica, por disfrutar del aire libre.
La velocista Cristina Lara ha ganado seis campeonatos de España entre 60 y 200 metros, ha concursado en Mundiales y Europeos y espera acudir a los Juegos de Tokio 2021. Vive en Sant Boi de Llobregat, una ciudad de 82.000 habitantes anexa a Barcelona, muy próxima al aeropuerto del Prat. El lunes salió de su domicilio después de 50 días de confinamiento y puso rumbo a trote suave hacia el campo de rugby de la Santboiana, donde suele ejercitarse con frecuencia. El Centro de Alto Rendimiento (CAR) en Sant Cugat está cerrado, así como los parques, los polideportivos o los gimnasios. Durante el trayecto, en una población urbana de considerables dimensiones y en la que casi nadie conoce su estatus de deportista de élite, recibió todo tipo de improperios por parte de las personas que creían se estaba saltando los horarios del Covid.
«Nunca me había sentido tan mal -recuerda-. Me dijeron de todo, egoísta, menudo ejemplo estás dando, lamentable... Me sentí fatal». La velocista colgó su malestar en las redes sociales: «Nunca me habían mirado tan mal y escuchado comentarios tan negativos hacía mí. Soy deportista DAN alto nivel) y bajo las normas establecidas he salido a entrenar a las 10.30 por la montaña... Tendremos que salir con cartel que nos identifique al final». Como ella, otros atletas (Javi Guerra, Carlos Mayo) padecieron la repulsa de la gente.
«Casos aislados»
«Creo que han sido casos aislados por desconocimiento -apunta el mánager de la velocista, Alberto Armas-. A Samuel García, que vive en la isla de la Palma, lo han vitoreado cuando salió a la calle porque sus vecinos lo conocen. Y a Jorge Ureña, Eusebio Cáceres y Andreu Blanes, los tres de Onil (Alicante), nadie les ha puesto un problema en su pueblo, que tiene 7.000 habitantes».
«Confío en que todo esto se normalice según pasen los días -analiza Raúl Chapado, presidente de la Federación de Atletismo-. La gente va a entender que son deportistas de élite. Y no son muchos en España. No hemos considerado la opción de ponerles un distintivo. No creo que por ponerlos un chaleco verde, los otros 47 millones de personas vayan a saber que son DAN».
Diego Rubio es ciclista del Burgos-BH, abulense como sus célebres antepasados Chava, Sastre, Arroyo, Lastras o Mancebo. Vive en Navaluenga, en las faldas de Gredos. El primer día de la nueva libertad, cogió la bici, enfiló la carretera de Sotillo de la Adrada, subió al puerto de Mijares y regresó a su pueblo por Navalmoral. Ni un problema con la gente. Rubio es el único profesional abulense, junto a David González, de Fontiveros. «Fue una gozada volver a sentir el aire en la cara, disfrutar del paisaje, la libertad... Fue una ruta larga, el campo estaba precioso. Me dio una satisfacción increíble. Vivo con mis padres y mi hermana. En un pueblo se pasa mejor el confinamiento que en un piso en la ciudad».
Los ciclistas no han tenido los conflictos de los atletas, según cuenta José Luis de Santos, presidente de la Asociación de Ciclistas. «Solo a un corredor lo paró la Policía, pero mostró su autorización y no hubo problema. Todos se han tranquilizado porque pueden ejercer su trabajo casi normal. No pueden ir en grupetas, pero ya está. Lo primero es la salud».
