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Los motivos de la guerra interna del Barcelona

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Ni el confinamiento al que el Gobierno tiene sometido al país a causa de la pandemia generada por el coronavirus es capaz de evitar que el Barcelona acapare asiduamente el protagonismo y genere una concatenación de polémicas que evidencian la crisis interna que vive la entidad. Un «annus horribilis» para Josep Maria Bartomeu, que esta semana ha vivido un nuevo episodio que le deja un poco más solo y arrinconado en una junta directiva cada vez más dividida. El dirigente ha perdido a cuatro vicepresidentes durante su mandato (Susana Monje, Carles Vilarrubí, Manel Arroyo y Jordi Mestre) por diversos motivos y ha ensanchado la grieta que le separa del vestuario. La mala planificación deportiva, el escándalo generado por la contratación de una empresa que debía monitorizar las redes y que acabó desprestigiando a jugadores, leyendas y entorno del club, y las filtraciones interesadas durante las negociaciones para acordar una rebaja de sueldo tras la paralización de todas las competiciones, lo que también enervó al equipo de baloncesto, son las causas. Ahora ha decidido emprender una revolución en su junta que llevaba mucho tiempo meditando, allanando el camino hasta el fin de su mandato en junio de 2021, y barriéndolo de piedras que le incomodaban. Se sentía Bartomeu traicionado desde dentro, viendo actitudes que no le gustaban. La espita que hizo volar por el aire la aparente calma fue la petición de algunos directivos de que diera un paso al lado y anticipara las elecciones para amortiguar el impacto del denominado «Barçagate» causado por la empresa I3 Ventures que personalizó en Jaume Masferrer, asesor de Bartomeu y director del área de presidencia, el daño colateral al dirigente. No obstante, no esperaba que su limpia en la directiva acabara estallándole en las manos. Su delfín, Emili Rousaud, el escogido para liderar una candidatura continuista, ha dinamitado el club con unas declaraciones directas a la línea de flotación del presidente después de que este le acusara de desleal y le exigiera una dimisión este pasado lunes. «Bartomeu me llamó para decirme que quería hacer una remodelación de la junta y que tenía recelos con una serie de directivos, entre ellos yo. Había filtraciones a la prensa que molestaron a los jugadores y consideraba que yo había criticado el trabajo de los ejecutivos del club. Le dije que yo hablo con la prensa, pero que no filtro, y nunca he criticado a los jugadores. Me parece poco valiente hacer esto por teléfono y sin aviso previo», criticó Rousaud en diferentes emisoras de radio. El vicepresidente institucional, en el punto de mira de Bartomeu junto a Enrique Tombas, vicepresidente y tesorero, deja claro que no le han gustado las formas y no tiene pensado dimitir. Bartomeu puede degradarle, pero no tiene potestad para echarle ya que su cargo fue aprobado por los socios compromisarios, por lo que seguirá como vocal, una postura que incomodará enormemente a un presidente que deberá convivir con un directivo en el que ya no confía. Detrás de la decisión de Rousaud hay un claro motivo electoral, ya que si decide presentarse a los próximos comicios no debería avalar, siempre que en este ejercicio no haya pérdidas, algo que no ocurriría si dimitiera. De todas formas, el divorcio con la actual directiva es evidente cuando el empresario asegura que «no tiene ningún sentido hacer una candidatura continuista de una junta sin credibilidad». Según ha podido saber este diario, Bartomeu, que en breve nombrará a Jordi Moix como vicepresidente económico y a David Bellver como tesorero, tiene en mente a un nuevo candidato al que avalará para que tome su testigo en las próximas elecciones, retirando su favor a Rousaud.
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