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Mireia Belmonte: «Es el momento de una abanderada»

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Completada su rutina de la mañana en la piscina, Mireia Belmonte atiende con una sonrisa a los compromisos que su palmarés suscita, inaugurada la exposición que recorre su trayectoria en diez medallas y trofeos en el WorkCafé del Banco Santander en el centro de Madrid y que explican un trocito de la vida de la nadadora. «Era un sueño materializado, la besé y me dije ‘ya es mía’», contaba sobre el oro en los 200 mariposa de Río 2016; «esta medalla la gané con fiebre. Dormí la siesta con chandal para sudar y luego me tiré sin pensar que estaba mal», decía sobre su metal del Mundial de Budapest 2017. Pero Belmonte, por mucho que brille su pasado, mira siempre hacia delante, hacia ese reto especial que es Tokio 2020 en los que espera renovar sus vitrinas con nuevos sueños materializados. Y alguno más, porque acepta que estaría encantada de liderar a la delegación española, bandera y orgullo en alto, el día de la inauguración: «Es lo más grande para un deportista, y solo han sido dos mujeres – en los Juegos de verano: la Infanta Doña Cristina en Seúl 88 e Isabel Fernández en Atenas 2004–. Creo que es la hora de que haya una tercera. Sé que puedo ser yo, creo que tengo un palmarés bastante completo, aunque hay tan buenos deportistas que será una decisión difícil. Y si no soy yo, que lo sea una mujer. Sería un bonito homenaje a todo lo que hemos logrado las mujeres estos últimos años». Habla de esas 11 medallas en Londres 2012, de esas nueve en Río 2016, por primera vez en la historia, más cantidad y calidad que las conquistadas por los hombres; consecuencia de un crecimiento imparable que mantienen en campeonatos del mundo y de Europa. En su opinión, nada de marketing ni regalos, sino méritos: «Ser candidata ya no es ningún regalo porque tienes un palmarés que te avala. Y creo que va siendo hora de que el reconocimiento del trabajo del deporte femenino se vea a nivel internacional. Para mí sería un sueño. En España hacemos milagros a veces. Conseguir tantas medallas con los recursos que tenemos, y más en natación, es hacer milagros constantes cada año». No está en su mano, sino en la Junta de Federaciones Olímpicas elegir al portaestandarte de España en la fiesta del 24 de julio. En la mesa, un reglamento, que se renovó de Pekín 2008 a Londres 2012 y en el que se incluyó la siguiente condición: El abanderado debe ser «el deportista participante, con mejor palmarés, presente en los Juegos el día de la inauguración, que haya obtenido su clasificación y que no haya sido ya abanderado en unos Juegos de la Olimpiada». Esta norma, que valora el color de las medallas, sitúa por delante de la nadadora a Saúl Craviotto, a quien señaló el pasado abril Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE) por sus dos oros (K2 500 en Pekín 2008 con Carlos Pérez Rial Perucho y Río de Janeiro con Cristian Toro), una plata (K1 200 en Londres 2012) y un bronce (K1 200 en Río 2016). La vitrina de Belmonte cuenta con también cuatro medallas:oro en 200 mariposa en Río 2016, plata en 200 mariposa y 800 metros en Londres 2012 y bronce en 400 estilos en Río 2016, un puntito por debajo del color de la de Craviotto según rigen las normas del COE, que ya se modificaron para la inauguración de Londres 2012 para el que se contaba con Rafael Nadal (oro en Pekín 2008), ausente en aquella ocasión por una lesión, y sustituido por Pau Gasol. Se recuperó al tenista para Río 2016. A por todas las pruebas Hasta la resolución, la nadadora sigue su plan, calculado por su entrenador Fred Vergnoux, y que no varía mucho del anterior ciclo olímpico: «Nado entre 16 y 18 kilómetros diarios, pesas, estudio, cardio, vuelvo al agua, estiramientos... Fuimos a Sudáfrica para trabajar en altura, al volver competí en Cataluña, con 20 pruebas en tres días, algo que nunca había hecho. Y me apetecía el reto del medio maratón de Sevilla, del que salí muy contenta (1h39) porque nunca había corrido tantos kilómetros seguidos». Todo lo que sirva para llegar en las mejores condiciones a ese Tokio 2020 –«primero tengo que conseguir las mínimas en abril»– en el que volverá a nadar un maratón, todas las pruebas posibles y, de regalo, los 1.500 metros que entran en el programa olímpico este verano. «Son las pruebas más duras, las que más castiga al cuerpo por los cambios de estilo. Pero también es gratificante». Desde que logró el oro en Río 2016, la catalana ya puso su objetivo en revalidarlo cuatro años después. La ilusión, confiesa para ABC, no cambia. «No noto que en mi cuerpo pasen los años. Sigo sintiéndome como en 2012 o incluso antes. Soy la misma Mireia, con la misma ilusión por entrenar y mentalmente mejor para afrontar situaciones en la competición que quizá antes no gestionaba tan bien».
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