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El arrepentimiento de Cristiano

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El tiempo y la lejanía del fragor de los desencuentros permite analizar la realidad con una mejor visión de fondo. Sentirse conejillo de Indias ante la Hacienda española, sentado ante la Justicia, fue el detonante para que Cristiano deseara marcharse del Real Madrid y de nuestro país. Hoy, criticado con ferocidad en Italia por un declive físico lógico, cerca de cumplir los 35 años, el portugués reflexiona que fue un error marcharse del Real Madrid para empezar de nuevo de cero a los 33 años. No es edad para un experimento al más alto nivel. En la Juventus nunca podría rendir mejor que en el club blanco. Lo comprueba con hechos. Nunca lo reconocerá en público, pero piensa que se equivocó. Es la verdad. Dieciocho meses más tarde de aquella apuesta, Cristiano ha dejado entrever a algunos de sus excompañeros de Valdebebas que no debió abandonar el club blanco. Lo negará, porque no puede decirlo ante la Juventus, pero es la verdad. Ha constatado en sus carnes una advertencia que ya le hicieron cuando tenía decidido irse: «Ningún club tiene la trascendencia mundial del Real Madrid». Hoy, en su fuero interno y en el externo escucha sentencias que socavan su cabeza: «Si te hubieras quedado en el Real Madrid habrías ganado estos dos últimos Balones de Oro», otorgados a Modric y a Messi. Y cree que sí, que es cierto. Pecó de orgullo: había renovado en 2016 y pidió más dinero cuando Neymar firmó por el PSG. El Real Madrid se negó a aumentarle el salario, pues le había renovado por cinco temporadas con 25 millones netos anuales, siete más que en su anterior ficha Su intención de irse comenzó en febrero de 2018, cuando comprobó que el club blanco no pensaba mejorarle su contrato de renovación, hecho público el 6 de noviembre de 2016, con una ficha de 25 millones. El traspaso de Neymar al PSG en agosto de 2017, con un salario de 36 millones, supuso que Jorge Mendes solicitara a José Ángel Sánchez el aumento de los emolumentos de su representado. El superagente del fútbol recibió como respuesta que el Real Madrid ya le había renovado con un buen crecimiento económico, de los 18 a lo 25 millones netos, y no pagaría sueldos de clubes «de estado» como el PSG, financiados exteriormente con dinero de una nación, no de producción propia. Transcurrido año y medio, Cristiano y Mendes analizan que no valoraron bien aquella realidad. El apoderado siempre pensó que lo mejor para la estrella, a los 33 años, era continuar en el club que le había hecho el número uno, con cuatro Balones de Oro vestido de blanco. Pero Ronaldo le obligó a buscar un traspaso. No admitía que no se le subiera la ficha, cuando Neymar no era Balón de Oro. Pecó de orgullo, ofuscado con Florentino Pérez porque no le pagaba más. Ahora, con la medida en la distancia, observa que se equivocó al tomar aquella postura. Su presión para encontrar una puerta de salida hizo que Mendes pactara con el Real Madrid que se iría si un club pagaba cien millones. La Juventus los puso. Y le paga el mismo sueldo, 25 millones. Hecho que desvela que el orgullo le derrotó. Ningún equipo europeo iba a abonarle 36 millones con 33 años. Y ahora, en su segunda temporada italiana, sufre la cruda realidad de su lento pero seguro descenso de rendimiento, en el invierno de su carrera. Su lamento: hoy constata el aviso que escuchó al irse: «Ningún club tiene la trascendencia mundial del Real Madrid». Los Balones de Oro perdidos se lo confirman La primera campaña de blanquinegro fue buena, con 28 goles en 43 partidos. Las cifras delataban, no obstante, una verdad que no sabemos si calibró cuando firmó por cuatro años: en Italia se juega siempre a la defensiva y nunca alcanzará los 40 y 50 tantos que lograba en España. Su porcentaje anotador en el Real Madrid es terrible: 450 dianas en 438 encuentros, un promedio de 1,03. En el calcio se estrenó ya con una media de 0,65. Y ahora, en su segundo curso italiano, soporta mil ataques porque lleva siete goles en doce partidos, un porcentaje del 0,44, el peor desde 2007, cuando jugaba de extremo en el Manchester United para fabricar goles para Rooney. Sarri, su entrenador, le quita y le reserva. Y el luso escucha críticas sangrantes que molestan. Es el epicentro de las tertulias periodísticas y las acusaciones se agravan. Se polemiza que la estrella de la Juventus es Dybala, no el «7». En España, mejor tratado por la prensa «Cristiano es un gran campeón, pero no se va de nadie desde hace tres años», golpea Fabio Capello. «Últimamente no se va de nadie, no es como Messi que se va de cinco», remata Mazzola. «Desde hace unos meses Cristiano se arrastra por el campo, debería tener la humildad de reconocer que a cierta edad es más importante descansar que jugar», declara Amoruso. El portugués observa que en España le trataban mejor futbolísticamente. Otra cuestión era Hacienda, pero Messi también estaba marcado por el fisco. Y Xabi. Y Modric. Y Busquets. Y Alba, jugadores que no tuvieron tanta persecución mediática. No era un asunto personal. Con el transcurso de estos dieciocho meses Cristiano reflexiona que le pudo el corazón, no la cabeza, cuando tomó la determinación de abandonar el Real Madrid. Ganó la Champions en Kiev sin celebrarlo, molesto con la situación, y ahora se da cuenta que volver a conseguirla es muy difícil. No festejó un título que quizá no levante otra vez. Hoy, al filo de los 35, seguiría siendo la figura en el Bernabéu. No puede rebobinar la película.
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