Sánchez tensa a su equipo con una remodelación
Pedro Sánchez dibujó este lunes una realidad política ficticia. El presidente del Gobierno aseguró que ha cumplido el 45% de los 200 compromisos que adquirió con los españoles hace dos años -sin especificar la lista completa-. De hecho, el equipo de Presidencia ha precisado que se trata de una “contabilización interna”. Pero la verdad es que el Ejecutivo está bloqueado, incapaz de sacar adelante las grandes leyes que guarda en el cajón de las negociaciones imposibles, como la reforma de la Justicia o la reducción de la jornada laboral. Este diario ya hizo un conteo de la actividad legislativa de la XV legislatura y es la peor de la democracia: tan solo 19 leyes.
Es decir, una cada 37 días. La cifra, que Moncloa maquilla cuando cuenta 42 leyes, porque incluye decretos y cambios reglamentarios menores, evidencia la debilidad parlamentaria del gabinete de coalición. Esa es la auténtica realidad que Sánchez no niega pero obvia, subsumido en el espíritu de resistencia a cualquier precio del que siempre ha hecho gala. En cualquier caso, el líder socialista exhibió triunfalismo en Moncloa. El presidente compareció para poner el broche final al semestre sin las vicepresidentas y rodeado de apenas dos ministros -Félix Bolaños y Pilar Alegría- en contraste con la amplia cohorte del Consejo de Ministros que le acompañó en anteriores balances.
El presidente es consciente de que está en un callejón de muy difícil salida, acorralado por la corrupción que ha manchado las siglas de su partido y que ha matado la credibilidad de su gabinete y la suya propia. Pero Sánchez, que quiere restablecer la confianza en el gobierno de sus aliados a la vuelta del parón estival, no va a precipitar un adelanto de las elecciones generales por mucho que lo pida la oposición y se lo demanden algunos dirigentes de su propio partido, como el presidente de Castilla La-Mancha, Emiliano García-Page. Si algo dejó claro ayer es que los comicios serán en 2027, cuando termine la legislatura.
Eso sí, lo que nadie descarta ya a estas alturas es que Sánchez empiece el nuevo curso, en septiembre, con cambios en el Gobierno. Fuentes de su entorno admiten que eso solo lo planea él, aunque su equipo le ha aconsejado que no lo haga y que, en caso de que se decida a apretar el botón de la crisis de gobierno, lo haga lo más tarde posible para aislar los cambios de la trama corrupta que protagonizan Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García.
La consigna del presidente es seguir a cualquier precio, porque no tiene incentivos para llamar a los españoles a las urnas, ya que no hay una sola encuesta, salvo el CIS del socialista José Félix Tezanos, que no pronostique una mayoría arrolladora de PP y Vox si se celebraran hoy elecciones generales. Poco importa que algunos de los partidos que le dieron la investidura se lo estén poniendo prácticamente imposible o que los Presupuestos Generales del Estado, la principal ley de todo gobierno, sigan siendo una entelequia.
Y eso que el presidente se comprometió ayer a presentarlos sin aclarar si los llevará si quiera al Congreso o si se quedarán en la orilla del Consejo de Ministros.
Este Sánchez es otro Sánchez. En el olvido queda lo que ocurrió en 2019, cuando no pudo sacar las cuentas, porque las tumbó ERC, y convocó a los españoles a las urnas porque, dijo, “sin presupuestos no se puede gobernar”. Pero seis años después el contexto político es otro. Y, sobre todo, las expectativas electorales no admiten comparación con aquella época.
Aunque la realidad es que Moncloa prioriza el dinero europeo. El equipo del presidente, como ya contó este diario, da máxima prioridad a los fondos comunitarios y al presupuesto de la Unión Europea para los próximos años que se comienza a negociar entre las capitales comunitarias. El propio líder socialista lo reconoció durante su comparecencia. Sánchez hace caso omiso a la advertencia del PNV, cuyo líder, Aitor Esteban, dijo hace unos días que la continuidad de la legislatura será muy complicada sin unas cuentas. El presidente, mientras tanto, lleva semanas negociando y firmando cesiones a sus socios nacionalistas e independentistas: el pacto de financiación suscrito con la Generalitat de Cataluña, previo acuerdo con ERC, y la entrega de las primeras competencias de seguridad social al País Vasco son los últimos ejemplos.
Pero el auténtico problema del Gobierno no está ahí. Basta con pulsar el ánimo de la izquierda del PSOE para darse cuenta de que a esta legislatura le quedan, casi con toda seguridad, más años vacíos, de relato y guerra electoral que nuevas entradas en el BOE. Podemos, que se ha erigido junto con Junts en uno de los dolores de cabeza más grandes para el Gobierno, dejó muy clara ayer su opinión sobre Sánchez y su balance de fin de curso: «No esperamos absolutamente nada más allá de mentiras para tapar la corrupción, el régimen de guerra y titulares vacíos. El Gobierno está atrincherado en Moncloa y sin ninguna propuesta concreta para solucionar problemas como la vivienda», dijo el portavoz, Pablo Fernández.
Tan solo Sumar, a través de su portavoz, Lara Hernández, hizo un balance en positivo. Para el partido de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, lo importante es que la coalición siga adelante y que Sumar esté sentado en el Consejo de Ministros, porque es la forma de garantizar que el PSOE llevaba a cabo de verdad una agenda social. Aunque esa agenda cada vez tiene menos banderas que ondear. Muestra de ello es que hoy se apruebe la ampliación de los permisos de paternidad y maternidad que los socialistas aceptaron aprobar antes de las vacaciones para contentar a Sumar. El partido de Díaz necesita vender algo a su electorado. Sumar no podía irse de vacío.
En el partido cunde la desesperación, porque ven cómo es el PSOE el que rentabiliza lo bueno y lo malo de la acción de gobierno. Los socialistas ya dan por amortizado el experimento de unificación de la izquierda que abanderó Yolanda Díaz. Por eso, saludan la propuesta de Gabriel Rufián, el portavoz de ERC, de una candidatura electoral que aglutine a todas las izquierdas independentistas y a favor de la autodeterminación. La idea no cuenta con el respaldo ni de la dirección de ERC ni del resto de fuerzas, como Podemos, que lo ven más como una maniobra del PSOE para lograr una izquierda que le diga sí a todo y le permita sobrevivir. Sánchez sigue haciendo matemáticas.