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Cómo el control de Trump sobre el Congreso puede remodelar Estados Unidos durante años

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El control de las dos cámaras, más la mayoría conservadora del Supremo, cimientan el camino para que el republicano pueda desmantelar los logros de la anterior administración demócrata y ejecutar sus políticas más agresivas

Trump pone a prueba la lealtad de los suyos con los nombramientos del ultra Gaetz y el antivacunas Robert Kennedy

La presidencia de Donald Trump tiene el potencial de generar cambios profundos en Estados Unidos gracias a la mayoría que obtuvieron los republicanos en el Senado y en la Cámara de los Representantes. El control del Congreso será clave para que Trump pueda empezar a desplegar toda su agenda nada más llegar a la Casa Blanca y, además, contará con un Tribunal Supremo con mayoría conservadora que hará de árbitro.

Tan solo la presidencia ya le entrega a Trump una gran capacidad de decisión en la política exterior estadounidense y en las relaciones con el resto de países, especialmente en el conflicto ucraniano y palestino. Igual que Trump instigó a sus congresistas a bloquear durante meses la ayuda para Ucrania, ahora como presidente tendrá poder a veto, lo cual le da la capacidad de obstruir aún más la aprobación de medidas. La administración norteamericana también estará expuesta a profundos cambios una vez que Trump tome posesión, sobre todo después de asegurar que realizará una purga del funcionariado.

Con el control de los tres órganos, Trump tendrá mucha más facilidad para convertir en ley muchas de sus propuestas y también desmantelar buena parte de la legislación que los demócratas han llevado a cabo durante este mandato. Las grandes apuestas de Trump para esta legislatura son avanzar con la agenda conservadora y aplicar importantes recortes de impuestos, así como implementar la deportación masiva “más grande de la historia” del país.

Cuando Trump llegó a la presidencia en 2017 también lo hizo con una trifecta durante los dos primeros años de mandato. Gracias a esta pudo aprobar una reforma fiscal que redujo los impuestos a las corporaciones del 35% al 21%, además de bajar algunos de los impuestos individuales. Buena parte de estos recortes expiran en diciembre de 2025 y una de las promesas más repetidas esta campaña por parte del magnate es que extenderá los recortes fiscales de 2017, algo que parece estar más que garantizado con la mayoría republicana en el legislativo.

Un análisis del Institute on Taxation and Economic Policy, una organización no partidista, concluyó que extender los recortes fiscales hechos por Trump en 2017 beneficiaría de manera desproporcionada a los hogares con mayores ingresos. Para el 2026, el 20% de los estadounidenses con ingresos más altos ya habría recibido casi dos tercios del beneficio fiscal generado, en comparación con solo el 1% para el 20% con los ingresos más bajos.

Temor a que el Congreso apruebe la prohibición del aborto

Bajo el radar también está el temor a que el Congreso pueda aprobar una prohibición federal del aborto. Los constantes cambios de posicionamiento de Trump respecto al aborto dan muy poca credibilidad a su promesa de no suprimirlo. El republicano empezó la campaña sacando pecho de la derogación de la sentencia de Roe v. Wade, que protegía el derecho al aborto, gracias a los jueces conservadores que nombró en el Supremo. Detrás del presidente electo y el partido republicano hay un importante lobby conservador que sigue trabajando y presionando para anular por completo los derechos reproductivos de las mujeres.

El pasado 5 de noviembre, siete estados aprobaron enmiendas constitucionales para proteger el derecho al aborto a raíz de la derogación de Roe. Aun así, si el Congreso dicta una prohibición a nivel federal, estas protecciones estatales caerían y dependería de hasta qué punto estuviera dispuesto cada estado a entrar en una batalla judicial con el gobierno federal. Dentro de la historia del derecho constitucional de Estados Unidos existe la posibilidad de que un estado pueda anular o invalidar una ley federal que considere inconstitucional en relación con la Constitución. Como la Constitución estadounidense no dice nada sobre el derecho al aborto, probablemente sería el Supremo que tendría que mediar en el caso. El mismo alto tribunal que derogó Roe.

Una de las medidas que Trump ha prometido aplicar desde el primer día que pise la Casa Blanca es la deportación masiva de migrantes. El nombramiento de su “zar fronterizo”, Thomas D. Homan, para que gestione la frontera, ya es una señal de que el magnate se pondrá manos a la obra nada más ponerse al frente del ejecutivo. Homan fue uno de los artífices de la política que separaba a familias migrantes en la frontera del sur estadounidense. Más de 5.500 menores fueron separados de sus padres en la frontera con México bajo su política de “Tolerancia Cero”.

Ahora bien, los zares fronterizos no sirven de nada sin una partida presupuestaria para movilizar todos los agentes y recursos necesarios para un gran plan como es la “mayor deportación de la historia” de Estados Unidos. Con el control del Congreso, Trump también podría conseguir destinar fondos a su proyecto de deportar millones de migrantes indocumentados. En una entrevista reciente en la NBC, Trump aseguró que su plan de perseguir los migrantes y expulsaros no tendría “límites en coste”: “No es una cuestión de coste. Realmente no tenemos opción”. “Cuando las personas han matado y asesinado, si los capos de la droga han destruido países, regresarán a esos países porque no se quedarán aquí”.

La comunidad trans también sufrirá la agenda conservadora

Otro de los colectivos que sufrirá la agenda conservadora de Trump será la comunidad trans, especialmente los jóvenes y menores de edad. Durante su campaña, Trump prometió imponer amplias restricciones y revertir las protecciones de derechos civiles para los estudiantes trans. Su administración puede empezar rápidamente con un cambio importante: excluir a los estudiantes trans de las protecciones del Título IX, que afectan las políticas escolares sobre el uso de pronombres, baños y vestuarios por parte de los estudiantes.

Sin embargo, el republicano también se encontró con problemas para pasar determinadas normas durante los dos primeros años de mandato den su primera presidencia, en los que también contaba con el control del Congreso y Senado. Por ejemplo, su plan para derogar el Obamacare fracasó cuando un senador de su propio partido, John McCain, se negó a votar a favor. Tampoco fue capaz de aprobar un proyecto de ley de infraestructura, como había prometido.

La mayoría ajustada que tienen los republicanos en las dos cámaras, 53 asientos de 100 en el Senado y 218 de 435 en la Cámara de los Representantes, puede volver a depararle sorpresas a Trump en esta legislatura. Sobre todo si se encuentra otra vez con congresistas díscolos. Los que pertenecen a estados bisagra y acostumbran a tener posiciones más moderadas a fin de contentar a votantes de diferentes espectros en su propio distrito, podrían ser los más susceptibles a no seguir la línea del magnate.

En este escenario, la certificación de los nombramientos que ha hecho recientemente Trump para su nuevo gabinete, como el ultra Matt Gaetz para fiscal general, o el antivacunas Robert F. Kennedy, será un examen para comprobar hasta qué punto los republicanos serán leales al presidente y se plegarán a sus deseos. El nuevo líder de la mayoría republicana en el Senado, John Thune, a pesar de ser un institucionalista, aseguró en la Fox que estaba comprometido a que Trump pudiera cumplir con sus promesas de campaña. “Si no cumplimos con las prioridades del presidente Trump, perderemos su apoyo [el de los votantes]”, dijo Thune: “Nos han confiado sus votos. Ahora tenemos que arremangarnos y ponernos a trabajar”.

En la Cámara de los Representantes, dado que el actual speaker Mike Johnson ha sido capaz de conservar la mayoría republicana, muy posiblemente vuelva a reeditar su mandato como presidente de la cámara baja. Johnson se ha convertido en uno de los principales aliados de Trump y sin duda también colaborará para sacar su agenda adelante. El único precedente que podría poner en duda esta lealtad es cuando llevó a votación la ayuda militar para Ucrania que tanto había instigado Trump a bloquear. Un gesto que a Johnson le costó críticas por parte de la bancada republicana más radical.

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