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Hazard presta su primer servicio al Madrid

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El Madrid vive en un mundo guionizado. La Supercopa, el adiós y recuerdo a Gento y, de repente, ¡el regreso de Hazard! Una remontada en la prórroga con diez, con él de héroe e Isco y Ceballos de ayudantes. Ahí lo tienes, Netflix. Pura fantasía. Conste el mérito del Elche, mermado por el Covid pero luchador. El Madrid salía con Camavinga de cinco, y una buena combinación de veteranos y noveles. Se veía que el equipo tenía piernas frescas, reprís, aunque le faltaba un poco de eso que llaman ‘tenencia’. Los primeros balones al área fueron para movimientos de Jovic. El Elche no se encerraba, aceptaba la invitación del Madrid a adentrarse un poco en la boca del lobo e intentaba un ataque saludable, directo y por las bandas. Con un ligero cante de Marcelo, Josan le puso un balón a Carrillo, que bajo el palo la tiró al mismo palo, algo casi inverosímil, un fallo de esos que mandan al diván. El Madrid sintió en esa jugada la presencia obrante de su extenso santoral. No solo Josan, Mojica por su izquierda le mandó otro buen centro a Carrillo, que esta vez encontró a Lunin. Tras el contratiempo, Vinicius comenzó a aglutinar el juego. Había cosas prometedoras: los desmarques de Jovic, la precisión de Camavinga, pero no llegaban a dominar del todo. Fue ya a la altura de la media hora cuando lo inexorable se impuso y el Madrid comenzó a alargar las posesiones. Camavinga dio una buena sensación. Más tranquilo que otras veces, volvió a aparecer con facilidad en las dos áreas, e incluso dejó la impresión de estar constreñido. Parece que podría dar más, que juega limitado en un sector, encajonado en pequeños pasillos limitantes. Es su energía la que hace pensar eso. Acabó la primera parte llegando, chutando a portería. En cuanto a Jovic, el contraste con Benzema es asombroso. Benzema es combinativo, nada le es ajeno, baja, cae, asiste, es paternal, mientras que Jovic es frío y ajeno, a veces vagamente humano. Son dos mundos distintos. El nueve suplente suele ser un jugador más ‘caliente’, de combustión inmediata, un ‘microondas’, una lata a punto de estallar. Jovic no. Jovic es un jugador que parece tener el pensamiento en estepas remotas, en tundras lejanísimas. Todo eso sin estar del todo mal, porque en ese rato aparecía más que Rodrygo y casi tanto como Vinicius, que sin embargo se fue calentando, entrando mucho en juego. En su peor partido resulta importantísimo. El fútbol del Madrid siguió una progresión habitual: aumento de la posesión y concentración del juego en la banda izquierda, combinaciones con Vinicius que hicieron entrar en calor a Marcelo. Hasta Alaba se sumaba empujándole aún más a entrar en el área rival. En el 42 hizo una cosa asombrosa: pisó en el área, se dio la vuelta, y miró al horizonte como si fuera a centrar o como si buscara a una prima suya carioca en la grada; inmediatamente después, con el defensa despistado, le metió un caño de belleza infantil con pase mortal a Rodrygo, que no llegó. Lo de Marcelo no era solo un regate, era una maniobra entera, un engaño en tres actos en el que participó todo él, con representación incluida, como un mago o un mimo. Después aún le dio un pase profundo y esclarecedor a Vinicius, que entró en el área más torpe que otras veces. Era, antes del descanso, un pico de fútbol del Madrid y un homenaje que se daba Marcelo. El madridista tiene que tener la memoria de un historiador y el corazón generoso de un poeta para ser capaz de dar a cada uno lo suyo. Después del reconocimiento a Gento, se repara de repente en el lateral inmenso que ha sido Marcelo. La banda izquierda del Madrid ha sido el rincón de lo extraordinario, de los seres fantásticos. Por eso todos acuden allí a mojar los pies. En la segunda parte, el Madrid aumentó su dominio hasta hacerlo completo, y Marcelo siguió entonado, aunque solo hacia arriba. Destacaba la condición de imán de balones de Camavinga, bien en el robo y el rechace, aunque el dominio quedaba en nada, en balones a Lucas, como si la brújula estuviera desnortada. Ancelotti sacó a Modric y Casemiro, completando la troika, y comenzó a trabajarse al árbitro, de criterio opinable: permitió reiteración de faltas en el Elche pero amonestó a Kroos por protestar una falta en la que no rozó al rival. Luego rompió a valiente y pitañero. Para medio pelo ninguno, pensaría Ancelotti, que prefirió a Isco por Jovic, ningún nueve a cualquier nueve. Acertó. EL Madrid apretó con un chut de Casemiro, tiro de Vinicius, luego otra gran jugada suya… Pero la prórroga parecía una condena inevitable a un general jugar con fuego. Y en la prórroga, con un Vinicius constante en la frescura, incansable, el Madrid siguió volcado, pero con un Elche vivo a la contra. En una de ellas, tras error de Isco, Marcelo cometió una falta levísima, si es que existió, que le valió la roja y que deparó una falta que Verdú marcó en dos intentos con la ayuda de Ceballos, que hizo de bulto sospechoso. Pero con diez sucedió algo puramente madridista. Un petardazo se convirtió en epiquilla copera y además rehabilitante. Marcelo, Isco, Hazard... ¡los del culo gordo! Ancelotti conecta con ese lado feliz del club (solo hay que recordar los antecedentes...). Los mismos que se habían equivocado lo remediaron, y entre Ceballos e Isco (de nuevo llegador casi cómico) empataron. Después, muy al final, un inteligente balón de Alaba al hueco lo recogió Hazard y fuera del área salvó a Werner como el superclase que fue. Todos celebraron ese gol de un modo especial. Era su primer servicio al Madrid. El Elche no cejó y marcó en el 119, pero se anuló por falta a Lucas, que en su preceptivo caer fue viendo acabarse el partido. Saltaba Ceballos, sonreía Hazard. A Carletto, San Carletto, solo le falta Bale.
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