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El piloto del Spitfire que revolucionó la operación de cataratas

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Las cataratas es una de las causas de pérdida de visión más frecuentes del mundo. Consiste, básicamente, en la pérdida de la transparencia de la lente natural del ojo, el cristalino. Para encontrar los primeros antecedentes de la cirugía de cataratas nos tenemos que remontar hasta el 2.500-3.000 a. de C., cuando en el código de Hammurabi se establecía los shekels que cobraba un cirujano tras eliminar con éxito la “nube del ojo”. Tiempo después, hacia el 600 a. C., el médico hindú Sushruta Samhita profundizó en la fisiología y tratamiento de patología ocular. En su 'Uttara-Tantra' describió las diferentes variedades de cataratas y la técnica operatoria más adecuada. En esencia, la cirugía promulgada por el médico hindú consistía en realizar una microincisión ocular con una lanceta, que al girarla lentamente conseguía que el cristalino se desplazase hacia la parte inferior de la pupila, es decir, lo que realmente realizaba el cirujano era una luxación o dislocación del cristalino opaco. De esta forma conseguía apartarlo del eje visual y dejarlo flotando dentro de la cavidad vítrea. En el siglo V a. C. Hipócrates, el padre de la medicina, defendió que las cataratas se producían por la caída de un humor –líquido- desde el cerebro hasta los ojos a modo de cascada, de ahí su nombre. Las primeras intervenciones modernas En 1583 un médico helvético, el doctor Félix Platter (1536-1614), realizó un descubrimiento que significó un punto de inflexión en el conocimiento de la enfermedad. Tal y como recogió en su tratado 'De corporis humana structura' el galeno comprobó que el cristalino es un componente óptico y que no está implicado en la percepción visual, es decir, sirve para ver bien, pero no para ver. En otras palabras, es posible extirpar el cristalino sin que ello conlleve la aparición de ceguera, lo cual sí sucede cuando se extirpa la retina o el nervio óptico. Esta nueva concepción de la funcionalidad del cristalino allanó el camino para que en 1753 Jacques Daviel (1696-1762), un oftalmólogo francés, extrajera por vez primera el cristalino en un paciente con cataratas. El principal problema de esta intervención quirúrgica es que se acompañaba de infecciones oculares frecuentes, debido a que la herida quirúrgica era de mayor tamaño que la producida con la microincisión. El médico que apostó por el plástico El 15 de agosto de 1940 tuvo lugar un hecho trascendental en la historia de la oftalmología. Un Spitfire, un caza monoplaza británico, fue derribado en combate en Winchester por la Luftwaffe. La cabina se hizo añicos y los ojos del piloto se dañaron con fragmentos de plexiglás (polimetilmetacrilato). No era la primera vez que el oftalmólogo Harold Ridley (1906-2001), que se había incorporado como voluntario al Servicio Médico de Emergencias, se enfrentaba con un caso similar. Fueron precisas diecinueve intervenciones para que el piloto recuperase la visión de uno de sus ojos. Fue entonces cuando Ridley se dio cuenta que los fragmentos de plexiglás tenían ciertas singularidades, la más importante es que no causaba ninguna reacción de rechazo, es decir, era un material inerte que podía ser utilizado con los tejidos oculares. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, el doctor Ridely fue enviado primero a Ghana, luego a la India y Birmania, en donde atendió a los heridos del frente del Pacífico. Tras la guerra regresó a la capital inglesa y allí, tras finalizar una intervención de cataratas extrayendo el cristalino se lamentó ante su ayudante de “no poder reemplazar el cristalino por otro”. La serendipia quiso que se acordase del plexiglás y de aquel piloto de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF). A finales de los años cuarenta Ridley diseñó una fina lente con plexiglás y en noviembre de 1949, en el Hospital St. Thomas de Londres, realizó el primer implante intraocular de la historia. No satisfecho con el resultado, lo extrajo y lo volvió al implantar de forma permanente el 8 de febrero del año siguiente. Así lo recuerda una placa conmemorativa que hay en el hospital londinense. Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.
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