De viaje en Qatar

La experiencia de quienes han acudido a un Mundial de Clubes debe ser inolvidable. 

Se necesita dinero, intención, esfuerzo, compañía, verdadero interés para ir tan lejos con la sana intención de alentar a lo suyo. 

Todo se merece y se logra cuando existe un móvil capaz de remover emociones que surgen desde las entrañas.

Esto necesita otro tipo de consideraciones y aclaraciones porque las motivaciones no tienen explicaciones congruentes. 

Viajar, andar en el aire, gastar con un fin casi lúdico, experimentar vivencias nuevas y hasta modernas, es todo un encanto diferente que vale la pena cubrir. 

Los que han ido no se arrepienten y menos si su equipo por fin pudo pasar a otra ronda. Esto se le considera y felicita al Monterrey que ya hizo algo distinto. Liverpool lo espera con los brazos abiertos.

El triunfo Rayado debe ser victoria de todo el futbol mexicano aunque, con explicaciones al calce, se pueda comprender que la afición lagunera no lo celebre o hasta ni le interese. 

Se entiende porque fue el responsable (verdugo) de haber apartado del camino al líder general. Por mientras, con solidaridad cercana, Monterrey ya empezó a justificar la postergación de la final nuestra.

Los Rayados ganaron bien. Metieron un golazo, les metieron otro casi igual, les regalaron un gran balón como excelso regalo navideño para que creyeran en su triunfo, destacaron cuando debieron haberlo hecho, mostraron superioridad en nómina y en el campo. 

Se sintieron cómodos, fueron a lo suyo, no a pensar en fracasar. 

Ya desquitaron su trámite y sobre todo, nos permiten tener una sana excusa para admitir que la final nacional sea más tarde. Ya fue grato el viaje a Qatar.