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Marta Arce, abanderada española en los Juegos Paralímpicos de París: "El judo es muy cabrón, pero pone a la gente en su sitio, una analogía de la vida"

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Marta Arce (Valladolid, 1977) será la abanderada en los Juegos Paralímpicos de París, junto con el jugador de tenis de mesa Álvaro Valera. Ya tiene dos platas (Atenas 04 y Pekín 08) y un bronce (Londres 2012).Tiene tres hijos, estudió fisioterapia, habla japonés, inglés italiano, da conferencias...

¿Cómo se entera de que será la abanderada?

Me pilló de sorpresa. Me llamó Miguel Carballeda [presidente del Comité Paralímpico Español] directamente y me quedé bastante perpleja, porque aunque sabía que tenía que entrar en las quinielas, la verdad es que como había salido del plan ADO por la edad, pues no entraba dentro de mis cálculos ser abanderada. Y, jo, fue un sorpresón muy guay. Me siento muy orgullosa y muy contenta.

Después de los Juegos de Tokio, ¿pensó en dejarlo?

La verdad es que sí, pero lo pienso siempre. Ahora mismo también lo pienso, pero 20 minutos después de que se acabe la competición se me pasa. Es el cansancio... Lo pienso ahora, cuando nos queda poco para competir. Llevamos seis semanas de concentración con entrenamientos mañana, tarde, seguimos con la táctica, lo que sale, lo que no, vas acumulando dolores, sobre todo a mi edad, y cuando queda poco ya dices: “Que se acabe”. Pero luego descansas un poco y se te pasa.

 

¿Cuál es el secreto para estar tantos años en la élite?

Soy muy competitiva y me encanta. Y precisamente porque soy mayor y llevo mucha tralla, el único momento en mi día a día en el que no me duele nada de nada es cuando ya he calentado y estoy en el tatami. Ahí me siento muy libre, me siento feliz y creo que por eso he seguido un ciclo, y otro y otro, porque es muy divertido. El judo es un deporte muy guay.

¿Ha cambiado usted mucho en todos estos años, Juegos, Mundiales..?

Ahora tengo más trabajada la parte psicológica. Soy más consciente de que es un juego al final, es deporte, no tengo todos los huevos en la misma cesta, tengo la mentalidad preparada para que las cosas salgan bien o no, sin que sea... Yo voy a por una medalla, pero siendo muy consciente de que es deporte. Y antes a lo mejor iba más loca. Los nervios me gustaría decir que los controlo mejor, pero no. Me pongo malísima. Entonces creo que sigo ahí porque creo que tengo cierta adicción a esa adrenalina de la competición.

¿Y cómo ha cambiado el deporte paralímpico?

Hay de todo, ahora en las conferencias que doy veo que hay ámbitos en los que se ve deporte paralímpico y otros en los que siguen sin haber visto nada de deporte paralímpico y sin tener contacto con la discapacidad. Pero yo creo que un poco sí ha mejorado, ahora tiene más repercusión mediática y aprovechamos esa ventana que tienen los Juegos para intentar mejorar de forma indirecta la imagen mental que tiene la sociedad de la discapacidad.

¿Y en cuanto al tema de ayudas?

Pues yo no lo he percibido. En este ciclo empezamos a puntuar para los Juegos en el Campeonato del Mundo de 2022 y quedé quinta, perdí con una kazaja en una superfinal, y solicité el plan ADO y me lo denegaron, porque me decían en un papel que era muy mayor, que objetivamente no era una opción de medalla porque según sus cálculos tenía muchos más años que la media de edad del podium de no sé cuando. Ahí ponía una serie de datos objetivos, y sacaban un montón de conclusiones en las que decían que no soy una opción de medalla. Eso me puso bastante triste, sobre todo porque es algo que llevo haciendo toda la vida. Aunque sí es verdad que podía pasar en algún momento y es verdad que soy mayor y me lesiono, no pensé que esa puerta se pudiera cerrar.

¿Tuvo que tirar entonces de su dinero?

Sí, yo soy conferenciante y he seguido trabajando, aparte de que me ayuda mi marido, si no imposible. Luego he entrado en el plan ADO, pero en febrero de este año, los últimos meses, y con la beca más chiquitita. Y sí he tenido por parte del CSD una beca Team Elite y con ella hemos entrenado mi compañera María [Manzanero, también estará en París] y yo. Ella va conmigo a todas partes, somos como uña y carne, hemos ido a entrenar a Japón, a Huesca, a Benidorm... Eso ha hecho, fíjate pese a la edad que tengo, que yo haya pegado un cambio, un mejorón técnico-táctico.

Siempre se puede seguir aprendiendo...

Esto es lo que es el judo, que nunca se termina de aprender. Cuando veo pequeñas cosas que siguen sin salirme, o grandes cosas, yo digo: “Lo dejamos para el próximo ciclo”. Y se tronchan de risa. Y me dicen si me retiro, pero yo no voy a decir nada porque no lo sé. Si digo que "no" igual siento que he cerrado esa puerta y me entra el agobio. Entonces, que la vida siga y ya vaya poniendo las cosas en su sitio.

¿Por qué hace judo?

Fue por casualidad. Durante mis años en la universidad tenía compañeros con discapacidad visual que hacían judo y yo vi esa posibilidad. El judo siempre me había llamado la atención, sobre todo porque de pequeños apuntaron a mi hermano mayor, pero a nosotras no, tenía la espinita. También te digo que en ese momento me hubiera dado igual judo, ballet... Cualquier cosa, pero no nos apuntaron a nada. Entonces unos compañeros que hacían judo nos enseñaron a hacer inmovilizaciones en el suelo y cómo salirse, y cositas, y dije: “Esto es lo mío”. Después de los exámenes de febrero empecé a entrenar y ya no lo he dejado.

En la universidad estudio fisioterapia. ¿Ha ejercido?

Sí, sí, sí. A trompicones, pero siempre he ejercido.

¿Cuál es la clave del judo?

El judo es completísimo. Tiene la desgracia, por decirlo de alguna manera, de que no importa lo que tú sepas y lo que hayas entrenado, eso no importa en la competición, porque el marcador se da la vuelta en un segundo y cualquiera grande puede caer y cualquier pequeño puede ganar... Lo hemos podido ver en los Juegos, el número que montó la japonesa Abe: era la “number one” y no pasó de la primera ronda.

Un descuido de un segundo...

O que el otro sea más listo, no es sólo que tú te descuides o cometes un fallo, es que te pueden estar esperando, pueden tenerte megaestudiado, pueden tener un día de suerte, pueden pillarte en un día con poco flow... El antiguo seleccionador que teníamos, que era Vicente Arola, siempre decía: “El judo es muy cabrón”. Y es una verdad como un templo. Te puede pasar en un Mundial, en unos Juegos... El judo pone a la gente en su sitio, y creo que es muy sano en ese sentido, no te da margen para el endiosamiento. Si esta chica, Uta Abe, tenía ese sentimiento de creerse invencible porque llevaba tantos combates ganados, le han dado un recordatorio de que cualquiera puede caer. El judo es una analogía de la vida, en cualquier momento de la vida te pueden pasar cosas.

[[QUOTE:PULL|||"La gente de mi generación que ha sido madre y deportista con lo que más ha tenido que lidiar es con la culpa"]]

Hizo un parón en Río 2016 para ser madre...

El segundo parón en realidad. Mi idea hubiera sido que los timing hubieran sido tan impecables como en Pekín, pero, lo que decíamos, la vida no siempre es como tú te crees que va a ser. En ese ciclo, como tardé mucho en quedarme embarazada de mi segundo, pues ya tuvimos a la tercera.

¿Es duro volver tras el embarazo?

Tampoco tenía la intención exactamente. Yo volví a hacer judo porque me encanta, había tenido dos criaturas en dos años escasos y dije, bueno, vamos a empezar a movernos. Y cuando empecé a entrenar, de estos parones lo que saco es que vuelvo y no me duele nada, o técnicas que había distorsionado, de repente salen bien, porque el descanso y el parón hacen que te quites vicios. Fui a un campeonato a ver qué tal, porque entrenar sin objetivos tampoco sé, y empecé a quedar segunda en competiciones internacionales, y entonces ya pensé: “Pues vamos hasta el final”.

¿Es fácil compaginar ser madre y deportista, cuando son pequeños?

Y ahora. Al principio es mantenerlos vivos, después es a ver qué puñetas están haciendo. Es difícil porque todavía, o al menos lo siento así, no sé si me pasa sólo a mí, pero la gente de mi generación, que tengo cerca de 50 años, con lo que más he tenido que lidiar es con la culpa, porque los niños han quedado perfectamente atendidos por su padre, y sin ningún problema, pero no dejo de ser la madre que se va. Y que se va una vez, y otra, y otra... Llevo todo el verano en danza, incluso aunque esté durmiendo en casa. Ahora, antes de esta semana en Valencia hemos estado entrenando en el CAR pero nos íbamos temprano y volvíamos a las mil. Ellos están de vacaciones y tú te lo estás perdiendo. Luego veo cómo han vivido sus maternidades gente que ha tenido niños después, veo a Eva [Moral, triatleta] que se lleva a la bebé a Granada al CAR, y pienso, jolines, si digo yo eso hace 14 años me crujen.

Habéis abierto camino.

Lo digo en el buen sentido. Somos de épocas diferentes, tiene que ir evolucionando, ir a mejor.

¿Su deficiencia visual es de siempre?

Sí, es consecuencia del albinismo, que siempre va acompañado de discapacidad visual. Siempre explico que si conoces a alguien así de rubio como yo, pero que ve bien, no es albino. El albinismo es una condición genética que afecta prioritaria y fundamentalmente a los ojos, porque de hecho hay personas albinas que son morenas completamente. Mi compañero, por ejemplo, Abel Vázquez, que fue a los Juegos de Pekín, tú ves su foto y ni se te ocurre pensar que es albino.

¿Cómo fue su infancia?

Fue feliz. Lo que se me atravesó fue la adolescencia, que es cuando empiezas a decir: “No hago nada de lo que hacen los demás, no puedo seguir el ritmo de nadie, estoy más sola que la una, no tengo compañeros con los que jugar...”. Te empiezas a dar cuenta cuando creces, por lo menos a mí me pasó. Cuando era pequeña no era consciente de que no veía, que no veía ni un pimiento, y si no distinguía a mis compañeros y no los encontraba en el patio, pues me iba a hacer otra cosa por mi cuenta, jugaba sola y vagaba por ahí. Y en gimnasia pues si no me dejaban jugar a nada, me sentaba a hacer el mono en el banco, pero luego ya empiezas a decir: por qué no puedo hacer lo que hacen los demás, no sirvo... Entonces, la adolescencia sí fue un poco más compleja.

El judo llega a su vida después...

Yo mejoré socialmente antes de que el deporte llegara a mi vida. De hecho, con mis amiguetes que iba al principio iba a escalar. No lo supimos adaptar, pero escalaba y hacía esquí de fondo, que lo intentábamos adaptar a nuestra manera, porque ni siquiera tenía diagnóstico, por decirlo de alguna manera, de baja visión. Todos sabíamos que no veía, pero no tenía puesto nombre, no estaba afiliada a la ONCE y bueno, lo intentaba hacer y siempre acabábamos chocando con alguna barrera porque no éramos conscientes de que eso tenía que ser tratado de otra forma. Y, mira, ahora escalo otra vez y me gusta. En aquella época fue frustrante.

¿Qué feedback recibe en sus conferencias?

Suelen gustar. No trato de dar lecciones a nadie, no le digo a nadie lo que tiene que hacer. Cuento mis experiencias y lo hago de una manera muy cercana. Creo que eso hace mucho. No soy como un coach al uso, que te está planteando la teoría de cómo se hacen las cosas, sino que lo hago desde una situación un poco lamentable que podía ser la Marta con 12, 13, 14 años, con una autoestima muy baja, que es una realidad que podemos haber vivido cualquiera, porque la vida es difícil y la adolescencia es complicada para todo el mundo, y desde ahí pues sales adelante y peleas las cosas. Creo que además según han ido siendo los acontecimientos tanto fuera como dentro del deporte, pues vas aprendiendo más. El alto rendimiento te enseña mucho. Yo lo que he aprendido en este ciclo me va a dar mucho bagaje para esas conferencias, el creerte que tú ya has superado y has cerrado unas puertas como puede ser el dolor de esa adolescencia, y revivirlo todo, porque alguien de repente te dice tú no puedes hacer esto, que no lo vas conseguir, que no eres una opción de medalla. Esa perspectiva de decir “¿cómo que no?, fue un acicate para pensar: “vamos a verlo, vamos a comprobarlo”. Yo trato de quitarme esa presión, porque no tengo por qué sacar una medalla para nadie, compito para mí, además ya tengo tres medallas, no tengo nada que demostrar, tengo el privilegio y la suerte de poder seguir haciendo algo que me gusta, de poder disfrutarlo, de ser abanderada y de representar esos valores del deporte paralímpico, que para mí representan los sueños, lo imposible, cómo se consiguen cosas que parece que no se pueden hacer, con mucho orgullo además. Es lo que decíamos del judo, tú te crees que estás en una posición estable y el judo te saca el centro de gravedad y o corriges la postura y la actitud o te vas al suelo. Es así.

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