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Sergio Ibáñez puede con todo

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«Disfruta, sal a hacer tu trabajo, céntrate y aprovecha la ocasión de poder estar en una competición así», arenga Alfonso de Diego, director técnico del equipo paralímpico, a Sergio Ibáñez minutos antes de salir al tatami. «Es una de las personas que mejor me conoce. Quería que él saliese conmigo», afirma Sergio Ibáñez, que el pasado fin de semana hizo historia al convertirse en el primer judoka español invidente que participa en un Open Europeo con deportistas sin discapacidad. «La noche de antes no estaba pensando en si era el primero o el último, sólo en hacerlo lo mejor posible», cuenta «El Fideo», apodo que, cariñosamente, le puso su entrenador, que empezó en el mundo del judo con ocho años, porque era uno de los deportes que por entonces ofertaba la ONCE. Aunque confiesa que en un primer momento apostó por la natación.

«Nunca se me había pasado por la cabeza poder estar allí. Era como un sueño», afirma sonriente Sergio, que gracias a su méritos con el equipo paralímpico, ha logrado lo impensable: debutar con la selección absoluta. «Cuando me lo dijo mi seleccionador del equipo paralímpico no me lo terminaba de creer del todo. Me costó hacerme a la idea. Estaba como un niño pequeño», recuerda Sergio, que en los últimos días no ha parado de oír su nombre en los distintos medios. «Estoy muy contento de ver cómo se empiezan a difundir todas estas cosas. Cómo se superan esas barreras y se ve el deporte como algo unificado y no por un lado los olímpicos y por otro los paralímpicos», señala el zaragozano.

Toda una recompensa para un judoka que nació con una deficiencia visual que le afecta al nervio óptico y le hace fotosensible a la luz. Por ello utiliza unas gafas adaptadas para la calle, otras para interior, y para los entrenamientos y campeonatos utiliza unas lentillas especiales. «Hay pabellones que tienen cristaleras o focos muy potentes y lo noto mucho a la hora de competir. A veces hay también algún tatami en el que el tapiz refleja un poco de luz y me molesta un poco, pero es algo que no se puede evitar y tienes que contar con ello y superarlo», afirma Sergio que, pese a caer en su debut, se siente feliz por haber llegado hasta allí, aunque cree que podría haber hecho «un poquito más». Lo que demuestra que la competitividad corre por su venas.

Sus padres, que siempre hacen una o dos salidas internacionales al año, no pudieron acompañarle en la aventura portuguesa. «Tampoco es cuestión de gastarse tanto dinero. Les dije que prefería que me acompañasen al europeo que se celebra en Génova», cuenta «El Fideo». No estaban en las gradas, pero desde Zaragoza no le faltó el apoyo y aliento de los suyos. Sobre todo de su hermano, que estuvo todo el tiempo hablándole por el móvil.

Su familia, su club (el Judo Club Zaragoza) e incluso sus rivales no paran de felicitarle por todas las barreras que ha sorteado a lo largo de estos años. Algo que no puede evitar emocionarle. «Cuando vengo al Centro de Alto Rendimiento se me acercan chicos y compañeros. Es gratificante que la gente que no conozcas o que hayas competido contra ella te reconozcan tu esfuerzo. Es muy chulo», dice emocionado un Sergio que pese a su discapacidad visual siempre ha sabido valerse por sí mismo. Así se lo inculcaron en casa. «Somos tres hermanos y para mí nunca ha habido un trato especial. Ni de más protección ni de menos», confiesa. Ejemplo de ello es que desde siempre se ha entrenado con gente sin ningún tipo de adaptación, ya que «trabajan prácticamente igual». Si hay algún detalle que confunda o en caso de ver las imágenes difuminadas, el entrenador se lo explica detalladamente.

Además de entrenar e ir a clases, habiendo días en los que se levanta a las 6:15 de la mañana, por las tardes da clases de Judo a los niños de su pueblo. Al principio reconoce que le costó un poco, pero hoy le ha cogido gusto y cariño a todos esos niños que le ven como un espejo en el que mirarse y que no paran de preguntarle nuevas técnicas en clase. Acaba la jornada agotado, pero no le importa porque a su judoki le debe lo que es. No se imagina un día sin él. «Me emociona mucho poder ponerme todos los días el traje. Aprender a valorar lo que significa porque gracias a este judoki he conseguido un montón de cosas», cuenta emocionado Sergio, que confiesa que el deporte le ha enseñado que poco a poco se pueden solventar esas barreras.

Su meta a largo plazo es conseguir la clasificación para los Juegos Paralímpicos que se celebrarán en 2020 en la cuna del judo, Tokio. Poder participar en ellos sería todo un sueño para Sergio que de pequeño se imaginaba entrando en el tatami con el himno nacional. Para llegar hasta ahí aún tiene que superar cuatro grandes pruebas que puntúan para la clasificación: el Grand Prix de Baku (Azerbaiyán), el Mundial en Fort Wayne (EE.UU), el Europeo en Génova y la Copa del Mundo en Kazajistán. Las afronta con mucha fuerza y por si acaso, ya le ha dicho a sus padres que pongan una hucha en la que se lea con letras grandes: Tokio.

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