Velez, con Diego Valdés y Claudio Baeza, prácticamente dejó fuera de la Libertadores a River Plate
Los chilenos tuvieron una buena actuación en el 0-0 en Liniers. Paulo Diaz no fue citado por Marcelo Gallardo y es un hecho que no seguirá en el millonario que al parecer el 2026 deberá conformarse con jugar la Copa Sudamericana
No descubre la salida del laberinto. No encuentra la fórmula para volver a ser. No muestra reacciones futbolísticas convincentes ni tampoco contagia. River es una sombra, un conjunto errante, aunque el fútbol argentino con su sistema de playoffs le entrega una última oportunidad para levantarse, redimirse. Clasificado para disputar los octavos de final del torneo Clausura, la hoja de ruta en Liniers señaló que no dependía de sus propias fuerzas para adueñarse de una de las plazas de la tabla anual para jugar la Copa Libertadores. El intento de los millonarios estaba sujeto al resultado del encuentro que en el estadio Uno, de La Plata, emparejó a Estudiantes con Argentinos. Pero los millonarios no fueron capaces de forzar esa instancia y empataron 0 a 0 con Vélez. ¿Qué necesita ahora? Sus posibilidades para participar del máximo torneo continental de clubes se reducen a ser campeón o que Boca, Rosario Central o Argentinos festejen el título y liberen el cupo del Repechaje.
Una cirugía profunda intentó ejecutar el técnico Marcelo Gallardo, después de la caída con Boca. El regreso de Enzo Pérez a la alineación, una de las seis modificaciones que ejecutó, tras el partido en la Bombonera: los dos laterales, Fabricio Bustos y Milton Casco; Giuliano Galoppo, Santiago Lencina y Juan Fernando Quintero, el quinteto que acompañó al líder y una de las piezas que quedaron en la memoria en la final en Madrid 2018, con la obtención de la Copa Libertadores, pero que perdió terreno en el presente y empieza a despedirse del club. El Muñeco no solo agitó la alineación, también envió un mensaje al disponer de juveniles en el banco de suplentes. Con esas cartas salió a jugar: el empate fue el cuarto partido consecutivo sin ganar ni convertir, aunque no se cumplió un minuto y Juanfer Quintero asistió a Driussi, que rompió con una diagonal corta y definió por encima del travesaño.
La actitud que se le reclamó en el superclásico relució en el comienzo: de aquel equipo tibio, timorato, sin respuestas futbolísticas ni de espíritu, a una alineación con menos cartel, pero con empuje. Una formación que no le quitó el cuerpo a la fricción –a veces con una dosis de vehemencia exagerada, como la que terminó en la amonestación del debutante Agustín Obregón, que reemplazó al lesionado Fabricio Bustos-, pero que también hizo de la concentración un argumento: Vélez elaboraba una sucesión de pases y en un parpadeo River era capaz de cortar y poner en riesgo el arco de Marchiori, con un remate cruzado de Salas…
Fue una ráfaga, esa energía lentamente se consumió y volvió a reflejar los síntomas que los acompañan desde hace un tiempo. Dependencia excesiva de Quintero, con Salas luchando y lejos de ser factor de desequilibrio, y con Driussi con apariciones muy esporádicas, aunque en el primer tiempo fue quien provocó los dos sustos a la defensa rival: el segundo, con una definición elevada.

