El Atlético se quita un peso de encima
El Atlético se va quitando pesos de encima. Salir fuera del Metropolitano era un drama hasta ahora. Cero victorias en seis partidos repartidas de manera equitativa, tres empates y tres derrotas, alguna de ellas muy dolorosa. Una estadística que hubiera sido más complicada de romper si no hubiera contado con el impulso de Giuliano Simeone.
Desde su posición en el extremo derecho, está acostumbrado a dar goles más que a marcarlos, pero enganchó un despeje de Bellerín en el borde del área y con la izquierda y a los tres minutos de partido ya mandaba el Atlético.
Nada nuevo –el Atlético ha marcado antes que su rival en todos los partidos de Liga–, pero esta vez consiguió mantener la ventaja con una primera parte simétrica, que acabó como empezó. Fue Baena el que marcó cuando acababa la primera mitad. Un centro de Julián Álvarez desde la derecha se paseó por toda el área del Betis hasta que llegó al exjugador del Villarreal, que buscó la posición perfecta para mandar la pelota a la escuadra contraria.
Ese gol de Baena golpeó al Betis cuando se había ilusionado con igualar el partido. Completaba el nuevo fichaje del Atlético el trabajo que había comenzado Giuliano. El impulso del extremo había servido a su equipo para tomar ventaja en la primera mitad y con eso le bastaba. El argentino contagia con su generosidad en el esfuerzo y con su carácter. Es de esos futbolistas que empujan a su equipo hacia arriba, pero no descuida su espalda. El peligro del Atlético llegó casi siempre por la derecha, donde Simeone se juntaba con Marcos Llorente. Son dos de los jugadores más explosivos de su equipo, una mezcla difícil de contener para los rivales. Y Giuliano siempre está dispuesto para ayudar a su lateral, aunque esta vez era Nico González en el costado contrario el que se encajaba como quinto defensa para que Hancko se situara como central izquierdo.
El Atlético demostró efectividad en la primera parte y capacidad de resistencia en la segunda. El Betis fue poco a poco tomando posiciones y adueñándose de la pelota, pero no del juego. Tenía la posesión, pero el Atlético era peligroso en los contraataques. Tiene jugadores rápidos y precisos para eso, pero las llegadas se fueron haciendo más espaciadas en la segunda mitad.
El Betis ya sí se había hecho con el juego y sus acercamientos a la portería de Oblak eran más certeros. Abde mandó al larguero un lanzamiento directo de falta y el portero esloveno tuvo que intervenir en varias ocasiones para evitar que el Betis se acercara en el marcador.
El Atlético fue renunciando a sus excursiones ofensivas, como es costumbre, pero esta vez no le penalizó. Supo controlar al Betis en sus acercamientos al área y, pasados los minutos de ofensiva verdiblanca más intensa, se trataba de dejar que pasara el tiempo. Y eso el Atlético sabe hacerlo.
Cuando Giuliano se fue agotando y empezó de dejar de tener presencia en el campo contrario, al Atlético se le agotaron los recursos. Simeone cambió a todos los de arriba para dar aire al equipo. Pero Sorloth y Griezmann no le ofrecían la llegada de Julián y de Baena.
No importaba. La fe del Betis ya se había quebrado hacía varios minutos cuando el árbitro pitó el final del partido. El Atlético había sabido resistir después de golpear y por fin sabe lo que es ganar fuera de casa. Un sabor desconocido este curso hasta ahora.

