Nyom es expulsado nada más salir y Mbappe, entonces, da la victoria al Real Madrid (0-1)
No quería Bordalás que se le escapase lo que había estado construyendo durante más de 70 minutos: un partido pesadote, parado, sin ocasiones contra el Real Madrid. Una tela de araña insufrible contra el líder, que no sabía por dónde salir, paralizado porque sus mediocentros no crean, porque Bellingham le gusta más jugar rápido que calmado y porque Güler había empezado en el banquillo.
Pero el turco había salido ya al campo, como Vinicius y el partido tomaba otro cariz. El brasileño es muy insistente y en su gota a gota, en su vengo y vengo, veía Bordalás un peligro que antes, con Rodrygo ahí, no sufría. Además, Femenía, el jugador de su banda tenía tarjeta amarilla. En un despiste podía ver la roja y todo lo armado por el Getafe durante tantos minutos se vendría abajo.
Así que Bordalás sacó a Nyom para sustituir a Femenía y poner un muro contra Vinicius. Parecía una buena idea. Lo era, probablemente. Es más, ¿cómo vamos a dudar de las decisiones defensivas del entrenador de LaLiga que mejor se maneja en esa faceta?
Pero es que, como casi todo, el fútbol es incontrolable. Uno hace planes, tácticas o cambios, toma decisiones, imagina posibilidades y luego llega el factor humano y todo lo pensado se convierte en tiempo perdido. Nyom no tocó el balón, porque no le dio tiempo. Su única acción en el partido fue cuando vio arrancar a Vinicius en lo que podía haber sido una contra del Real Madrid. Podría haber sido, pero el balón estaba muy lejos, faltaba mucho y podían pasar tantas cosas que lo que pensó Nyom era adelantar demasiado.
Puede, pero él vio que se le marchaba Vini y es probable que temiese que, por su culpa, todo lo hecho por sus compañeros se fuese al traste. ¿Y si la jugada, tan lejana entonces, acaba en Vinicius y en gol, porque él, Nyom, se ha despistado un segundo, nada más salir al campo?.
(Pero esas reflexiones, si las hizo, no se hacen así. Es todo instintivo, natural para un futbolista profesional).
Así que, pese a que ni se veía el balón por esa zona, asustado por la arrancada de Vinicius, le trabó. Fue aparatoso, con el brazo cerca del cuello del jugador del Real Madrid, sin balón, en la soledad de dos jugadores, con el árbitro viéndolo con claridad. No dudó: con determinación mostró la roja y cambió todo.
Nyom decía que no era para tanto y puede que tuviese razón. O puede que no.
Bordalás, muy cerca de la jugada, ni miraba ni se enfadaba ni quería enterarse. No tuvo, esta vez, tiempo para reaccionar.
Casi seguido, Güler hizo lo que mejor sabe hacer: encontrar a Mbappé, que se giró y marcó el gol que tanto necesitaba el Real Madrid para quitarse el agobio de no marcar con el Clásico tan cerca.
Todo lo que no había pasado entonces, pasó después. Durante los primeros 70 minutos el partido fue un martirio para el Real Madrid. Había empezado más o menos bien, con cierta frescura, pero, enseguida, Bordalás cambio su defensa de cinco a una de cuatro, apretó un poco más arriba y, a partir de ahí, el Real Madrid no supo hacer nada. Ni Rodrygo por la izquierda ni el voluntarioso (pero hay que ser algo más) Mastantouno por el otro lado; ni los centrocampistas franceses, ni Jude. Ni los tiros lejanos de Mbappé.
El choque era eso, un choque. El Getafe contenía al rival con sus armas, tan criticadas por otros, tan queridas por su técnico y el Madrid veía pasar los minutos con la impotencia de quien no sabe qué hacer: solo pases cortos, nunca profundos.
Xabi hizo lo más lógico: sacar a Vinicius y a Güler. El primero para revolucionar, el segundo para encontrar las llaves. Porque ya parece claro que es el único que las tiene y habrá que encontrar su ubicación junto a Bellingham.
El Madrid mejoró y hubo momentos en los que el área del Getafe parecía una manifestación de las buenas, no de esas huelgas generales sin sentido que se hacen últimamente.
Se expulsó Nyom, marcó Mbappé. Fue expulsado también Sancris. Y con todo perdido, la tuvo el Getafe. Qué cosas. Si no empató fue porque Courtois es Courtois.