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¿Le quemaron el carro a Berny Ulloa en Limón? La verdadera historia de un día de fútbol, furia y gases lacrimógenos

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Berny Ulloa fue uno de los árbitros más reconocidos, pero también más polémicos en la historia del fútbol costarricense. Fue capaz de plántarsele a Diego Maradona en su prime, el día que D10S hizo el Gol del Siglo, aunque también se le recuerdan controversias legendarias: una de ellas suele invadir las tertulias e involucra un automóvil supuestamente quemado.

Como es habitual, en esa anécdota se mezclan hechos reales con fantasías añadidas por los aficionados a lo largo de los años. En cada conversación aparecen o se desvanecen elementos, según la memoria o la capacidad de exageración del juglar que cuenta el relato; aquí trataremos de precisar qué fue lo que de verdad pasó aquel 25 de abril de 1982.

Todo aconteció en el estadio Juan Gobán, en un partido entre la Asociación Deportiva Limonense y el Deportivo Saprissa. La Asodeli era el querido equipo del Caribe, que venía de obtener un sorprendente subcampeonato la temporada anterior.

La cancha limonense (hoy sintética) oscilaba entre la aridez del Sahara cuando era verano y el pantano del Lagarto Juancho cuando asomaba la lluvia. Los camerinos serían denunciables ante la Convención de Ginebra y las graderías de madera crujían cada vez que alguien se levantaba por su patí. Pero al menos el club del Caribe sobrevivía de manera digna, las demás aficiones lo respetaban y sus fuentes de financiamiento no eran sospechosas.

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Saprissa llegaba al partido en medio de la sequía tras el hexacampeonato. A los morados la resaca ya se les hacía larga, después de ganar seis títulos al hilo en 1977, así que Tibás era una olla de presión. Para aquella época no había memes ni redes sociales inflamando los ánimos, pero sí filosos programas deportivos de radio, en algunos de los cuales el micrófono terminaba oloroso a productos importados de Escocia, más boca de frijoles blancos con pellejo.

Aquel domingo, Saprissa visitó a la Asodeli y el estadio registró una asistencia de 3.600 personas, el equivalente a Woodstock para un recinto que solo tiene dos tribunas pequeñas. Encabezando el trío arbitral (solo eran tres) estaba Berny Ulloa, de 31 años, alto, flaco y con impecable uniforme negro.

El 0 a 0 en el marcador se hacía grande, hasta que Saprissa tomó ventaja al minuto 76 con un gol de Guillermo Guardia. Limón se fue en busca del empate, pero los morados resistían las oleadas y se estaban saliendo con la suya. El tiempo se agotaba y la tensión era máxima; como diría el escritor argentino Fontanarrosa, solo hacía falta prender un fósforo para que todo se fuera a la m... más profunda de las disputas. Y ese fósforo llegó en tiempo de descuento.

Con la afición al borde del ataque de nervios, y ya pasados los 90 minutos, el saprissista Magús Brenes despejó un balón que le pegó a Winston Daley, quien sacó un remate que atajó el arquero Carlos Bambán Porras; el rebote lo cazó José Contreras Tenorio para anotar de cabeza el ansiado empate.

Aquí es donde las versiones se entrecruzan; empecemos por la oficial, relatada por el protagonista: “Hubo una mano previa de Daley”, recordó Berny Ulloa, entrevistado por La Nación para este artículo. “Incluso es un error decir que yo anulé el gol, porque ya esa jugada no contaba. Pité la manó y a partir de ahí la acción no debió seguir”.

Los limonenses opinaron lo contrario. Nadie oyó el silbatazo, nadie vio a Ulloa agitar los brazos, y obviamente la mano de Winston Daley jamás existió. Recordemos que el año es 1982, así que hablar de una revisión tipo VAR era ciencia ficción, tan inverosímil como leer periódicos y ver películas en un aparato que cabe en la mano.

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Tras las consabidas protestas, Berny se mantuvo en su decisión y segundos después pitó el final del encuentro con la victoria morada 1 a 0. Ahí llegaron los cuatro jinetes del Apocalipsis: la afición limonense invadió la cancha para perseguir al árbitro y los jugadores del Saprissa; la Policía hizo lo mismo para atajar a los revoltosos, mientras las potenciales víctimas buscaban asilo en la zona de camerinos.

Jugadores y dirigentes limonenses trataron de calmar a la gente y protegieron a los futbolistas visitantes y los árbitros. Entonces empezó a caer una lluvia de piedras sobre los vestidores que dejó varios heridos.

La Policía decidió acudir a los gases lacrimógenos para dispersar el tumulto. Solo así pudieron salir los jugadores de Saprissa y los réferis, para cruzar la calle rumbo a la comandancia, luego de 90 minutos de tensa espera. Después, los llevaron en patrulla al hotel a recoger las pertenencias, y de ahí se fueron en “perreras” al aeropuerto de Limón para devolverse ya de noche en avioneta, el medio de transporte que tenían previsto en ese viaje al Caribe.

El reglamento prohibía que los árbitros viajaran con los equipos, pero dejar a Berny y sus compañeros en el Atlántico hubiera sido un alevoso crimen, así que también les hicieron campo en el avión.

Al final se reportaron 12 detenidos y un número indeterminado de heridos (principalmente por los gases y las piedras, aunque también un policía resultó herido de bala en la pierna).

Los árbitros habían llegado en el carro de Ulloa, un sedán Toyota del año 79 que estaba en la calle porque no había parqueo. Cuando estalló la violencia, Berny le dio la llave a un amigo limonense para que con toda la discreción del mundo lo fuera a poner a salvo. Irónicamente, esta medida de precaución lo dejó a pie: los aficionados reconocieron al ayudante y se ensañaron con el automóvil.

Pero entonces, ¿le quemaron el carro? Nunca existió tal cosa. Al vehículo le hicieron de todo —de acuerdo con Berny hasta dos balazos le pegaron— pero no llegaron a incendiarlo. Y no por falta de ganas, porque ya había voluntarios recolectando la gasolina, sino porque en ese momento intervino la Policía.

La turba dejó el carro de medio lado, según se aprecia en una foto de La Nación que reproduce este artículo. La Fuerza Pública lo enderezó, lo cubrió con una lona y lo estacionó frente a la comandancia, para evitar que alguien muy comprometido con la causa llegara a rematar el trabajito.

Berny regresó a los 15 días para llevárselo en grúa. Los dos equipos involucrados y la Fedefútbol se organizaron para recoger dinero y ayudarle con el arreglo. Pese al violento ataque, el carro volvió a funcionar, pero Ulloa no quería andar manejando semejante karma, así que lo vendió al poco tiempo.

El Juan Gobán fue suspendido por cinco fechas. La Asodeli recibió una multa de ¢5.000, que pudo ser hasta de ¢15.000, pero se le reconoció al club que sus integrantes corrieron a proteger a los visitantes.

Saprissa llegó a la final ese año y quedó campeón ante Puntarenas. Berny Ulloa se convirtió en el árbitro más internacional y exitoso en la historia del fútbol costarricense. Y un Toyota 79 en la de menos todavía anda por ahí, en las interminables presas de este país, deseando aclarar la leyenda urbana, que nunca lo quemaron, solo terminó de cabeza en media calle asfixiado por los gases lacrimógenos.

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