El Barcelona sentencia LaLiga contra el Real Madrid (4-3)
En un partido tremendo, el Barcelona decidió LaLiga a falta de tres partidos para que termine el campeonato. Por cuarta vez esta temporada, ganó al Real Madrid y confirmó que es el mejor equipo. Flick ha construido un conjunto ganador, que cuando se pone voraz es implacable, pero que duda atrás y muestra debilidad demasiadas veces. Cuando se puso, en la primera parte, fue una tormenta contra el equipo de Carlo Ancelotti, sin ningún recurso para evitar la presión o para jugar a algo. El líder metió cuatro goles y dejó en anécdota los dos que había hecho antes Kylian Mbappé.
El comienzo soñado para el Real Madrid
Porque el Real Madrid empezó el partido como lo había soñado. El plan, como suele ser habitual en los partidos de Ancelotti este año contra el Barcelona, era esperar bien resguardaditos y salir rápido. Sólo que esta vez salió, como se dice, a pedir de boca. Un error de Cubarsí, que empieza a tener más de los debidos, provocó un penalti a Mbappé, que el francés marcó con contundencia, para demostrar que lo que ha pasado con las penas máximas este año era un síntoma de algo más grave.
Pero es que después, en un robo y en una salida rápida, en el lado bueno del límite del fuera de juego, Mbappé volvió a marcar. El partido y LaLiga se ponían como hacía tiempo no se le ponían al Real Madrid. Estaba el partido para hacer daño, para golpear más en la moral de un Barcelona que venía de perder en la Champions. Era el momento de demostrar qué clase de equipo era el Real Madrid y si tenía ambición y capacidad para dar un golpe de mano que tenía pinta de ser definitivo.
Barcelona: reacción de campeón
Pero ocurrió que el Barcelona de Flick dio un ejemplo de entereza, de personalidad, de equipo que cree en lo que hace, que lo ha trabajado a fondo y en el que todos saben lo que tienen que hacer y lo hacen. El Real Madrid llevaba dos goles de ventaja, pero el Barcelona empezó a morder y esos dos tantos fueron un espejismo en el desierto, una pequeña mentira a la que agarrarse de manera infundada. Lo que llegó después fue que el Barcelona arrasó al Real Madrid, incapaz de sacar la pelota o de llegar al campo contrario.
Puede que pasara cuatro veces al campo contrario, nunca con el balón controlado. Golpeó Eric García en un saque de esquina, otro más en el que ha fallado el equipo de Ancelotti; golpeó Lamine Yamal y golpeó dos veces Raphinha en unos minutos que dibujaron a un Barcelona ardiente, desatado y con una fe que mueve montañas y Ligas, y a un pobre Madrid, con varios futbolistas dejando un pálido reflejo en el césped: de Lucas Vázquez a Ceballos, o Arda Güler, titular porque se lo había ganado antes y que fue superado en todo momento por el ambiente.
Fue un Madrid superado por un rival mejor y mejor hecho, un Madrid con problemas en la construcción y problemas en defensa porque no hay más, nadie del que tirar. Un Madrid que se llevó cuatro goles y en el que Courtois salvó otros dos. Hubo, lo hemos dicho, una tormenta, y nadie en el Madrid sacó un paraguas o encontró un lugar donde meterse para no empaparse.
Un final igualado
Tiene que trabajar Xabi Alonso: desde la sintonía entre Mbappé y Vinícius hasta el trabajo colectivo o el modo de sacar el balón. Se temían los madridistas lo peor en la segunda parte, pero la salida de Modric dio serenidad al equipo y le mantuvo, contra pronóstico, en el partido. Creció el Madrid, se echó para adelante y volvió a marcar en una llegada. El partido ya fue un toma y daca constante, con fueras de juego al límite, manos que el VAR anulaba y, por lo menos, un enfrentamiento entre dos rivales igualados.
Ancelotti acabó sacando a Endrick y a Víctor Muñoz, un canterano, en busca de la locura. Se supone que tenía por ahí a Rodrygo, pero no le dio, a estas alturas de la temporada, ni un minuto.