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Rodrigo Figueroa, sociólogo: “El fútbol está dando una señal de alerta muy potente de lo que está pasando a nivel nacional”

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La reciente tragedia en el Estadio Monumental, que dejó a dos menores de edad fallecidas, y posteriores incidentes en el recinto de Macul reactivaron los debates en torno al rol de las barras bravas en el fútbol y más allá, en la sociedad.

Las barras bravas, que nacieron como expresiones de pasión y aliento incondicional, han evolucionado en muchos casos hacia organizaciones con estructuras propias, códigos internos y, en no pocas ocasiones, vínculos con el delito. En Chile, este fenómeno se ha consolidado durante las últimas décadas, especialmente en clubes de alta convocatoria como Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica. Pese a los esfuerzos de las autoridades y los clubes, el control efectivo de estos grupos sigue siendo una tarea pendiente.

Horas después de la tragedia, y por primera vez, el ministro de Seguridad Pública, Luis Cordero, catalogó a las barras bravas como “organizaciones criminales”. “Y de ser necesario, nosotros penalmente los vamos a tratar como organizaciones criminales”, advirtió entonces el secretario de Estado.

Las voces endureciendo el tono en torno a las agrupaciones barristas se multiplicaron en las últimas semanas. El fiscal Ángel Valencia afirmó que estas “se dedican al tráfico de drogas u otras actividades ilícitas” y que “son mucho más que simples organizaciones criminales”.

Si bien el mensaje de las autoridades ha llevado a la criminalización de las barras bravas, protagonistas hace décadas de desmanes y violencia dentro de los estadios, el problema es mucho más profundo y se arrastra desde el origen de estas agrupaciones a mediados de los años 80 en nuestro país.

Invasión a la cancha de hinchas de Colo Colo. Jonnathan Oyarzun/Photosport

El fútbol, como constructo social, ha visto el surgimiento y consolidación de las barras bravas como un ente que también cumple su rol en la estructura social del deporte y del país. En diálogo con Radio y Diario Universidad de Chile, el sociólogo y entrenador de fútbol, Rodrigo Figueroa, advierte como “el fútbol evidentemente expresa mucho de lo que está pasando en la sociedad”. A su juicio, tanto la romantización como la criminalización de estos grupos no permiten afrontar como se debe el problema que surge en torno a estas.

El académico de la Facultad de Sociología de la Universidad de Chile enfatizó en cómo estas barras tienen casi 40 años de existencia y cómo “es un actor que ha ido evolucionando en el tiempo”. “La Garra Blanca, Los de Abajo, Los Cruzados, son organizaciones que se han ido relacionando con los clubes a medida en que los clubes pasaron de ser corporaciones a ser sociedades anónimas”, manifestó Figueroa.

El sociólogo explica como un hito relevante para entender el fenómeno cómo el vínculo de las barras con el fútbol se transformó “en un control territorial del estadio”. “No hay que perder de vista la forma en que los clubes muchas veces lo que hacen es negociar el control de un espacio. Llamémosle codo norte o codo sur”, apuntó el experto.

En ese sentido, tildó como “curioso” que la “gestión del espectáculo tiene que incluirlos a ellos” en la actualidad. “Casi siempre tienen que negociar (las autoridades) con las barras bravas. De alguna manera tienen entre comillas una especie de derecho ganado en estos territorios”, planteó.

Los de Abajo. RAMON MONROY/PHOTOSPORT

El fenómeno, para Figueroa, cambió radicalmente en los últimos años. Lo que para él en los 90 e inicios de los 2000 eran manifestaciones “mucho más del aguante, de una canalización de energías juveniles”, también con hechos de violencia derivados, hoy se transformó en un problema más profundo. “Evidentemente hay crimen organizado en torno a estas barras”, señaló, agregando que “entendieron que podían lucrar siendo organizaciones llamadas barras bravas”.

Barras como reemplazo de algo más grande

Figueroa relata como un hecho también a considerar como las barras bravas “no solamente empezaron a gestionar los territorios llamados estadios, sino también a nivel urbanos”. “Hay sectores poblaciones donde están las pintas en los postes con los colores de Colo Colo o Universidad de Chile. Y son territorios donde grupos relativamente organizados tienen un control sobre un espacio o de poblaciones o comunas”, expresó.

Por ello, el abandono del Estado de estos sectores ha permitido que las barras tomen ese rol. “Por su configuración sociopolítica, estructural, normativa, en los últimos 40 años, es un Estado que ha ido abandonando los territorios. En ese abandono, hay un actor importante que ha tomado muchos territorios que es el narcotráfico”, sostuvo Figueroa.

Luego, complementa que esto “tiene una forma simbólica, cultural, que a algunos de los jóvenes de sectores populares les llama mucho la atención, son mecanismos de movilidad social”. “Y eso en algunos puntos hace match con el barrismo a nivel territorial”, agrega el sociólogo.

“Vimos en la pandemia, por ejemplo, en torno a las barras organizadas y algún tipo de ayuda social. Hay un fenómeno territorial que hay que reconocerlo, no exagerarlo, pero hay que reconocerlo. Y tiene que ver justamente con los tejidos sociales que están erosionados hace muchísimo tiempo y estas organizaciones reemplazan ese tipo de tejido social”, reflexionó.

Hinchada de Iquique suspende partido. Alex Diaz/Photosport

Sin embargo, mientras no se aborde el problema desde una perspectiva integral —que combine políticas públicas, sanciones efectivas y un cambio cultural dentro del fútbol— es difícil pensar en una solución sostenible. Por ello, Figueroa reitera su crítica tanto a la romantización como a la criminalización de las barras.

Estas dos versiones que existen, que es una versión romántica, que en mala forma el Gobierno lo acuñó como barrismo social, y la otra visión que es la simple criminalización, esconden, ocultan, que en la medida que va evolucionando la sociedad chilena en cuanto a patrones en que se manifiesta la violencia, eso también se viene proyectando en la forma en que se manifiesta la violencia en el fútbol”, analizó Figueroa.

En ese sentido, enumeró una serie de hechos similares al ocurrido en el Estadio Monumental con las avalanchas. En 2014, un grupo de hinchas chilenos, previo al partido de Chile y Brasil en la Copa del Mundo de Brasil, intentó ingresar a la fuerza al Estadio Maracaná. Pero no solo en el fútbol, Figueroa también recordó lo ocurrido en los últimos conciertos de Daddy Yankee en el Estadio Nacional. Todos elementos que, a su juicio, se han vuelto “una cosa transversal de la sociedad” en nuestro país.

El fútbol como expresión social

Entonces, Figueroa recae nuevamente sobre cómo el fútbol es un vehículo para muchas manifestaciones de la sociedad. El experto expone como en los 70 y 80 en Argentina, también en Inglaterra con los hooligans, se “instaló que adherir a los colores de un club era algo mucho más allá que simplemente estar vinculado al fútbol”.

“Primero tenía que ver con una lógica identitaria, y después se transformó en un negocio para los líderes de las barras bravas”, recalcó.

La sociedad fluye a través del fútbol y el fútbol fluye a través de la sociedad”, planteó Figueroa. “Es como si fueran una especie de dos puntos por donde camina o transita un río, y que lleva esta energía social, llamémosle pasión, emoción, identidad, cultura, normas, instituciones, y que está constantemente fluyendo”, prosiguió.

Por lo tanto, remarca que “muchas de las cosas que pasan en el fútbol son síntesis de lo que está pasando en la sociedad, y muchas cosas que pasan en la sociedad son proyectadas en el mundo del fútbol”.

Hinchada de Everton. Raul Zamora/Photosport

“El estado en que se encuentra el fútbol es muy expresivo del estado que se encuentra la sociedad chilena hoy por hoy. Con confusión en lo político, con confusión en lo económico, con mucha violencia territorial”, insistió Figueroa, agregando que “el fútbol te está dando una señal de alerta muy potente de lo que está pasando a nivel nacional”.

La tragedia en el Monumental no solo enluta al deporte chileno, sino que vuelve a encender las alarmas sobre un fenómeno que lleva años enquistado en las gradas y que amenaza con seguir cobrando vidas si no se toman medidas concretas y urgentes.

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