El beso "no consentido" que liquidó la cúpula de la Federación y dio un vuelco al fútbol femenino
La sentencia que condena a Rubiales por agresión sexual es el último episodio de un caso que sacó a la luz las estructuras de poder en la entidad federativa y las desigualdades en el deporte protagonizado por mujeres
La Audiencia Nacional condena a Rubiales a pagar 10.800 euros de multa por el beso a Jenni Hermoso y le absuelve de coacciones
“Luis Manuel Rubiales Béjar, mayor de edad y sin antecedentes penales computables a efectos de reincidencia, presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), sujetó la cabeza de la jugadora con ambas manos, y de manera sorpresiva y sin su consentimiento ni aceptación, le propinó un beso en los labios”. Son los hechos probados de la sentencia de la Audiencia Nacional que esta semana condenó al que fuera máximo responsable del fútbol español por un delito de agresión sexual.
La resolución, contra la que cabe recurso, es el último hito de un caso que empañó la mayor gesta de la historia del deporte femenino en España, pero que también sacó a la luz cómo se movilizaron todas las estructuras de la Federación para tratar de preservar el enorme poder de su presidente. Sus dirigentes no solo dejaron desprotegida a la víctima, sino que trataron de obligarla a que ‘salvara’ públicamente al agresor. La sentencia acredita la existencia de esas maniobras, pero absuelve a los cuatro acusados por coacciones porque ese delito exige una violencia o intimidación que el juez cree que no se dio en este caso.
Fue una torpe gestión de la polémica que no tendrá consecuencias penales, pero que sí ha forzado otros cambios. El propio Rubiales se vio obligado a dimitir 20 días después de lo que, según él, fue un “piquito” sin importancia y que ahora la Justicia considera una vulneración de la libertad sexual. Bregado en escándalos y acusaciones de corrupción, el exfutbolista no resistió al clamor social y la unión de unas jugadoras, que no perdieron la oportunidad de convertir un hecho concreto en un caso global. Rubiales cobraba 675.761 euros anuales, a los que había que sumar 3.000 euros al mes para vivienda y otros 250.000 euros anuales de sueldo como vicepresidente de la UEFA.
“Esto es inaceptable. Se acabó. Contigo compañera Jenni Hermoso”, escribió una de las capitanas, Alexia Putellas, horas después de que Rubiales atribuyera buena parte de la iniciativa del beso a la jugadora, cargara contra el “falso feminismo” y se proclamara víctima de un “asesinato social”. Lo hizo en aquella asamblea de la Federación, supuestamente creada para ejercer control y vigilancia, en la que recibió aplausos por doquier con muchos de sus asistentes puestos en pie tras un agresivo discurso. A Putellas le siguieron otras jugadoras con mensajes similares.
Salidas en la cúpula
Uno de los hombres que aplaudió en esa asamblea fue el entonces seleccionador, Jorge Vilda. El técnico resultó absuelto esta semana del delito de coacciones que le atribuían las acusaciones. La sentencia considera probado que, durante el vuelo de vuelta a España, “instó” al hermano de Jenni Hermoso y a un amigo de esta a que la convencieran para que hiciera un vídeo junto a Rubiales explicando que el beso había sido “consentido” y “restándole importancia”. Y que lo hizo “recordándoles que a Jenni le quedaba poco fútbol por la edad y la Federación podía tener una deferencia con ella, pero que si la situación se enrarecía iban a caer cabezas y la cosa no iba a ir bien para ella ni para nadie”. Al final, para quien no fueron bien las cosas fue para él mismo. En la asamblea, Rubiales anunció que le subía el sueldo de 170.000 euros a 500.000, pero fue despedido días después.
El suyo fue uno de los nombres que las jugadoras pusieron encima de la mesa para volver a asistir a los partidos de la selección después de la enorme polémica generada por el beso y la reacción de la cúpula de la Federación. Sus peticiones también recogían cambios en el organigrama de la secretaría general, en el gabinete de la presidencia y en la dirección de Integridad, así como una nueva estructura del área de Comunicación y Marketing.
Forzado por la unión de las jugadoras, el escándalo por el beso de Rubiales también se llevó por delante a otros altos cargos en el organigrama de la RFEF. Es el caso del que fuera secretario general, Andreu Camps, mano derecha de Rubiales durante su presidencia, y a quien las futbolistas tenían en el punto de mira por su hosquedad en diferentes negociaciones. Según contó El Confidencial, Camps se negó a imprimir el nombre de las futbolistas en las camisetas, algo que sí se hacía con la selección masculina. Alegó que “suponía mucho gasto”. Entre los cesados también estuvo quien fuera jefe de gabinete de Rubiales, Chema Timón; el director de Relaciones Institucionales, Antonio Gómez-Reino; o el director de Comunicación, Pablo García-Cuervo.
Este último compareció como testigo en el juicio con un tono desafiante y chulesco. Cuestionó a la futbolista, de la que dijo que es una persona “bastante influenciable y bastante manipulable”. La sentencia, sin embargo, otorga “plena credibilidad” al relato de la jugadora y de sus compañeras de la selección sobre los hechos que ocurrieron aquel 20 de agosto de 2023 y en los días siguientes. Y acreditan que la Federación mintió cuando, horas después del beso, emitió un comunicado que ponía en boca de la jugadora palabras exculpatorias para Rubiales. Según el juez, la jugadora ni pronunció esas palabras ni dijo que estaba conforme con ellas. Ese comunicado fue remitido a los medios por García-Cuervo.
También está fuera de la RFEF el que fuera vicesecretario y director de Integridad, Miguel García Caba. Él fue el encargado de llevar a cabo la investigación interna que calificó el beso de Rubiales a Hermoso como algo “anecdótico” y “sin importancia”. El juicio desveló que ese informe fue elaborado en apenas un día y medio y con testimonios prefabricados para respaldar la actuación del entonces presidente. Las salidas de altos cargos siguieron meses después del escándalo del beso. En mayo de 2024 fueron despedidos los otros acusados por las supuestas coacciones a Jenni Hermoso y que resultaron absueltos esta semana: el exdirector de Fútbol de la sección masculina Albert Luque y el que fuera responsable de Marketing Rubén Rivera.
Cambios estructurales
Más allá de estos despidos, la unión de las jugadoras tras el escándalo sí ha alumbrado “cambios estructurales” en la élite de un deporte que en 2014, un año antes de que España disputara su primer mundial, ni siquiera era considerado profesional. El equipo técnico se ha reforzado y profesionalizado con dedicación exclusiva, se han implementado mejoras tecnológicas y se han mejorado las condiciones de viaje y alojamiento para igualarlas a las de la selección masculina. También fue muy recibido el fichaje de Markel Zubizarreta como director del fútbol femenino, pero se marchó a los siete meses tras recibir una oferta “irrechazable” de Michele Kang, la magnate del fútbol femenino.
La Federación, sin embargo, sigue sin hacer esa profunda renovación necesaria para dejar atrás las épocas oscuras de los mandatos de Ángel María Villar, que estuvo 29 años en el cargo, y de Rubiales. Pedro Rocha, delfín de este último, empezó como presidente de una gestora que se propasó en sus decisiones, no convocó las elecciones como marcan los estatutos y acabó siendo inhabilitado. También está implicado en el caso que investiga un juzgado de Majadahonda por posible corrupción en las comisiones que se pagaron al exjugador Gerard Piqué con la decisión de llevar la Supercopa a Arabia Saudí.
El pasado diciembre fue elegido como nuevo presidente el gallego Rafael Louzán, quien presidió la Diputación de Pontevedra por el PP. Louzán se presentó y ganó esas elecciones a pensar de tener sobre él la sombra de la Justicia. Finalmente, en febrero resultó absuelto por el Tribunal Supremo del delito de prevaricación por el que había sido condenado a siete años de inhabilitación. Ahora es el hombre llamado a sacar a la institución de un eterno escándalo que ha tenido en el beso no consentido de Rubiales uno de sus más lamentables episodios. Un beso que, según Louzán, es “uno de esos errores que se cometen”.