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Real Madrid - Bayern (2-1): Quedamos donde siempre

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Real Madrid - Bayern (2-1): Quedamos donde siempre

Fue el gol de Davies, ese jugador que se dice que quiere el Madrid, a pierna cambiada, un trallazo. Fue ese gol el que lo cambió todo. Pero no como creía Tuchel y los alemanes que poblaban la parte alta del Bernabéu. No, no en ese sentido. Hasta entonces, el Real Madrid había sido mejor, había dominado, había roto con Vinicius en plan Balón de Oro y Neuer lo había parado todo. Hasta entonces, era un partido normal de Champions, con dos gigantes, con el Madrid mejor y más balón, con el Bayern amenazante, con Kane escaso pero siempre brillante, un partido con miedo y emoción.

Pero metió el gol el Bayern. Y ya no fue un partido de Champions, ya no. Entonces fue un partido de Champions en el Bernabéu. No, perdón: un partido de Champions en el Bernabéu y con remontada por hacer. Ni siquiera hace falta hacer spoiler.

Estaba ya Joselu, en el campo. Ese jugador de 34 años, en el camino de la retirada, el que tantas mofas provocó cuando se dijo que era el sustituto de Benzema. Un canterano del Real Madrid que ha recorrido el mundo, profesional del gol, currante en busca de su salario. De los que de niño soñaba con triunfar en el Real Madrid, con un minuto de gloria pero al que el paso del tiempo, las cesiones, los traspasos, los escalones hacia abajo en el nivel de los equipos, le van dibujando otro horizonte en la cabeza y uno aprende a ser feliz con su destino.

Pero entonces, Neuer, que había parado todo, estirándose de un lado hacia otro, había sostenido a un Bayern sin prisa y que iba a ser el héroe del partido. Entonces, Neuer se equivocó en otro tiro de Vinicius, quizá el más fácil, porque iba centrado. Pero la pelota botó y rebotó en el cuerpo de Neuer. Y allí fue Joselu, con sus 34 años, con la experiencia, pero sobre todo con la ilusión del niño que, finalmente, no se había perdido por el camino. Le pegó con el interior, suave, implacable.

Lo supo Tuchel, lo supo Kane y Davies, lo supo Kahn, invitado por el Madrid al palco, lo supo el Bernabéu, que entonces ya estaba en absoluta ebullición, lo supo Madrid, cuyo centro, en el Paseo de la Castellana se había parado un par de horas antes porque una multitud esperaba el autobús, lo supo el Borussia, que espera en la final, se supo en Londres y en toda Europa. El Madrid iba a remontar.

Fue Joselu, en un gol de estos tiempos, con el VAR añadiéndole misterio, un pase de Rüdiger, que es defensa, delantero y lo que haga falta.

El Bayern no se lo creía, como si hubiese pasado un millón de veces. El equipo de Tuchel había hecho un partido conservador, pero le estaba saliendo bien. Apoyándose en Neuer, dejó la posesión al Madrid y esperó su oportunidad. El equipo de Ancelotti jugó a rachas, sobre todo en la primera parte, precavido y fue varios kilos superior después del descanso. Pero el fútbol es extraño. En el partido de eliminatorias de Champions que más buscó el gol y que más mereció ganar, se encontró con un gol en contra, tras otro pase sensacional de Kane, que todo lo que toca lo transforma en oro. Pudo empatar rápido el Madrid, pero su gol fue anulado por una falta de, por otra parte, un gran Nacho.

 

Ancelotti cambió todo: sacó a Modric (por Kroos, por supuesto), a Camavinga y a Brahim para volcar el partido, para empezar el camino de la remontada. Y dio paso también a Joselu.

Y se supo, ya lo he dicho. Todos los amigos, como todos los amores, tienen frases en clave, lugares en los que quedan sin decirse nada más, donde siempre: las vallas, el Rodri, esa esquina del barrio. Ahí se esperan.

Es el final de la primavera, es el Real Madrid, es el Bernabéu, es un gol en contra y diez minutos para el final del partido. Y ahí, lo sabes, amigo: quedamos donde siempre, en la final.

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