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Mussolini ordenó «vencer o morir», e Italia masacró y atracó a España

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España entró en su primer Mundial de fútbol por la puerta grande y salió por la enfermería. El campeonato lo organizó Italia en 1934 , y fue el equipo anfitrión el que eliminó injustamente al combinado español en unos cuartos de final cuyo desarrollo provocó en los aficionados tanta admiración como ira por lo sucedido en la que se denominó «batalla de Florencia ». La genialidad española ya había salido a relucir en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920 , cuando la bisoña selección de fútbol se estrenó en partidos oficiales y fue capaz de obtener la medalla de plata. El deporte inventado por los ingleses vivía su periodo de consolidación y desarrollo en España y otros muchos países. Así, en marzo de 1934 acababa de concluir la sexta edición de Liga de Primera División , y el equipo nacional se dispuso a dirimir con Portugal su presencia en el inminente campeonato del mundo. Los dos combinados ibéricos tuvieron que afrontar una eliminatoria a doble partido. La ida se disputó el 11 de marzo en el madrileño estadio de Chamartín . España arrasó a Portugal (9-0), provocando un seísmo social en el país vecino . Tal fue la indignación, que en el viaje de vuelta en tren, los componentes de la expedición lusa decidieron bajarse en un apeadero antes de llegar a la estación de Lisboa para evitar posibles incidentes. En el encuentro de vuelta, 19 de marzo en la capital portuguesa, la selección española repitió victoria (1-2) y certificó la clasificación para Italia 1934. Entonces no lo sospechaban, pero este decisivo triunfo en el estadio de Lumiar fue un ensayo de lo que vendría después en el Mundial. «Uno de los partidos más duros, de 'más leña' como se dice en España, que registra el palmarés de los Portugal-España. Ha habido innegable dureza que más de una vez, por la excitación de los ánimos, ha llegado a verdadera violencia…», señalaba 'El Mundo Deportivo'. Una encerrona incluso para los enviados especiales allí presentes, según relataba J. Miquelarena en ABC: «Los periodistas españoles apenas pudieron ver el partido porque no tuvieron un puesto en ninguna parte. Lograron verlo únicamente los periodistas acrobáticos y valientes: los que se decidieron a encaramarse al tejado de la tribuna, con gran riesgo de dejar a sus periódicos sin información y a sus familias sin un ser querido». Lista de 22 convocados Dos meses más tarde, el seleccionador español, Amadeo García de Salazar , viajó a Italia con su equipo técnico y los 22 futbolistas que conformaban la lista de convocados: los porteros Zamora (Madrid) y Nogués (Barcelona); los defensas Zabalo (Barcelona), Ciriaco (Madrid), Quincoces (Madrid) y Marculeta (San Sebastián); los centrocampistas Cilaurren (Athletic de Bilbao), Hilario (Madrid), Iraragorri (Athletic de Bilbao), Muguerza (Athletic de Bilbao) Lecue (Betis), Marín (Athletic de Madrid); y los delanteros Vantolrà (Barcelona), Solé (Español), Regueiro (Madrid), Lángara (Oviedo), Lafuente (Athletic de Bilbao), Gorostiza (Athletic de Bilbao), Fede (Sevilla), Bosch (Español), Chacho (Deportivo) y Campanal (Sevilla). Si el primer campeonato del mundo celebrado en Uruguay en 1930 había contado con escasa participación europea debido a la distancia y al boicot británico, en esta segunda edición sucedió lo contrario. Solo acudieron tres países americanos – Argentina, Brasil y Estados Unidos - y las federaciones de Gran Bretaña prolongaron su pataleta por no haber sido elegidas como sede y volvieron a ausentarse. Como gran novedad, el formato competitivo fue eliminatorio desde el inicio. O ganabas y pasabas a la siguiente ronda o hacías las maletas y retornabas a casa. Toda vez que eran 16 equipos, el torneo comenzó con la fase de octavos de final. Noticias Relacionadas estandar Si qatar 2022 Mucho cuidado con la ceremonia inaugural del Mundial Ángel Luis Menéndez estandar Si baloncesto Las nueve canastas de Fernando Martín en la NBA: cuando un español era mal mirado en USA Ángel Luis Menéndez El domingo 27 de mayo se jugaron los ocho encuentros, todos a la misma hora -16:30- en otras tantas ciudades italianas. El Mundial venía torcido para España desde antes del comienzo. Debido a sus malos resultados en los amistosos previos al campeonato, había sido descartada como cabeza de serie en el sorteo inicial. Brasil sí lo fue y quedó emparejada con la Roja en el primer encuentro, disputado en Génova . Esa negativa imagen ofrecida durante la fase de preparación había hecho germinar un clima de poca confianza entre los aficionados españoles. Y, en esa misma línea, algunos rivales menospreciaron el potencial español. «Los brasileños, probablemente, estaban seguros de la victoria. Se advertía esta confianza, en su manera de conducirse por las calles de Génova, que recorrían con una magnífica displicencia en los días que precedieron al partido – se lee en la crónica de ABC - Habían llegado a Italia con sus trajes más brillantes, con sus gorras más blancas. Antes del partido nos dijeron que ellos esperaban que ganasen los mejores… e ilustraban esa declaración con una sonrisa que quería decir exactamente: 'el partido lo deben ganar los mejores, y los mejores somos nosotros'. Pues bien, esto no es verdad. Han ganado los mejores y los mejores son los que han ganado». España venció 3-1, con goles -«goals» en la curiosa denominación que todavía se utilizaba entonces, tanto en singular como en plural- de Iraragorri (de penalti), dos de Lángara y Leónidas para los suramericanos. Dos datos curiosos para la historia del fútbol: Zamora se convirtió en el primer portero en parar un penalti en un Mundial y el uniforme titular de Brasil aún no era de color amarillo, vestían de blanco. Italianos sudamericanos En cuartos de final esperaba Italia, el peor rival posible desde cualquier ángulo. El principal, el político. En un país gobernado por el Partido Nacionalista Fascista , su dictatorial presidente, Benito Mussolini , se tomó el torneo como una ocasión inmejorable de sacar pecho ante el mundo. No contemplaba otro resultado que no fuera el triunfo del país organizador. «Italia debe ganar este campeonato», le dijo a Giorgio Vaccaro , oficial del ejército y presidente de la Federación de fútbol. «Haremos todo lo posible», respondió Vaccaro. «No me ha comprendido bien, general –replicó Mussolini-. Italia debe ganar este Mundial. Es una orden». Y por si algún otro miembro de la selección transalpina aún no se había enterado, repetía una de sus frases de cabecera: «vencer o morir». Para no descuidar lo importante, el aspecto deportivo, la Federación italiana incluyó en la lista de convocados a cinco destacados futbolistas nacionalizados con inusitada e irregular urgencia: los argentinos Guaita, Orsi, Demaría y Monti , y el brasileño Guarisi. «Cuarenta mil gargantas italianas y un pito destemplado, el del árbitro del encuentro, privan a España de una victoria ante la 'squadra azzurra' de Italia». Así tituló el diario 'El Sol' la crónica del partido jugado el 31 de mayo en un estadio Giovanni Berta de Florencia abarrotado. García Salazar alineó a Zamora; Ciriaco, Quincoces; Cilaurren, Muguerza, Fede; Lafuente, Iraragorri, Lángara, Regueiro y Gorostiza. Regueiro anotó el 0-1 (minuto 30) y Ferrari empató (minuto 44). Sorprendidos y asustados por el coraje y buen fútbol de los españoles, los italianos afrontaron el segundo tiempo dispuestos a todo. Repartieron patadas y golpes a diestro y siniestro, con la permisividad de un árbitro, el belga Louis Baert, que ya debería haber anulado el tanto de Ferrari. El marcador no se movió, ni siquiera durante la prórroga. Todavía no existía la tanda de penaltis, así que había que resolver la igualdad en un nuevo partido. Pese a las protestas de los españoles, que acabaron con más de medio equipo titular molido a palos y plagado de lesionados, la organización fijó para el día siguiente en el mismo escenario el encuentro de desempate. La indignación la resumió Zamora, considerado entonces el mejor portero del mundo, en unas explosivas declaraciones reproducidas por ABC el 1 de junio: «Nos han birlado el partido… Lo más indignante de todo han sido los dos 'goals' que han decidido el partido: el que les han regalado a ellos y el que nos han anulado a nosotros. Para empatar me hicieron un 'foul' (falta) que el árbitro fue el primero en advertir: se echó encima el ataque italiano por el ala de Orsi y yo, que vi el pase a Ferrari, fui a interceptarle, y antes de que pudiera hacerlo me alcanzó Schiavio, delantero centro, con dos soberbios puñetazos, que me enviaron a sentarme al fondo de la red, y así Ferrari pudo rematar a placer. Para el árbitro no había duda ninguna, y ya iba a anularlo cuando los italianos le trajeron a los jueces de línea, y éstos le convencieron para que diera validez a semejante tanto». «El segundo 'goal' nuestro fue un tanto de Lafuente, cruzado, magnífico… Todavía no se explica nadie por qué lo anuló… Y luego un 'penalty' a Gorostiza a dos metros de Combi, como no se ha visto más descarado, y una coacción permanente, y un griterío ensordecedor, y dos horas de fiebre, y mañana, vuelta a empezar... ¡Si siquiera tuviéramos un árbitro!», añadió el capitán de la Roja. Siete bajas por lesión Al día siguiente se repitió el bochorno y, esta vez sí, Italia ganó 1-0 y logró así el objetivo impepinable de clasificarse para una de las semifinales. Los titulares y crónicas de la prensa española fueron similares, más airados si cabe. «Nuevamente nuestro equipo ha sido maltratado por las decisiones del árbitro parcial y la presión de un público exaltado y fanático. A España se le volvió a anular un 'goal' y esto dio la victoria a Italia por la mínima diferencia», publicó 'El Heraldo de Madrid'. España, con siete bajas por lesión, formó con Nogués; Zabalo, Quincoces; Cilaurren, Muguerza, Lecue; Vantolrà, Regueiro, Campanal, Chacho y Bosch. Muy pronto, en el minuto 11, uno de los futbolistas transalpinos legendarios, Giuseppe Meazza, anota el gol. Los españoles, pese a jugar muchos minutos si n Bosch –lesionado en la banda- no se amilanan ante la hostilidad de rivales y público, así plasmada en 'El Heraldo': «Saca España, e inmediatamente el interior izquierda Chacho recibió un puntapié, del que queda lesionado. Los jugadores españoles acogen esto con gran indignación, y Quincoces, que da muestras de dolor, se acerca al árbitro (el suizo René Mercet ) y le enseña la lesión que lleva en el pecho. Efectivamente, el formidable defensa presenta todo el tórax encarnado…. Los españoles fueron víctimas de infinidad de agresiones». Una medalla por suscripción popular «Los bravos jugadores de Florencia merecen el homenaje nacional», titulaba en portada La Voz el 2 de junio de 1934. Ponía así en marcha una suscripción pública para regalar una medalla de oro a cada uno de los futbolistas de la selección española que participaron en el Mundial de Italia. El diario madrileño aportó inicialmente 1.000 pesetas (6 euros), cantidad estimable entonces teniendo en cuenta, por ejemplo, que el precio de venta del propio periódico era 10 céntimos. La respuesta fue unánime y a ella se sumaron otros periódicos, empresas y entidades. Se recaudaron más de 15.000 pesetas (90€) y el 20 de diciembre, en el partido España-Hungría (6-1) de homenaje al guardameta Ricardo Zamora, el presidente de España, Niceto Alcalá Zamora, impuso a los jugadores esa medalla popular y, además, la oficial Encomienda de la Orden de la República. La gran actuación de España llamó la atención, para bien, de la prensa internacional. Como ejemplo, dos medios franceses. «Íbamos al partido como turistas, completamente desinteresados y, sin embargo, nos vimos obligados a entregar nuestros corazones, nuestras almas, dejándonos invadir por el espectáculo único que se ofreció a nuestros ojos. Hay que admirar a Ios españoles, magníficos en su defensiva y grandes en su ofensiva», escribió el enviado especial de 'Le Journal'. «En el fondo pensábamos que iba a ser una lucha desigual, pero tuvimos que dejar que se apoderara de nosotros la emoción del inenarrable espectáculo, único en su clase. La furia italiana chocó y se deshizo, en todas las ocasiones, ante la defensa magnífica de los jugadores españoles», publicó 'L'Auto'. Los elogios fueron para España, pero el triunfo se lo llevó Italia. Y siguió ganando. Cumpliendo la orden del 'Duce' Mussolini, los italianos derrotaron a Austria en la semifinal (1-0) y a Checoslovaquia en la gran final (2-1). Alzaron al cielo de Roma la Copa de campeones con más alivio que alegría. Durante todo el Mundial habían sido conscientes de que la alternativa a la victoria era la «muerte».

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