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Luis Saiz, el entrenador «milagro» que estuvo a un paso de la muerte

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A Luis Saiz Pla, un entrenador de fútbol sala con una emotiva historia de superación a la espalda, se le cristalizan los ojos cuando recuerda la anécdota: «Papá, también nos podrás entrenar desde tu silla de ruedas». Esta frase se la dijeron sus retoños, Gorka y Sergio, cuando lo vieron meses después del accidente de tráfico que su padre sufrió el 11 de enero de 2013. «Eran las 8:55 de la mañana, a 40 kilómetros de mi casa, en Arcas, Cuenca. Un día de niebla y, en una recta, un turismo me alcanzó por detrás. Los bomberos tuvieron que venir a descarcelarme y un helicóptero me trasladó al hospital de Albacete, donde me debatí entre la vida y la muerte. Estuve en coma más de dos meses y, cuando desperté, no recordaba nada de lo que había pasado». La inmovilidad le produjo las temidas escaras; una de ellas, en el sacro, alcanzó el tamaño de un folio y una profundidad de unos 8 centímetros. Tres años para que esa lesión cerrase por completo, cirugía y una recuperación que «pareció una condena»:40 días y sus cuarenta noches boca abajo. Necesitó un año para hacer «vida normal», aunque perdió el glúteo izquierdo. Estado del coche de Luis tras sufrir el accidenteIrresponsables al volante Luis, de 47 años, lo cuenta así en las charlas que ofrece en las autoescuelas, con la asociación Stop Accidentes, a los conductores que deben recuperar los puntos del carné. «Quiero que conozcan las secuelas que pueden dejar los comportamientos irresponsables al volante», sentencia mientras te muestra unas fotografías que guarda en su teléfono móvil. «Ésta es del estado del coche tras el accidente, aquí estoy intubado y en coma en el hospital, y en ésta ves la terrorífica escara, que me provocó la pérdida de un glúteo», recuerda el presidente de la Asociación nacional de perjudicados por accidentes y negligencias (Aspane). Está sentando en su silla de ruedas, aunque puede ponerse en pie y dar algún pasito, siempre con una bolsa de colostomía adherida a su abdomen; de por vida. Enseña las imágenes bajo la atenta mirada de Quique Soto, técnico de fútbol sala y uno de sus mentores en el curso que le permitió a Luis obtener el título de entrenador en esa disciplina deportiva. «Es una persona entusiasta que está muy seguro de sí mismo», afirma de su pupilo conquense, que ha conducido su coche desde Cuenca para citarse con Quique en Toledo, y vuelta (en total, 400 kilómetros). Fuerza de voluntad, mucha, es la que Luis necesitó para superar otro calvario cuando fue trasladado desde Albacete al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo para recuperar la movilidad. Volvió a estar a un paso de la muerte al sufrir un shock hipovolémico por un sangrado masivo, mientras que una gravísima obstrucción intestinal también retrasó su mejoría. Cuarenta días y cuarenta noches así por culpa de una terrorífica escaraEn Parapléjicos fue compañero de habitación del padre del juez Pablo Ruz -«me llevó una caja de bombones por lo que había ayudado a su padre»-, y también del guardia civil Román David Gómez Maestre, en silla de ruedas tras ser tiroteado en un atraco. «Cuando veía a Luis caminar, me emocionaba porque pensaba que yo también lo podría hacer», recuerda Román en un wasap enviado a ABC. «Entonces estaba delgado, pero ahora tiene el doble de peso», añade entre emoticonos que se carcajean. «Román llegó muy mal -rememora Luis-. Desde el principio, él se veía como una carga para la familia, pero le dije que lo podíamos hacer a lo americano: ‘¿Prefieres estar en un ataúd y que den la bandera y la medalla a tu madre, o que te la pongan en el pecho y veas ondear la banda sobre tu cabeza?’». «Es un fenómeno» Quienes conocen a Luis dicen que es un ejemplo para cualquier paciente. Rubén Santiago, la Mosca , humorista y camarero en el quiosco del hospital de Parapléjicos, lo resume con tres palabras: «Es un fenómeno». Un figura que ha tenido el apoyo de Esther, su hermana; de Trinidad, su esposa y gran bastón, y de sus dos hijos, de 14 y 10 años, para «no quitarme de en medio». Luis parafrasea unas palabras de su hijo Gorka, el mayor, cuando tenía 8 años: «¿Qué haces, papá? ¿No nos quieres? ¿Estás pensando en irte para el cementerio? Yo te quiero y puedo decir que tengo papá; otros niños no pueden decir lo mismo. Te mueves con silla de ruedas pero estás. Al chache y a mí nos enseñaste a andar; nosotros te podemos enseñar». Luis, en su salsa - Estudio Robaina Diez mil kilómetros Atrás había quedado su vida como mecánico de coches y bombero forestal. Este entusiasta del fútbol gracias a su hijo Gorka empezaba a soñar con una nueva etapa. Después de seis meses de esfuerzos y de diez mil kilómetros en coche para asistir a las clases, obtuvo el título de entrenador de fútbol y de fútbol sala nivel 1. Comenzó entonces a mover hilos y creó el primer equipo federado de fútbol sala en Cuenca capital, VivoCuenca. La temporada pasada se estrenaron en la categoría Primera Autonómica y lograron el ascenso a Tercera, aunque con un sabor agridulce para Luis porque la competición fue suspendida por la pandemia. «No pudimos demostrar en el campo lo que valíamos hasta el final», se lamenta. Su objetivo para esta nueva campaña es estar en lo más alto de su grupo y hasta sueña con ascender a Segunda B. «Si no se tienen aspiraciones altas, me quedo en mi casa jugando pachangas», sentencia Luis, que no vive del fútbol sala. Para la gente con movilidad reducida, reclama adaptaciones en los pueblos y en las ciudades «porque es un derecho», como han hecho en Arcas dentro de sus posibilidades; y no para de dar las gracias a quienes lo salvaron de la muerte en varios momentos. Su experiencia se la cuenta también a sus jóvenes oyentes cuando da charlas en colegios e institutos con la asociación Aspaym. El ponente es Luis Saiz Pla, el entrenador «milagro» que regala lecciones de vida.
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