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Pedaladas de diciembre: Un brindis sobre ruedas

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El Valor de los Abrazos

Hay rutas que se miden en kilómetros y desniveles, y otras —las verdaderamente importantes— que se miden en abrazos. La salida de este domingo no quiso coronar ninguna cima, sino celebrar una certeza: seguimos aquí, rodando unidos un año más.

Antes de encarar las últimas curvas del calendario, nos regalamos este paréntesis de senderos, risas y mantel compartido. Así vivimos nuestra gran reunión navideña sobre ruedas, una tradición donde el sendero es, por una vez, solo un hermoso pretexto.


El Murmullo de la Estación

En los instantes previos al arranque, me gusta observar ese pequeño ritual que se repite cada domingo: un casco que se ajusta, una rueda que se comprueba, un GPS que se despierta, la última gota de aceite a la cadena.

No es un gesto mecánico, sino una forma de reconocernos. Miradas que se cruzan, palmadas en el hombro, bromas que rompen el frío de la mañana. Es ahí donde el grupo se recompone y vuelve a ser el mismo de siempre, aunque haya caras nuevas o ausencias que todavía pesan.

Muy cerca de que el año cierre sus puertas, la convocatoria fue un éxito rotundo: Andrés, Ángel, Chupo, Ernesto, Enrique, Eva, Fer, Fernando, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Patrick, Pawel, Pedro, Raúl, Santi y yo mismo, Alfonso.

No los contéis: éramos dieciocho. Estas fechas tienen un magnetismo especial que atrae incluso a quienes no suelen acompañarnos con frecuencia, pero sienten que este encuentro es imprescindible. Y como siempre ocurre en diciembre, algunos compromisos ineludibles marcaron ausencias.

Cada uno llegó con sus historias y su invierno a cuestas, pero con la misma voluntad de sumar en una de las pedaladas más especiales de la temporada.

No hubo nieve cubriendo los caminos, ni siquiera en los altos, pero diciembre siempre trae algo distinto en el aire. Tal vez fuera ese leve temblor de la estación que nos animaba a pedalear más cerca el uno del otro. O quizá el año, sabiendo que pronto se despide, trataba de dejar su huella en nuestros senderos.

La ruta navideña no es solo una salida más: es una celebración sobre ruedas. Un gesto repetido cada diciembre, tan arraigado como el frío en las mejillas o ese café humeante que algunos sostienen antes de empezar.


La Chispa del Encuentro

La bicicleta no entiende de calendarios, pero nosotros sí. Estas fechas nos permiten mirar atrás y decir, sin necesidad de muchas palabras: El pulso no se detiene. Juntos. Con barro en las ruedas y sonrisas en la cara.

Desde el primer kilómetro se percibía esa electricidad que solo aparece en días especiales. Quizá era el aire fresco —muy frío, diría yo— el que nos obligaba a compactar el grupo, o las risas, deslizándose entre los árboles como villancicos improvisados. O, sencillamente, era la alegría de volver a estar ahí, uno al lado del otro.

Algunos llevamos años compartiendo estas pedaladas; otros os habéis sumado hace poco. Pero todos formamos parte del mismo pulso.

A medida que avanzábamos, el ritmo se acomodó a las conversaciones. No importaba si el terreno pedía un poco más de entrega: siempre había alguien que aflojaba para esperar, o que aceleraba para alcanzar una rueda amiga. Las bicicletas querían volar, pero nosotros pedaleábamos para llegar en compañía.


Un Brindis sin Copas

Mientras el camino nos aguardaba, la Garganta del Río Moros nos cobijó con su silencio de invierno, ese que huele a fin de año. Cada pedalada fue un brindis por el tiempo compartido, por los que estuvieron y por los que vendrán.

Y tras el esfuerzo, la recompensa. Las bicicletas quedaron mudas, lamiéndose sus heridas, mientras nosotros seguíamos la ruta con las palabras: las anécdotas de hoy y de tantas rutas pasadas. Los cascos se transformaron en copas, y el sudor del esfuerzo, en el calor de la sobremesa.

En cada plato y en cada historia compartida, se hizo evidente: este grupo no es solo un grupo de ciclistas. Es una familia elegida, un espacio donde cada uno aporta su presencia y recibe la de los demás.

Las copas ya están vacías y las bicicletas descansan, pero el espíritu del grupo sigue rodando. Nos llevamos el eco de las risas y la energía necesaria para afrontar lo que resta del año.

Seguiremos rodando mientras existan senderos que nos llamen y abrazos que nos aguarden en cada curva, unidos por la misma pasión. El camino nos invita y la amistad nos sostiene.

Compartimos algo más que senderos


Dejad vuestro brindis aquí abajo, en los comentarios. Nos vemos en el camino.


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